Aunque para muchos sea imperceptible, el clima interno en el Frente de Todos recién en estos días se está templando. Tras la dimisión de Cristina, comenzaron a aparecer, al principio tímidamente, los protagonistas que cargarán sobre sí el peso de las difíciles instancias que llegarán en agosto y en octubre.
Los que más demoraron en pronunciarse fueron, como siempre, los gobernadores. Abroquelados en sus provincias, en principio decidieron sólo observar el panorama. Dejaron que todos se expresaran y, finalmente, con el horizonte más claro, dejaron oír su voz.
Reunidos en el Consejo Federal de Inversiones –que es donde cotidianamente se corta el bacalao coparticipable-, elaboraron un documento, en el que destacaron tres puntos principales.
El primero de los ítems aclaró el panorama inmediato. El reclamo fue por un candidato de consenso, con una lista de unidad con carácter federal. Basta de centralismo, exigieron.
El segundo fue un toque de alarma. Plantearon la elaboración participativa de una estrategia electoral que supere la coyuntura, convocando inclusive a otras fuerzas políticas. Basta de acuerdos de cúpulas, subyace tras esta iniciativa.
El último punto –el que se quema con leche ve el bovino y solloza- tiene que ver con las imprevisiones surgidas en 2019, cuando se hizo un acuerdo electoral, sin proyecto político. Los mandatarios provinciales advirtieron que conformaron una mesa política que contribuirá a la construcción de un plan de gobierno que conduzca al desarrollo y la inclusión social.
Las fechas límite
El 14 de junio vence el plazo “de solicitud de reconocimientos de alianzas transitorias y confederaciones para participar en los comicios”.
Luego, el 24 vence el plazo para la presentación de las listas de precandidatos ante las juntas electorales partidarias, pero el proceso no termina allí. El 26, las juntas electorales partidarias deberán haber culminado con el proceso de admisión o rechazo de las listas. Al día siguiente, 27 de junio, deberán ser presentadas las listas definitivas, ya oficializadas, ante los juzgados federales.
El adiós de Cristina
El 25 de mayo pasado, la vicepresidenta cerró una etapa de la política argentina, al anunciar su rechazo a cualquier candidatura. Su voluntad al día de hoy es ésa. El futuro es impredecible, pero Ella manifestó ese día su negativa a atender el clamor de una Plaza de Mayo que hacía años que no se llenaba de tal manera. Más que un deseo de verla en la Casa Rosada, aquel multitudinario grito “Cristina presidenta” sonaba como un clamor de rebeldía ante los mismos que la condenaron a un exilio interno, a la vez que conculcaban todas las conquistas conseguidas durante los doce años de gobiernos populares.
El único –y no menor- patrimonio de Cristina es su prestigio y su lucidez. También retiene contra viento y marea a un electorado cautivo, sin el cual el éxito del peronismo sería imposible.
El clamor que se escuchó en la plaza aún no fue leído. El público que sigue a Cristina no es un público mudo y el 25 de mayo habló. Quizás Ella se dé cuenta en algún momento de que el candidato en el peronismo es siempre una síntesis. Ella sintetiza, los demás, no. Conducir al conjunto es una tarea que exige hablar con los impuros, con los malos y, quizás, hasta con los enemigos. Ella fue capaz de hacerlo, en algún momento.
De todos modos, según el General Perón, “los que en política quieren manejar un orden perfecto suelen morir de una sed desconocida, porque en política difícilmente existe un orden perfecto. Por eso, el que anhele conducir políticamente, ha de acostumbrarse a manejar el desorden antes que el orden”. En este desorden se desenvuelve el Frente de Todos en estos momentos. La idea de una conducción integral es, literalmente imposible aquí y ahora. Ésa es la debilidad de la dirigencia, que incluye hasta a la propia vicepresidenta.
Se abren nuevos espacios
En este contexto, la nueva era que se abrió tras el desestimiento de la expresidenta comenzó a tomar forma este martes en el CFI. Todos juegan en política, pero hasta ahora sólo Sergio Massa y Uado de Pedro jugaban en el primer nivel. La CGT se muestra descuartizada en varios sectores. Uno de ellos apoya la candidatura de Daniel Scioli. Otro, la de Sergio Massa. De Pedro convoca al sindicalismo combativo que se alinea detrás de Rubén Furlán y de Sergio Palazzo. No hay síntesis ni unidad.
