La bala que mató al fiscal Alberto Nisman todavía no detuvo su recorrido. Tal como están planteadas las cosas, nadie puede asegurar cómo terminará esta historia. Es como si el proyectil todavía no hubiera detenido su recorrido y amenazara con alcanzar, de manera metafórica, a otras personas. Una vez que se gatilló el arma, su poder de fuego creció con el correr de los días. Y todos los involucrados en la cuestión temen ser alcanzados por el impacto.
“La verdad es la primera víctima de la guerra”, aseguró el dramaturgo griego Esquilo. Y tal aseveración tiene una honestidad tan brutal que se puede aplicar, sin temor a equivocarse, en la investigación por la muerte del fiscal. Las distintas versiones, los nuevos descubrimientos (que se pasaron por alto al comienzo) y los puntos oscuros amenazan con llevar todo a un callejón del que se teme que no tenga salida.
Pero el eje no solo puede ponerse en la investigación de la muerte. Esta historia tiene una pata política, que es tanto o más importante que la pesquisa. Porque todo se inició por una cuestión política y no al revés.
La primera pregunta que surge, de manera inevitable, es a quién beneficia y a quién perjudica la muerte del fiscal. Y, luego, qué motivó que Nisman abandonara las vacaciones familiares y volviera de manera intempestiva al país para realizar una denuncia, nada menos que contra la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
El fiscal investigaba el atentado contra la AMIA y su equipo estaba integrado por alredor de 80 personas. En mayo de 2008 pidió la detención del expresidente Carlos Menem y del exjuez federal que investigó el atentado desde sus inicios, Juan José Galeano. Este dato no es menor. Según un cable de la diplomacia estadounidense que reveló WikiLeaks, Nisman buscó “congraciarse con la presidenta Cristina Kirchner mediante la persecución de sus enemigos políticos”. Por aquellos años, el fiscal estaba cercano al Gobierno nacional y su principal fuente y contacto en la Secretaría de Inteligencia (SI) era el exjefe de Operaciones, Jaime Stiuso, que participó de la investigación del caso AMIA desde el comienzo. Esto lo congració con los servicios de Inteligencia de los Estados Unidos y de Israel. Es más, la relación entre Nisman y Stiuso fue confirmada, en los últimos días, por el propio fiscal, que dijo que el exagente le aportaba datos y escuchas telefónicas.
La única pista que podría llegar a tomarse para prever los futuros pasos del fiscal fue la presentación que realizó en mayo de 2013, en la que acusó a Irán de infiltrarse en países de América Latina para fomentar actos terroristas. Pero acá no había nada en contra del Gobierno argentino.
Pero los tiempos se aceleraron de una manera vertiginosa y todo ocurrió en pocos días. Porque el caso Nisman no llegó a cumplir una semana.
El lunes 12, el fiscal interrumpió las vacaciones europeas que le había prometido a una de sus hijas y regresó de manera precipitada y con una celeridad inexplicable al país, dejando varada por más de dos horas a la niña en el aeropuerto de Barajas. ¿Qué motivó a un padre a dejar sola a su hija en un aeropuerto extranjero, luego de un atentado como el que ocurrió en Francia? ¿Qué motivación tan grande pudo impulsar esa acción? Este es uno de los misterios claves del enigma Nisman.
El apuro que, en plena feria judicial, tuvo el fiscal para regresar al país y hacer su denuncia pública todavía no tiene respuesta.
Lo concreto es que Nisman, una vez que tocó suelo argentino, denunció y pidió la indagatoria de la Presidenta de la Nación; del ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman; del diputado nacional y secretario general de La Cámpora, Andrés “el Cuervo” Larroque; del dirigente kirchnerista Luis D’Elía, y del jefe de Quebracho, Fernando Esteche.
Según la denuncia de Nisman, el Gobierno, por orden de Cristina, acordó la impunidad de Irán antes de la firma del tratado de cooperación. En el raid mediático que realizó en muy pocos días, el fiscal llegó a afirmar: “Yo puedo salir muerto de esto. Desde hoy mi vida cambió”.
Ante el tenor de las acusaciones, la oposición reaccionó y desde la Cámara de Diputados citaron a Nisman. La presentación era el lunes. Justo al día siguiente de su inesperada muerte.
La oposición la esperaba con ansias, pero desde el oficialismo se aseguraba que las acusaciones eran falsas y que por eso querían que la comparecencia de Nisman fuera pública, para que todo el mundo escuchara lo que tenía para decir.
Y entonces sucedió lo que nadie esperaba. Ni siquiera un día antes de su muerte, el sábado, se preveía el final. La famosa foto del fiscal trabajando en la denuncia que iba a presentar el lunes en el Congreso no hacía imaginar a nadie que al otro día se iba a matar. Es más, los que se mensajearon con él el sábado comprobaron que estaba dedicado de lleno a su trabajo. Entonces, ¿por qué matarse?
