El Papa Francisco renovó la Iglesia y ahora es tiempo de valorar su legado

El Papa Francisco renovó la Iglesia y ahora es tiempo de valorar su legado

La cristiandad lo recordará como el revolucionario que fue. Luchó por la paz, por los pobres y puso a la Iglesia al servicio del Pueblo. No todos los católicos lo comprendieron, pero su herencia interpelará aún a los escépticos.


El llegó sorpresivamente desde el sur del mundo para predicar la sencillez, la piedad con los más débiles y la empatía con todos. Y todo esto, en el camino de construir un mundo común entre católicos, musulmanes, cristianos ortodoxos y budistas, sin renegar de nadie.

Lo primero que hizo fue elegir el nombre de Francisco, en homenaje a San Francisco de Asís el santo de los magnánimos, los pobres, los animales y la naturaleza, a la que hoy llamamos ecología.

Además, abandonó el boato, las ceremonias pretensiosas y los honores vanos, aunque esto lo hizo aún antes de llegar a Roma. En Buenos Aires llevaba una vida sencilla, alejada de los lujos a los que muchos de sus antecesores eran afectos. No por nada los Santos Padres llamaron a la Iglesia Católica la “Casta Meretrix” (la Santa Prostituta), poniendo el acento en el primer adjetivo, más que en el segundo.

Por de pronto, Francisco eligió para residir la Casa Santa Marta, un edificio erigido por Juan Pablo II para albergar a los cardenales que asisten a los cónclaves en el Vaticano, lejos del Palacio Apostólico en el que residieron los papas desde 1871, cuando el Palazzo del Quirinale -entonces, la residencia papal- fue confiscado por el rey de Italia y a su vez fue luego despojado de él en 1946, para ser reconvertido en la residencia del presidente de la república.

Su decantación por Santa Marta sentó su posición con respecto a su estilo de vida, que significó la refundación en una Iglesia austera, comprometida con el Pueblo. Vivió en un pequeño departamento de 40 metros y dejó de lado otro, diez veces más grande y lujoso. Esa sencillez fue su otro legado, además de su encíclica Laudato Si, de la que hablaremos más adelante.

Canonizó a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, el arzobispo salvadoreño que fue asesinado por los dictadores de su país por predicar que el Evangelio incluía hasta a los más pobres y que las riquezas no debían ser apropiadas por los señores feudales que gerenciaban el país. También canonizó a los papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II.

En reconocimiento a sus connacionales, declaró santos de la Iglesia a dos argentinos: a la monja santiagueña María Antonia de San José de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula (en quechua: Mamá Antonia), fundadora de la Congregación de las Hijas del Divino Salvador y al cordobés José Gabriel del Rosario Brochero, el Cura Brochero, conocido popularmente como el Cura Gaucho en su provincia.

Además, Francisco beatificó a seis argentinos más. Cuatro de ellos fueron asesinados en la provincia de La Rioja en tiempos de la dictadura. Los nuevos beatos son el obispo diocesano Enrique Angelelli; los religiosos Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera. Todos ellos fueron asesinados por órdenes del infame militar Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, dueño de la vida y de la muerte en la Provincia de La Rioja.

Los otros dos beatificados fueron la monja cordobesa Josefina Saturnina Rodríguez de Zavalía, que adoptó el nombre Catalina de María Rodríguez y el exobispo de Mar del Plata Eduardo Pironio. Este último fue uno de los redactores del documento final de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se celebró en Medellín en 1968.

El objetivo principal del encuentro fue aplicar los cambios que habían resultado del Concilio Vaticano II. Casi todos los gobiernos de Sudamérica pusieron el grito en el cielo por el documento, porque la Iglesia abordaba en el escrito la compleja realidad política y social de la época, cuestionando en orden vigente. La Conferencia estuvo centrada en la promoción humana, la evangelización y el compromiso con los pobres y la justicia social. Cuando los sacerdotes comenzaron a aplicar sus preceptos, comenzó una feroz represión que nunca se detuvo desde entonces.

A causa de estas consecuencias, Pironio fue designado por el Papa Paulo VI como Prefecto de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, lo que significó su traslado a Roma. Fue una medida de protección necesaria, ya que las amenazas contra su persona se multiplicaban y su vida corría un serio peligro. Falleció en 1998, en el Vaticano.

Un sudamericano en Roma

Francisco llegó al Vaticano con un par de zapatos nuevos, que le habían comprado para la ocasión algunos de sus feligreses. Allí, en la capital italiana, desechó el crucifijo de oro y “le scarpe rosse”, los zapatos rojos que se le confeccionaban al Papa en una casa tradicional. Tampoco utilizó la tradicional “mozzetta rossa” con ribetes de armiño ni la estola bordada en oro. En lugar de la cruz pectoral de oro, utilizó la misma cruz de plata que usaba como obispo de Buenos Aires. Después, siguió utilizando su hábito papal sin los lujos adicionales que solían vestir sus predecesores.

Fue tan disruptivo sobre estas materias, que el diseñador italiano Filippo Sorcinelli, que creó algunas de sus vestimentas consagradas, expresó que el Sumo Pontífice portaba en su manera de vestir una “sencillez noble”, acorde con las reformas que dejó el Concilio Vaticano II, que revolucionó las normas de la Iglesia entre 1962 y 1965.

Sorcinelli manifestó que “el período histórico en el que podía inspirarme para sus vestimentas sagradas podría ser la era medieval, particularmente como se ve en los frescos de Giotto”, en alusión a Giotto di Bondone, el mejor pintor de su tiempo y creó un estilo innovador, que dio origen a las escuelas de pintura del Renacimiento, hacia el fin del medioevo.