Los gobernadores, en tanto, jugaron fuerte en los primeros planos. Definieron política, aunque sin dar nombres. Eso vendrá en unos días. Los manuales de la buena política, que hoy no son best-sellers, aconsejan definir antes las prioridades que los candidatos.
En este tiempo inédito de un peronismo sin líderes, la amenaza de dispersión es fuerte. De allí, la dificultad ante lo que viene. Alberto preside, pero no define. Cristina lidera sólo a un sector, que contiene a tantos no-peronistas como peronistas. Massa es un extrapartidario. A Uado aún le falta rodaje. Scioli es un fugitivo del éxito, que se empeña en alcanzarlo, sin conseguirlo. Rossi es sólo un jugador al que Alberto Fernández sacó del banco de suplentes para que obstruya al talento enemigo, que para el presidente es Cristina.
Esta danza de candidatos, algunos lanzados a la bartola, dan como resultado un mejunje difícilmente digerible.
Una posible candidatura de Sergio Massa, que al igual que los gobernadores exige una lista de unidad, es azarosa. Su peor enemigo no es el votante argentino, sino la inflación y los desatinos que cometió el mismo gobierno del que forma parte y al que intentó salvar de la debacle con bastante enjundia.
El otro posible postulante es Uado de Pedro, un juvenil de buena imagen, que aún no alcanzó su cénit político. Si fuera finalmente el elegido para aspirar a la presidencia, significaría que en el FdT se evalúa anticipadamente una derrota segura.
El último, a no ser que surja un candidato sorpresa, sería Axel Kicillof, que no quiere ni oír hablar del tema. Es uno de los kirchneristas que más mide –más que De Pedro-, pero a la vez plantea un dilema de difícil solución. Sacarlo de la gobernación bonaerense para lanzarlo a la presidencia podría significar perder la Provincia de Buenos Aires, que es la llave para no perder la Nación. Desvestir a un santo para vestir a otro no siempre da resultado. El dilema se resuelve positivamente sólo cuando el territorio ganado es mayor que el territorio perdido. Lo que no sería el caso.
El obstáculo
Los cuerpos orgánicos del peronismo hablaron, lo que debería resultar en que Daniel Scioli y Agustín Rossi dieran un paso al costado y se allanaran al candidato que surja de una negociación interna. Pero detrás de ellos habita la malicia.
Alberto Fernández lanzó hace dos años la idea de que su sucesor surgiera de una primaria, sólo para obturar el paso al kirchnerismo. Si lo hizo por rencor contra su jefa política o por un frío cálculo político no es un dilema difícil de resolver. El rencor no es político, los acuerdos subterráneos, sí.
La dificultad del “no”, hasta hoy
Su método preferido es la procrastinación. “Dejámelo ver”, “lo voy a pensar”, “dejá que lo consulto con Santi (o con Juan Manuel)” suelen ser sus respuestas preferidas ante quienes le llevan un proyecto. Su interlocutor, desde ese mismo momento, va a sufrir del mal de la espera infinita, para el caso de que su propuesta no sea de su agrado. Jamás va a proferir un no, ni tampoco va a elaborar una respuesta definitiva. Siempre es la espera.
La única ocasión en que ejerció el arte de la negativa fue este mismo martes, cuando recibió la visita no programada de Sergio Massa, que lo fue a ver para exigirle que desista de su idea de definir en las PASO al candidato peronista. Massa amenazó con abandonar el gobierno si su propuesta no era escuchada, lo que sería catastrófico para el Frente de Todos. Quizás por eso, la amenaza sonó desmedida, viniendo de quien pretende ser el candidato de la coalición, aunque no habría que descartarla.
Sería apresurado sacar conclusiones acerca del resultado del encuentro con su ministro de Economía, que abundó en rispideces, pero el Plan Fernández de obstruir los caminos a su vicepresidenta permanecerá en pie. El presidente no puede construir políticas –lo demostró durante cuatro años-, pero conserva íntegra su capacidad de daño y por ahora se circunscribirá a ella.
El sábado que viene se reunirá el congreso del Frente Renovador, que definirá los pasos a seguir. Existe la posibilidad de una ruptura, aunque hay quienes están poniendo hielo en las heridas.
Al fin y al cabo, el bote es uno solo y sus tripulantes no tienen otro camino que mantenerlo a flote de cualquier modo. Debajo, despiadados tiburones acechan.