Es claro que el mayor perjudicado por la muerte es el Gobierno nacional. Y a raíz de esta conclusión se abren infinidad de interrogantes.
Para el Gobierno nacional, detrás del suicidio está la interna de la SI y, en especial, la mano de Stiuso. Según esta teoría, como Cristina “jubiló” al espía, este respondió a través de Nisman con una denuncia de alto voltaje. Para el Gobierno está más que claro que quien le dio las escuchas al fiscal fue Stiuso. Pero van un paso más allá, y por lo bajo, según las fuentes del oficialismo consultadas por Noticias Urbanas, el propio exagente indujo a Nisman al suicidio para, de ese modo, ensuciar al Gobierno de manera que no se pudiera quitar la sospecha de estar involucrado en la muerte del funcionario judicial.
El poder detrás del poder
“Stiuso no tiene tanto poder. Y aunque es verdad que estaba enfrentado al Gobierno, hasta no hace tanto era un aliado y lo fue por varios años. Es verdad que jubilarlo era como matarlo, y también es verdad que fue el hombre que le facilitó las escuchas a Nisman contra el Gobierno. Lo más probable es que lo haya impulsado a atacar al Gobierno, pero él solo no pudo presionarlo de semejante manera para hacer todo lo que hizo. Acá hay que ver también el papel de la Inteligencia estadounidense y del propio Gobierno de los Estados Unidos, que no veía con buenos ojos el acuerdo comercial de la Argentina, no solo con Irán sino también con Rusia”, le dijo a NU un hombre de la Inteligencia local.
El Gobierno siente que le tiraron el muerto, y aunque no lo hagan público sospechan que esto excede ampliamente a Stiuso. “En este guiso hubo muchas manos pesadas”, señaló un K. Porque tanto para el kirchnerismo como para casi todo el mundo, Nisman no se suicidó por voluntad propia.
La pesquisa
Si la pata política del enigma Nisman es compleja, la pata sobre la investigación de su muerte no se queda atrás. A medida que pasan los días, las dudas, en vez de aclararse, crecen.
En primer lugar, no hay motivos que justifiquen el suicidio. Entonces, la inducción es el eje para investigar el caso. “Hay que centrarse en la escena del crimen y desde ahí se llegará a la verdad. Los puntos oscuros son muchos, por eso no se puede correr detrás de las versiones que se van disparando, ya que la mayoría de ellas están plantadas para correr el eje de la pesquisa y alejarse lo máximo posible de la verdad. Hay que centrarse en dos puntos clave: el papel que cumplió el famoso colaborador que le llevó el arma, quien declaró que el fiscal se la había pedido para mayor seguridad. Este hombre no solo trabajaba en el equipo del fiscal sino que también estaba relacionado con los servicios de Inteligencia. El papel de Diego Lagomarsino debe ser investigado en profundidad”, le dijo a Noticias Urbanas un comisario inspector del área de Homicidios de la Federal.
Tampoco nadie entiende por qué en una situación de la magnitud en la que se encontraba el fiscal, la custodia permaneció fuera del edificio y no registró a la persona que le dio el arma, ni porqué tardó tanto en reaccionar ante la certeza de que Nisman no respondía los llamados.
Que no haya pólvora en la mano del fiscal es sorprendente. Siempre quedan pequeños restos, aunque el calibre sea pequeño. El dato de que la puerta de servicio no estaba cerrada, como dijo el cerrajero, suma más interrogantes. Y que haya una puerta que comunica el departamento de Nisman con el de su vecino complejiza la investigación aún más.
La llegada del secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, al lugar del hecho antes que el juez y la fiscal no tiene lógica. Solo se comprende si la propia custodia de Nisman le avisó antes que a nadie lo que había ocurrido.
El peor de los epílogos
La no preservación de la escena del hecho es sugestiva. No hay que olvidarse que para entrar se tuvo que mover el cuerpo y que según varias fuentes, aunque él ahora la desmienta por obvias razones, Berni entró en el baño antes de que llegara la fiscal.
¿Por qué se cometieron tantas desprolijidades? ¿A quién benefician y a quién perjudican? Estas son solo algunas de las preguntas que más inquietan a los observadores neutrales. Es evidente que la más perjudicada es la verdad.
El enigma Nisman tiene una certeza: el fiscal está muerto. Todo lo que vino después son solo interrogantes, dudas y preguntas que hasta hoy no tienen respuesta. Y, a medida que el tiempo pasa, crece el temor de que no sean respondidas nunca.