Como jefe de Estado, Francisco reconoció además al Estado Palestino, abrió el paso a la participación de las mujeres y reconoció los derechos religiosos de todos los seres humanos, entre los que incluyó a los homosexuales, a los indios de la Amazonia, a los refugiados y a muchos otros pueblos asiáticos y africanos a los que la proverbial soberbia europea consideró siempre como “inferiores”.

Esta actitud comprometida con los sufrientes -ni bien asumió el Papado visitó el principal campamento de refugiados, situado en la Isla de Lampedusa- le valió la desconfianza permanente de muchos poderosos líderes mundiales, que mostraron su disconformidad con las iniciativas del Santo Padre en más de una ocasión.

Laudato si: El legado

Francisco dejó una huella profunda en su paso por el papado. Su proyecto religioso conllevó un cambio profundo. Propuso una Iglesia al alcance de todos, lo que lo hizo popular entre los más pobres, los pecadores y los cristianos que no practican habitualmente los ritos religiosos, antes que entre los practicantes.

En su Encíclica “Laudato Si” (Bendito Seas), Bergoglio se inspiró en la obra de San Francisco, que como no era sacerdote predicaba por medio de “laudas”, es decir, alabanzas que inspiraban a otros a honrar al Supremo. En aquellos tiempos, la salvación del alma era el bien más preciado, al contrario de estos tiempos impiadosos que corren, en los cuales el valor principal es el capital.

En la encíclica, Francisco aboga por la apertura de espacios de diálogo, por el combate contra la corrupción y, en especial propone el cuidado de la casa común -la Tierra en que vivimos- y denuncia las razones por las cuales el planeta se encuentra en peligro: el uso irracional de la tecnología, los intentos de manipular y controlar a la naturaleza, la visión de los seres humanos como seres apartados del medio ambiente, las teorías económicas de enfoque estrecho y el relativismo moral.

Finalmente, Francisco planteó la necesidad de practicar un estilo de vida que se aleje del consumismo, centrado en los valores intemporales y duraderos. Recomienda una educación en el respeto por el medioambiente, en la que el encuentro con Jesús lleve a una comunión con el prójimo y con la naturaleza.

El destino final

Francisco pidió “ser velado como cualquier hijo de la Iglesia”, por lo cual modificó el año pasado el protocolo de su funeral. Los cambios se publicaron en el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis. “El rito renovado, además, debía subrayar todavía más que las exequias del romano pontífice son las de un pastor y discípulo de Cristo y no las de un poderoso hombre de este mundo”, expresaron fuentes vaticanas.

El velatorio en la Capilla de San Pedro durará hasta el sábado, cuando se rece la misa de cuerpo presente y sus restos sean transportados a la Basílica Santa María Mayor, adonde será sepultado en tierra. Su lápida será sencilla: sólo llevará su nombre papal: Franciscus. Hasta en eso cambió las cosas el Papa: sus antecesores, hace más de un siglo que son enterrados en la Basílica de San Pedro, precisamente adonde ahora está siendo velado Francisco.

Francisco, en tierra hostil

En 2015, el Papa viajó a Estados Unidos y habló ante el Congreso. En su alocución, nombró a cuatro norteamericanos ilustres: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Thomas Merthon y Dorothy Day. Los tres primeros son más o menos famosos. Lincoln fue el presidente que abolió la esclavitud. Luther King fue un pastor protestante que lideró la lucha por los derechos civiles, porque hasta el advenimiento del presidente John Fitzgerald Kennedy, en 1961, en los Estados Unidos regía un sistema de “apartheid” muy similar al que existía en Sudáfrica.

Lo curioso fue la inclusión de Dorothy Day en su lista de norteamericanos ilustres. Fue una periodista contestataria, anarquista en sus orígenes, que luego, ya adulta, se convirtió al catolicismo. No fue una cristiana devota, sino una militante por los derechos de los trabajadores, que estuvo presa en varias ocasiones por su activismo. Publicó entre 1933 y 1980 -cuando falleció- la revista “Catholic Worker” (El Obrero Católico), en la que escribieron el poeta trapense Thomas Merthon y el también poeta y sacerdote jesuita Daniel Berrigan. Day fue amiga de todos ellos y de Fidel Castro, entre otras importantes figuras.

Luego, la periodista extendió su movimiento a una 150 “casas de hospitalidad” en Canadá, Australia, Europa, México y Nueva Zelanda. Allí iban a alojarse los pobres y los sin techo. Esa actividad social fue la que destacó Francisco al referirse a ella.

La delegación argentina

El presidente más posteador de la historia argentina, Javier Milei, se disponía a viajar en la medianoche del jueves 24 de abril al Vaticano para asistir a las exequias del papa, después de haberlo insultado en todos los tonos, a cual más soez. “Hay que decirle al imbécil que está en Roma, que defiende la justicia social, que eso es un robo y va contra los mandamientos”, espetó en una entrevista con Viviana Canosa (tal para cual) en canal Nueve.

“Es el representante del Maligno en la tierra, ocupando el trono de la casa de Dios”, lanzó el presidente experto en Teología, Filosofía y tortas decoradas. Luego acusó que “el Papa impulsa el comunismo, entonces no tengo ningún problema de decir lo que digo del impresentable que está en Roma”, disparó el experto en catolicismo, que de la Doctrina Social de la Iglesia se ve que sabe muchísimo.

La historia suele ser relatada por sabios estudiosos, que dejan su legado para la Humanidad, excepto cuando se apropian del relato los mandriles, que sólo saben distinguir los vivos colores de las grupas de las hembras en celo y poco más que eso. Así estamos.

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