Después del movilizante cierre de listas de Juntos por el Cambio, existe la expectativa sobre cómo se definirá la interna en las PASO del 12 de septiembre. Ante este panorama, las negociaciones, acuerdos y presiones para bajar o subir nombres sólo pueden entenderse en el mediano plazo. Tanto desde el PRO como desde el radicalismo, el mojón está puesto en la pelea mayor: la sucesión de Alberto Fernández en el 2023.
En el caso de la Coalición Cívica, la tercera pata fuerte del espacio, la lógica fue más terrenal: tal como suele hacer (casi siempre con buenos resultados), Elisa Carrió se movió para conseguir lugares expectantes para sus seguidores en las boletas de estas legislativas, con el objetivo de mantener un grupo propio con cierto peso en el Congreso.
La pelea más dura y anticipada se dio en el macrismo. Desconfiando de un Mauricio Macri que levantó la cabeza hasta con un sugestivo libro –“Primer Tiempo”-, Horacio Rodríguez Larreta decidió seguir el consejo de un consultor privado y de otros amigos/rivales de la política y aceleró su construcción partidaria para mostrar poder interno y desgastar al ex presidente.
Esto quedó claro en los cierres de los tres distritos más importantes, en los que Macri no pudo imponer su voluntad. En particular, en las dos Buenos Aires. Allí, en territorio bonaerense, el ex mandatario quería a María Eugenia Vidal. Y para CABA, buscó imponer a su aliada Patricia Bullrich. Larreta contraatacó e impuso a la ex gobernadora María Eugenia Vidal en la lista porteña y a su vicejefe Diego Santilli, en provincia.
El enroque de domicilio implicó un doble triunfo inicial: no sólo por mostrar mayor poder de lapicera que su ex jefe, sino porque sacó de la cancha a Bullrich, que había mostrado ambiciones porteñas para este año y para las presidenciales de 2023. Más allá de que la ex ministra sostiene que su prioridad es esta última, el golpe de no poder encabezar un triunfo seguro en CABA le quitó impulso en la construcción de su futuro.
El porteño también tuvo el plus de evitar la candidatura de Jorge Macri, a quien Larreta no ve, por ahora, con buenos ojos para que lo acompañe desde la Provincia para su aspiración nacional en 2023.
De todos modos, la apuesta tiene sus riesgos: en particular, porque la mudanza de Santilli a la provincia lo(s) arriesga a una confrontación con el radicalismo, que plantó a Facundo Manes, otro de los que sueña con el sillón de la Rosada. ¿Cómo quedarán las chances presidenciales de Larreta si el neurocientífico prevalece en la PASO? ¿Y qué pasaría entonces con las aspiraciones bonaerenses de Santilli?
Por ahora, las primeras encuestas hablan de paridad entre Manes y Santilli, aunque con el ex vicejefe porteño unos puntos arriba.
La lectura inversa, entonces, debe hacerse con Manes. Si gana la interna, recibirá un envión excelente para pensar en algo más grande en 2023. Siempre y cuando, claro, que él o Santilli hagan un buen papel en la elección de verdad de 2021, la de noviembre. ¿Qué sería un buen papel? Un triunfo, obviamente, pero quizá también hasta una derrota acotada, teniendo en cuenta los 15 puntos que le sacó el Frente de Todos a Juntos por el Cambio hace menos de dos años.
Por ahora, las primeras encuestas hablan de paridad entre Manes y Santilli, aunque con el vicejefe porteño unos puntos arriba. Contra el oficialismo, en general, Juntos viene abajo, pero con una brecha en torno a un dígito.
¿Y, si perdiera Manes, se acabarían los planes del radicalismo para el 2023? No. Al menos dos dirigentes ya manifestaron su idea de dar el salto nacional. El jujeño Gerardo Morales, que ya no tiene reelección como gobernador y Alfredo Cornejo, ex mandatario mendocino, que irá como senador este año. Y siempre queda la carta de Martín Lousteau en la manga: si bien se cree que el economista probará otra vez con la jefatura de Gobierno porteña, a esta altura no se descarta nada, ni siquiera el salto hacia el ámbito nacional.