Desde inicios del año 2.000 diferentes municipios y provincias empezaron a prestarle mayor atención a todo lo referido al reciclado de la basura. Casi todos los residuos que son derivados del consumo masivo, y diario, de productos tienen su procesamiento regulado por ley. Sin embargo hay uno que, todavía, no tiene normativas que lo encuadren como tal en la Argentina: el tratamiento del sebo, el desecho de frigoríficos y carnicerías. Al margen de esa falta de regulación, que sí tienen otros países en el mundo, la industria en el rubro del tratamiento del sebo crece de forma sostenida y se posiciona dentro de lo que se denomina como economía circular.
Por año, de acuerdo a las cifras de la Cámara de Subproductos de Ganaderos, se procesan por año 1,45 millones de toneladas de cebo de las cuales 165 mil se exportan girando divisas por más de U$S 30 millones anuales. Esa industria, que carece de regulaciones del Estado como sí las tienen otras formas de reciclaje, gana cada vez más espacio entre los bienes exportables por su uso como materia prima para biocombustibles, sobre todo para la aeronáutica comercial en los Estados Unidos, y para alimentar granjas de peces en el sudeste asiático.
Mientras el procesamiento del sebo en la Argentina es un servicio que genera puestos de trabajo, divisas mediante su exportación y que tiene algunas empresas relacionadas directamente con el desarrollo de la comunidad en la que están radicadas, es interesante ver cómo en otros países desde la década de 1980 comenzaron a diagramar políticas públicas para regular esa industria por su potencial en la economía circular.
La oportunidad de la Argentina radica, a diferencia de otros países, en la capacidad exportadora como también en los volúmenes de consumo de carne que hay. El escenario de exportación, por la calidad de la carne, más el consumo interno hicieron que en 2022 en la Argentina se faenen 7.666.022 cabezas de ganado. Lo que arrojó un promedio de 47 kilos por habitante en ese mismo año, lo que no representa un techo estadístico sino un piso ya que se han registrado en la última década valores superiores a 60 kilos per cápita por año.
Los residuos de esa faena deben ser tratados de lo contrario tienen como destino rellenos sanitarios, como es el caso del CEAMSE, en donde no pueden ser aprovechados con su reciclaje para ser usados en otros rubros. Ahí, por ejemplo, entran en la ecuación empresas como Rendering S.A y Refinería Sudamericana, en la localidad de Bernal en la zona oeste del partido de Quilmes, que se especializa en la reconversión de ese desecho para poner ser utilizado como insumo en alimentos, biocombustibles y hasta en la farmacéutica.
En Rendering S.A, empresa en donde se cocina a altas temperaturas el sebo, procesan 500 toneladas diarias en el digestor, que es uno de los cinco más grandes del mundo, para luego derivarlas a Refinería Sudamericana (RGS) en donde dependiendo del estado en el que ingresó al inicio de la cadena el cebo se determina su uso. Si lo hace en buen estado, su destino es para la industria de los alimentos. Pero si llega con un proceso de descomposición avanzado, lo que genera olor, se utiliza para biocombustibles.
Rendering S.A como Refinería Sudamericana (RGS) generaron en 2022 exportaciones por U$S 23 millones y en 2021 por 25 U$S millones entre ambos productores derivados del procesamiento del sebo. En lo que respecta a alimentos, por ejemplo, se exporta la harina de hueso y carne a Bangladesh, Tailandia o Vietnam, en donde ese insumo se utiliza en los criaderos de peces que a su vez son un factor clave en la dieta de sus habitantes.
A esa lista de derivados se le agregó a partir de este año la industria farmacéutica que empezó a utilizar el sebo procesado para todos los comprimidos blandos. La clave de ese nuevo negocio es la producción del monoestearato, que se consigue mediante un mecanismo de mayor refinamiento del sebo.