Son épocas de vacas flacas y poca pastura en el panorama del Pro. El affaire en que se vio envuelto el periodista y figura del espacio amarillo, Fernando Niembro, dejó más dudas que certezas acerca del futuro del Pro. Lo embocaron. Esta semana, la empresa Volkswagen fue descubierta en un ilícito que le puede costar su prestigio de marca líder. Su CEO mundial dijo: “La embarramos mal”. Solamente tres palabras para asumir la verdad.
La pésima decisión de clausurar el galpón operativo de un canal de TV opositor no deja de constituir otro horror político a un mes de las elecciones. Las denuncias empezaron a golpear al macrismo y parecen no tener fin. Esa torpeza contra C5N agravó la situación. Irritó al enemigo. Ambas cosas dejaron un hueco difícil de llenar en un tramo decisivo de la campaña: el discurso de la denuncia con sentido único (hacia los K), del cambio de las prácticas y de la transparencia ya no es propiedad del Pro. Y a esto se le sumó el cercenamiento de la libertad de prensa y pensamiento.
El conflicto desatado por las elecciones en Tucumán no pudo ser definido desde la política y solamente la Justicia provincial logró ponerle el cascabel al gato. Una Justicia más grande pudo a la más pequeña sin necesidad de que se expidiera la Corte, adonde, finalmente, llegará en queja. Muy poco para aprovechar, un horror que pasó de largo sin rédito concreto para la oposición. Chaco sepultó los deseos de Lanata (y de la oposición) con una elección medianamente aceptable para la realidad política en el NEA-NOA argentino.
La conducción de la campaña del Pro está siendo fuertemente cuestionada por estos días. Los números que llegan a la central amarilla no ayudan al optimismo, aunque tampoco sean definitivamente negativos. Dos cosas están bien claras. La estrategia del ecuatoriano Jaime Durán Barba, en el plano nacional, fracasó, y hasta en el inesperado caso de ganar Macri, el “gurú de la antipolítica” ya no será el dueño de ese triunfo. Su lugar lo ocuparán los de siempre, los amigos de toda la vida de Mauricio. Con ellos nació en la política y quizás con ellos desaparezca, arrastrando al ocaso a Gabriela Michetti, la otra parte del error. La segunda certeza es que cada vez se valora con mayor rigor político la difícil victoria de Horacio Rodríguez Larreta, asegurando una continuidad que ya está claro que no es la de los nombres, pero sí de la fuerza que tanto lo necesita. Horacio tiene su lugar en el mundo. Y esa posición en el Pro es casi inigualable. No abundan los triunfadores del Pro en el país.
Una sorpresa para los conocedores de los pasillos porteños es la buena química que se construyó entre el electo jefe porteño y su vice, Diego Santilli. Ambos caminan, piensan y diseñan en silencio el futuro perfil de la nueva gestión mientras atienden en la actividad diaria la campaña de Mauricio Macri. La Ciudad ya cotiza de otro modo. Es momento de un giro que se está gestando, un recambio no solamente de nombres sino en la mecánica política de un proyecto que ya no tendrá a un jefe pesado como el que tuvo, con poder incluso por fuera de la política. Se irán la mayoría de los ministros, subirán otros, con Eduardo Macchiavelli a la cabeza. Tampoco seguirán en vigencia las viejas reglas, todo cambia.
La otra buena noticia para el macrismo en estos magros días es la consolidación de María Eugenia Vidal en un rol protagónico de las grandes ligas de la política argentina. Si no fuera por la capacidad de Daniel Scioli de flotar en aguas turbulentas, su triunfo sobre Aníbal Fernández sería una certeza. En el mano a mano, Vidal, a fuerza de garra e inteligencia, logró derrotar a la pobreza espantosa de la estructura con la que contó. En un territorio enorme y sumamente hostil –por ser el del candidato oficialista–, quedó bien parada en las PASO. Su imagen trasciende a la de las pibas chetas del Pro, y eso la gente lo captó. A la frescura le sumó una inusual firmeza y decisión, para ser hoy la mejor carta que tiene el macrismo para trascender la elección de octubre. Los palos en su contra marcan –además de sus debilidades– su importancia. Todo lo malo va sobre ella ahora, mientras su futuro ya es inevitablemente nacional. Pudo domar el potro que a muchos le queda grande, más allá del resultado final. La Ciudad le quedó chica a la vicejefa. Por eso, ya no retornará. En su buena relación con Horacio se enmarcarán los nuevos rumbos que guíen al Submarino Amarillo.