Elisa Carrió: chau Provincia, hola Capital

Elisa Carrió: chau Provincia, hola Capital

Las causas que llevaron a Elisa Carrió a elegir presentarse en la Ciudad de Buenos Aires. Cómo queda la estrategia de Cambiemos en el distrito bonaerense.


Desde hace meses que la jefa de la Coalición Cívica hacía correr la versión de que iría a la Provincia a disputar algún lugar en la boleta y ganarle al cristinismo en su bastión. “Estoy dedicada a luchar contra las mafias del conurbano”, dijo una docena de veces ante los medios. Su residencia en Exaltación de la Cruz era un hecho concreto que señalaba que la cosa iba en serio. “Puede ser para diputada, no para el Senado”, intentaban decodificar en el entorno de Elisa Carrió, pero siempre concluían: “Igual, ella nunca nos dice qué hará, solo lo sabe ella”. Hubo hasta una operación mediática contundente desde el radicalismo y sectores del Pro alineados a Emilio Monzó que buscaron impulsar a la cofundadora de Cambiemos como cabeza de lista en Provincia para esmerilar al sector de Marcos Peña y, de paso, dejar más competitivo a Martín Lousteau en la Capital.

Pero ya todo es pasado. Elisa Carrió renunció a su anhelo de competir en el mayor distrito del país, aduciendo cuestiones de salud y echándole el resto de la culpa a la gobernadora, y acaba de anunciar su postulación en la Ciudad de Buenos Aires. Al confirmar su candidatura por el distrito porteño, Lilita aprovechó para chicanear a Martín Lousteau, su posible contrincante en octubre: “No es de Cambiemos”, disparó, al tiempo que remarcó su propia pertenencia a esta alianza. Lo dijo este miércoles en Radio La Red, donde también afirmó: “María Eugenia no creía que yo tenía que ser candidata en la Provincia; me lo dijo. Yo la respaldo absolutamente. Ella y [Jaime] Durán Barba prefirieron un candidato más desconocido porque están seguros de que con ella ganan. Entonces decidimos que yo juegue en la Capital“, explicó.

El sábado a la noche, ante el silencio sepulcral de la mesa de Mirtha Legrand, que oía a la diputada a sabiendas que esa bomba iba a marcar la agenda de la semana, Carrió había adelantado: “María Eugenia no me quiere de candidata”. Lilita había dicho anteriormente que Vidal tenía predilección por el intendente Jorge Macri. Falso. Ni Carrió ni el primo presidencial eran la primera opción para el vidalismo. Quieren gente confiable y controlable para una campaña en la que la cara sea la gobernadora y desean figuras que acaten las directivas sin poner en riesgo la batalla. Esta es la paradoja: los líderes del partido se alegraron de que la candidata que más mide en las encuestas –entre los propios– renuncie a serlo.

El sismo del anuncio de Carrió tiene muchas réplicas. La primera es que hubo un gesto hacia la Coalición Cívica e, inmediatamente, desde la cúpula del vidalismo confirmaron que Héctor “Toty” Flores tiene su lugar asegurado entre los primeros puestos de la lista de diputados nacionales en la Provincia. Eterno ladero de Lilita, fue su compañero de fórmula presidencial en 2015 y es la pata territorial del partido (con base en La Matanza). “También es posible” que aparezca entre los primeros diez nombres Marcela Campagnoli, del entorno más íntimo de la diputada –hermana del famoso fiscal federal– y actual secretaria de Educación en Pilar.

Sin Carrió en carrera, el vidalismo puso barbas en remojo para apostar al crecimiento y la instalación de la figura del ministro de Educación, Esteban Bullrich –el mes pasado se decidió volver a ponerlo en el candelero– sumado a un “equipo de candidatos” (esa es la idea que se baraja hace tiempo), como la titular de la Acumar y jefa del macrismo de Avellaneda, Gladys González, y el médico mediático Facundo Manes (de buen vínculo con el radicalismo). Hasta ahora, ninguno de ellos puede exhibir una buena medición por sí mismos en los sondeos y dependen del arrastre de la figura de Vidal como cara de campaña.

Si bien Bullrich no estaba convencido de jugar –y así lo dejaba trascender, incluso ponía condiciones como no permitir una interna y ser cabeza del binomio senatorial o nada–, parece que su percepción personal ha cambiado. Ahora sí lo entusiasma la campaña, aunque lo obligue a dejar un cargo que siempre quiso, como es el de ministro de Educación. Más allá de los dimes y diretes, hay un hecho concreto: el ministro hizo cambiar el banner de su página personal de Facebook para que se instale una foto de él con la gobernadora, junto a una leyenda que dice “Sumate al equipo de María Eugenia”. En la política líquida del siglo XXI, las señales llegan desde la esfera virtual.

“Todo va saliendo bien”, opinó sonriente uno de los principales operadores de Vidal, sin ocultar la satisfacción por el hecho de que Carrió finalmente no intente disputar la senaduría y les deje el camino despejado para hacer la estrategia que realmente deseaban. Sugestivamente, el intendente de Vicente López y autopostulado precandidato a senador “por ahora” no figura entre los dirigentes que la cúpula vidalista quiere impulsar. El bajo perfil del primo del Presidente confirma esta tendencia.

Esta situación también impacta en el aliado principal de Pro en la Provincia: la Unión Cívica Radical. Allí también se vive una grieta, pero menos ruidosa. El diputado Ricardo Alfonsín, líder del espacio interno Morena, es crítico de la gestión macrista y su deseo es disputar una interna en las PASO con el Pro, y que el radicalismo lleve candidatos propios, a diferencia de lo que ocurrió en 2015.

Sin embargo, su tesitura carece de apoyos en la UCR bonaerense (aunque tal vez no en las bases). La mayoría de los dirigentes prefiere un pacto para una lista de unidad y reconoce el liderazgo de Vidal. Este sector mayoritario lo lidera el vicegobernador Daniel Salvador y muchos de los intendentes del interior provincial.

A diferencia de hace dos años, cuando la competencia principal era por el Ejecutivo y las intendencias, en 2017 la pelea es por conseguir mayorías (o mejor correlación de fuerzas) no solo en el Congreso nacional, sino en las cámaras de la Legislatura bonaerense y en cada concejo deliberante de los intendentes de Cambiemos. El vidalismo y los radicales saben que no es tiempo para experimentos.

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