La tremenda ola de calor que viene afectando al área metropolitana, que incluye a la Ciudad de Buenos Aires, tiende más bien a continuar que a finalizar. El sábado y el domingo, el Servicio Meteorológico Nacional había lanzado la alerta roja, que sigue vigente este lunes, lo que no sucedía desde al año 2013. La temperatura roza en el termómetro los 35 o 36 grados, aunque la tan mentada sensación térmica trepaba este lunes casi hasta los 40 grados.
En este contexto, los funcionarios sufren una pesadilla que agrava la situación y llega hasta entrar de lleno en el mal humor social. Más de 60 mil personas están o estuvieron sin luz, en parte por el consumo excesivo de energía a causa del calor, en parte por la preferencia de los empresarios del sector eléctrico de girar beneficios a sus casa matrices antes que molestarse en invertir sus ganancias en el mantenimiento y la modernización de la red de distribución.
Las previsiones, de todos modos, no son las mejores, porque el mercurio no bajará, sino que se mantendrá en un nivel similar al de este lunes. Hasta el viernes, entonces, los porteños y bonaerenses deberán ejercer el estoicismo, ya que recién ese día se espera que una corriente de aire frío, que traería lluvias y una baja térmica apreciable.
En algunos casos, como en los barrios de Parque Chacabuco y Norte, los cortes ya llevan varios días -tres o cuatro, en promedio- y sufren un mecanismo similar: la luz se corta durante el día, vuelve brevemente por la madrugada y, con el regreso del sol, se corta nuevamente.
El Síndrome de Transilvania
El caso extremo lo vivieron los vecinos del Barrio Villa Hudson, en Florencio Varela, que este lunes soportaban su quinto día sin luz. En esa circunstancia, un camión de Edesur se acercó hasta un transformador para proceder a su reparación. Interrogados por los vecinos, los operarios explicaron que sólo se iban a ocupar de informar acerca de la avería a la empresa-
En ese preciso momento, la situación salió de control y los desesperados vecinos, afectados por el “Síndrome de Transilvania”, que se produce ante una excesiva exposición a la oscuridad, decidieron “detener” a los obreros hasta que Ededur decidiera proveerlos nuevamente del “fluido de la felicidad”, que dota de movimiento a sus artefactos de confort, como ventiladores, refrigeradores y aires acondicionados. Los vecinos temían que los operarios se fueran y debieran sufrir por algunos días más el “aire condicionado”, que los especialistas describen: “cuando hace frío, hace frío y cuando hace calor, hace calor”, sin interferir con el clima. Se puede decir que este fundamentalismo climático, que promueven los amantes de la “vida natural”, no goza de un excesivo volumen de adeptos en Villa Hudson.
Lo concreto es que los operarios, que fueron bien tratados por los vecinos, que les proveyeron agua y alimentos, fueron “demorados” y tomados como rehenes hasta que la empresa Edesur se esmerelo suficiente como para proveerles del fluido feliz.
Entretanto, los cronistas recogieron algunas frases, que figurarán alguna vez en la Antología del Absurdo, que recopile la larga serie de hechos que debieron sufrir los argentinos ante la desidia de los funcionarios y los empresarios.
La primera medida evitable fue una factura de luz que mostró un usuario ante las cámaras, que sumaba la friolera de 2.141 pesos argentinos. Más allá de la energía que consumiera el señor, la paradoja era una tarifa a todas luces -valga la ironía- excesiva, que era exhibida en el preciso instante en que la empresa no cumplía con el comprosmiso que facturaba.
Las quejas de los moradores de Florencio Varela no salían de los patrones comunes a otras anteriores por los apagones que se vienen produciendo desde hace muchos años en la Argentina. Pérdida de comestibles por putrefacción, falta de agua y la quema de algunos artefactos, porque a veces el regreso de la energía llega con sobrecargas eran las menos importantes.
“Duermo en el piso como los perros”, anunció una mujer de cierta edad. Otra relató que “la empresa Edesur nos llamó a muchos de nosotros, uno por uno, para anunciar la vuelta de la luz a una determinada hora. Por supuesto que no cumplieron y por eso estamos protestando acá, en el barrio”, se quejó. Otra mujer dijo que ” a Edesur no le interesa el contribuyente”. Otra, más triste, agregó que “éste es un barrio abandonado. Ni la empresa ni el Gobierno provincial ni el intendente se acercaron para ver qué pasaba”. Ésta última ni siquiera fue una protesta, ni una queja. Sólo una muestra de desencanto.
De esta manera se deteriora la República con la que se llenan la boca muchos, que por supuesto que pasaron los últimos días al amparo de sus splits, quejándose de llenos.