En la oposición, todos los caminos conducen a Larreta

En la oposición, todos los caminos conducen a Larreta

Opinión .


La oposición en la Argentina viene dando un debate interno sobre la identidad que tendrá el espacio en la discusión post pandemia acerca de las políticas económicas y sobre todo –ya lo hacen- sobre la libertad y la seguridad de la ciudadanía. El conflicto se desarrolla de modo bastante silencioso, tratando de no generar pérdidas de electorado mientras no se definan las posiciones y los ganadores.

Claramente, hay diferencias de comprensión de la realidad entre quienes son protagonistas de la gestión y los comentaristas gratis de lo que hacen los demás. A esto se suman a las diferencias históricas acerca del grado visceral de antiperonismo o de la manera de enlazar al voto de centro derecha en el contexto de crisis que se vive en nuestro país (y en el mundo) y el desarrollo de algunos pocos proyectos presidenciales, que buscarán desde la continuidad o en ruidosos cismas, el momento de manifestarse, no antes del 2021.

El universo de aquellos que no votarán nunca a un candidato que tenga que ver con el peronismo, y más aún si entre ellos se encuentra Cristina Fernández de Kirchner, abarca dependiendo del momento, aproximadamente a un 30 por ciento de los argentinos.

Ese botín electoral, que tiene además 25 puntos para sumar entre independientes y diferentes fuerzas menores, que les fueron adversos hace casi un año, es una tentación demasiado grande para las fuerzas y los líderes principales de Juntos por el Cambio que ven que la pandemia anestesió la bronca de la gente con el gobierno anterior y distrajo el foco de la causa de los males que aqueja al pueblo argentino.

En esa grilla imaginaria se ubica por supuesto el ex presidente Mauricio Macri, con su estilo diferente de liderazgo, ese que incluye CEOs, vacaciones extendidas, glamour de alta sociedad, vivir con lo prestado y poco contacto con el pueblo, al que pretende reconquistar desde la distancia. La teoría de la importancia del vecino, del metro cuadrado y de la charla permanente con los ciudadanos no son ni serán nunca el leitmotiv de su accionar político. Ganancias, pérdidas, números, planillas y trolls forman parte de su ADN político.

Con él están figuras que tuvieron alguna relevancia en su gobierno como Patricia Bullrich o gente de su extrema confianza que sólo “moja el pancito con él o no lo podría hacer desde ninguna otra plataforma”.

Del otro lado de Macri la oferta es extensa, teniendo una figura excluyente que es la de Horacio Rodríguez Larreta, pero al que rodean un grupo de dirigente importantes, que curiosamente está encabezado electoralmente por dos mujeres: María Eugenia Vidal y Elisa Carrió.

Ambas tienen por sí mismas una potencia electoral que será decisiva en la conformación del futuro esquema opositor, y por el momento no emiten definiciones. Ambas están relojeando cómo hace Larreta para despegarse de Macri y en ese caso qué les corresponde o les conviene en dicho divorcio. Mientras Vidal es algo más predecible en su lealtad al jefe de Gobierno, Lilita ha hecho de cada ruptura un hecho político a su favor, casi siempre con una candidatura lista.

Mientras tanto Diego Santilli, Cristian Ritondo, Emilio Monzó y Rogelio Frigerio le brindan -además de una pata peronista a Larreta-, una imagen de gobernabilidad nacional que trasciende por lejos los límites a los que llegan sus ministros porteños, todos absolutamente desconocidos en el plano federal, justamente su destino.

Si a este esquema le sumamos la continuidad de los radicales que tienen en Alfredo Cornejo y Martín Lousteau dos figuras distintas pero muy interesantes, además de la estructura nacional, el combo ya tendría un sabor competitivo y renovado para aquella triste imagen de 2015.

Por otra parte, Macri deberá lidiar también con las causas judiciales que ya empezaron a involucrarlo, y que serán enarboladas por el peronismo de manera bastante parecida a lo que hicieron ellos mismos con Cristina. Es, sin dudas, el “piantavotos” más connotado para el sector Nac and Pop.

Rodríguez Larreta mide cada movimiento, toma de a poco algunas espadas que combatieron la última batalla con su adversario y espera el momento justo para dar el zarpazo que lo entronice como líder. No se puede equivocar en nada, su cercanía en la pandemia con Alberto le generó enemigos internos y externos y lo sabe. Pero le dio una estatura política que antes no tenía.

Dependerá de él saber administrarla.

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