Como si el caso de Córdoba fuera sólo el inicio de una carrera de obstáculos, ahora en Tucumán los cuatro precandidatos de Cambiemos no se dan tregua, no hacen acuerdos ni permiten que reine la armonía en la provincia. Por esta razón, el jueves todos ellos se reunirán con el bombero Marcos Peña -que ya se está hartando de ejercer con tanta frecuencia el arte de apagar los fuegos radicales-, que, acompañado por Rogelio Frigerio intentará convencerlos acerca de las ventajas de la paz.
Hoy por hoy, los inscriptos en la carrera son el diputado radical José Cano, extitular del fallido Plan Belgrano; la senadora radical Silvia Elías de Pérez; el peronista Domingo Amaya, que fue intendente de la Capital entre 2003 y 2011 y actualmente es secretario de Interior y fue el candidato a vicegobernador de Cano en la elección provincial de 2015 y el ínclito Alfonso Prat Gay, cuyo lazo con la provincia es la propiedad del ingenio Leales, que perteneció a su familia por 60 años, entre la década del 30, hasta los 90.
De todos modos, la propuesta de Peña y Frigerio tiene de todo menos política, ya que se limitaría a plantear que se arme un pool de encuestas para designar en la fórmula a los candidatos que mejor miden para la elección del nueve de junio. La dificultad para la definición es que en Tucumán no existen las primarias y en la Casa Rosada se horrorizan ante la sola idea de que se repita en la provincia norteña la feroz interna que desangra a Córdoba, que tendrá su colofón el 17 de marzo.
El tiempo apremia, porque el nueve de mayo deberán estar cerradas las listas de candidatos y “bajar” las aspiraciones de los postulantes sólo por medio de una encuesta sabe a poco. Convencerlos no será fácil, porque Cano se movió en los últimos años como el único jefe del radicalismo y sacarlo de la carrera si no midiera más que sus competidores no sería fácil.
En la Casa Rosada, sus operadores electorales prefieren a la senadora Elías, que guarda una imagen más afín a su bajada de línea, pero no mide más que Cano en las encuestas realizadas hasta ahora. Un estudio de mercado reciente le entregó a Cano 23 puntos, relegando a Elías de Pérez al segundo lugar, con 21 puntos. Prat Gay, entretando, obtendría en la misma encuesta unos sorprendentes 20 puntos. Aparentemente, el peronista Amaya será la Cenicienta de este momento, ya que ni siquiera fue incluido en el sondeo. Una dudosa medición de imagen ubicó a la senadora tucumana en el primer lugar, lo que le dará cuerpo a los deseos de la dupla Peña-Frigerio.
El antecedente cordobés fue muy emblemático en cuanto a la dificultad del Pro para lidiar con sus aliados radicales, siempre prestos a ejercer el deporte que más les gusta y que mejor les cuadra: el deporte de la interna.
De todos modos, la provincia mediterránea es un caso especial. Hasta 1999, la preeminencia radical fue absoluta, pero el advenimiento de José Manuel de la Sota le dio un giro de 180 grados a esa realidad. Y es pertinente recordar que el último gobernador radical fue Ramón Mestre, el padre y homónimo de uno de los postulante de Cambiemos, que se negó a permitir que Mario Negri fuera el elegido de la Casa Rosada y se anotó en la carrera a pesar de la orden presidencial en contrario.
En Tucumán, la tradición no es la misma. Allí, el peronismo fue gobierno muchas veces, excepto en épocas dictatoriales y en el interregno del exgeneral Antonio Domingo Bussi, entre 1995 y 1999. Desde 1983 se sucedieron, entonces, ocho gobernadores y un interventor peronistas.
Peña y Frigerio les realizaron la misma propuesta -el tímido pool de encuestas- a los candidatos cordobeses y fue rechazada categóricamente, provocando una crisis que incluyó no sólo la pelea entre Mestre y Negri, sino que arrastró hasta al propio ministro de Defensa, Oscar Aguad, cuyo yerno y colaborador, Rodrigo de Loredo, fue seducido por la propuesta del intendente capitalino para ser su sucesor, al mismo tiempo que él se postule a la gobernación. Tras la deserción de De Loredo, su suegro vio intervenido su ministerio, de la mano de Peña, que instaló a una funcionaria de su riñón para tomar decisiones.
La propuesta que recibirán los tucumanos el jueves adolece de demasiadas limitaciones, por lo que corre peligro de sufrir el mismo destino que en Córdoba, aunque en Tucumán la rebeldía no será la misma porque depende de otros factores.