Una cosa es el peronismo enjaulado y otra, muy diferente, es el justicialismo en la calle, expresando su voluntad soberana. Es sabido que el movimiento que lideró el General Perón es hijo del tumulto, la protesta y la manifestación de la alegría y del descontento. La calle siempre fue peronista y el encierro fue para sus seguidores la peor enfermedad de los últimos 19 meses, no el Covid-19.
Entre el domingo y el lunes se movilizaron más de medio millón de argentinos –solamente en la Ciudad de Buenos Aires- para apoyar al Gobierno y para dejarle en claro cuál es el rumbo económico que debe tomar. En todo el país, los autoconvocados fueron muchos más.
La política cambió ahora. Si en algún momento alguien en el Gobierno pensó que un mínimo ajuste era posible, modificará rápidamente su punto de vista. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es imprescindible, aparentemente, pero el ajuste que exigen los técnicos del organismo supranacional es imposible, por mucho que se esfuercen, porque podría traer como consecuencia el incendio del país. Al menos eso es lo que se puede leer tras las inmensas movilizaciones del 17 y el 18 de octubre, en las que primó un tono moderado, pero de áspera advertencia.
En esto, el peronismo es único. El apoyo hacia el Gobierno que encabeza Alberto Fernández no estuvo exento de fuertes críticas contra su manera de llevar adelante la política económica, pero el Pueblo en la calle no fue a romper con el Frente de Todos, sino a exigir que lo prometido se cumpla de una vez. Como siempre, resurgió “el subsuelo de la Patria sublevado”, que exige pero espera su momento. El voto de confianza que significó esta movilización dejó en claro que no existe ningún cheque en blanco y que la grave situación en la que dejó el país el Gobierno anterior sólo se puede superar con políticas de desarrollo, no con ajustes similares a los ya vividos.
Matemática electoral: ¿Un retorno?
Paralelamente, en algunas encuestas que encargó la oposición, se detectó que el FdT comenzaba a descontar levemente la ventaja que le sacó Juntos en la Provincia de Buenos Aires. Quizás, en lugar de perder por cuatro o cinco puntos, finalmente el FdT podría perder por dos. Esto, hasta ahora, no da pistas de que se daría vuelta la elección, sino que si se mantuviera la tendencia, el 2023 podría no ser una utopía, aunque aún falte una eternidad. Dos puntos no son una ventaja decisiva.
Para que esto ocurra, en la Casa Rosada debería haber oídos atentos al clamor popular y una consecuente voluntad de construir un proyecto político que hasta ahora sólo se expresa en algunas iniciativas espasmódicas, sin continuidad, sin firmeza.
Algunos referentes aseguran que se están empezando a sentir –muy levemente- algunas de las políticas de reactivación que el Gobierno viene desarrollando, aunque todavía ésta sea una afirmación algo audaz.
Un llamado de atención que generó es que en algunos partidos del Conurbano la ventaja de Juntos no sólo no adelgaza, sino que se incrementa. Esta información sirvió para bajar la euforia de la dirigencia, que ya empezaba a descorchar en el festejo.
La Plaza de Mayo
El 17, la Plaza de Mayo fue el escenario del descontento de la clase media, esencialmente. Como dicen algunos, “los aliados progresistas”. Si bien se cantó la Marchita y se agitaron consignas, la clase obrera sólo se manifestó aisladamente el domingo.
Allí, Hebe de Bonafini fue particularmente dura, con su tono aparentemente ingenuo, al acusar al presidente “porque usted siempre se junta con los ricos, con IDEA, con los grandes empresarios, pero a nosotros no nos escucha”.
Luego la presidenta de Madres de Plaza de Mayo expresó que “usted quiere que le paguemos la deuda de Macri, que es el chorro más grande del país. ¿Qué tenemos que hacer con alguien que se robó el país si al pibe lo matan por la espalda? Le pido que nos escuche, que nos atienda. Somos millones. La mitad de la población está pobre y está más pobre”, finalizó.
De todos modos, Bonafini condescendió en que “todos los que estamos acá somos parte del pueblo que lo votó y que lo va a seguir votando…si se comporta como debe. Y las primeras que vamos a pedir que lo voten somos nosotras, si usted nos acompaña a no pagar la deuda externa”, exigió.
Junto a las Madres estuvieron dirigentes gremiales como Walter Correa (Curtidores) y se hicieron presentes también el gobernador bonaerense Axel Kicillof, el ex jefe de Gabinete y actual canciller Santiago Cafiero, acompañados por la candidata a diputada Victoria Tolosa Paz y el ministro de Infraestructura bonaerense y exintendente de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini.
El Monumento al Trabajo
Con la intención de separar las aguas con claridad, el movimiento obrero convocó a sus afiliados a concentrarse el 18 de octubre en las inmediaciones del Monumento Canto al Trabajo, en Paseo Colón e Independencia, apenas a una cuadra de donde está emplazado el edificio de la CGT.
El monumento es una obra del artista argentino Rogelio de Yrurtia, que lo trabajó en París en 1907, pero que fue instalado en 1922 en su actual emplazamiento, frente a la Facultad de Ingeniería. En él, 14 figuras se afanan en arrastrar una gran piedra, que simboliza el esfuerzo humano. Delante hay cinco siluetas que representan a la familia: el padre avanza, mientras que la madre mira al frente, como escudriñando el futuro y sus tres hijos configuran el símbolo de la esperanza en lo que vendrá.
Allí, junto a ese grupo escultórico, la CGT y los movimientos sociales convocaron a su militancia. El acto consistió sólo en la lectura de un documento, titulado “Nos movilizamos por la lealtad a Perón y su doctrina, levantando las banderas del desarrollo, la producción y el trabajo”.
En su declaración, el Movimiento Obrero dejó saber que “a 76 años de esa fecha, fundacional e histórica, la CGT RA y la totalidad de sus organizaciones sindicales confederadas, nos movilizamos, unidas, por la lealtad a Perón y su doctrina, levantando las banderas del desarrollo, la producción y el trabajo”.
Luego, los sindicalistas advirtieron que “la CGT RA representó y lo sigue haciendo, a la inmensa mayoría de los trabajadores sindicalmente organizados de nuestro país. Y esta responsabilidad de representación mayoritaria que la distingue, nos convoca a: la defensa del aparato productivo nacional; la demanda de políticas económicas que promuevan la generación de empleo genuino; el fortalecimiento de los sistemas de seguridad social y de Salud; el acceso universal a una educación de calidad; el desarrollo con equidad que posibilite un proceso de movilidad social ascendente y una justa redistribución de la riqueza; el reclamo de un compromiso de responsabilidad social empresaria que le cabe a los sectores de mayor concentración económica y la reconstrucción de un Estado presente, regulador de la economía y promotor del desarrollo económico y social”.
En este sentido, la CGT declaró que “el peronismo debe promover la alianza entre la producción y el trabajo, única fórmula que garantiza un crecimiento sostenible con justicia social. Para lograrlo es imprescindible profundizar el diálogo social institucionalizado como instrumento necesario, no para diagnosticar la magnitud de la crisis ni sus efectos en el tejido productivo y social de nuestro país, sino para elaborar en conjunto los consensos que nos permitan poner el empleo productivo en el centro de las políticas públicas para superar la situación que hoy margina a los sectores más desprotegidos, que profundiza las desigualdades sociales y condiciona el crecimiento uniforme y equitativo de nuestro país”.
La importancia del acto estuvo dada en varias demostraciones. La primera es que estuvieron representados todos los sectores gremiales. Inclusive, se hicieron presentes Hugo Moyano –que hace tiempo se había ido de la CGT- y algunos otros dirigentes que no se sienten expresados por la actual conducción. Una postal llamó la atención: marcharon casi codo a codo Hugo Moyano y Héctor Daer, enemigos declarados que, por ahora, declinaron su enfrentamiento en aras de la unidad del Movimiento Obrero.
Las columnas se concentraron a lo largo de la avenida Independencia y marcharon sin concentrarse en un solo lugar, como medida de seguridad sanitaria.
Ese gigantesco paquidermo que encarna el peronismo está de vuelta y ya nada será como vino siendo hasta ahora. Ahora, que sus reclamos sean escuchados o no definirá la suerte de la Argentina en los próximos años.