Unos 135 millones de personas inscriptas en el padrón estarán en condiciones de ejercer su derecho al voto la semana próxima en Estados Unidos, en una elección que cuenta con cinco fórmulas presidenciales sobre las cuales el voto anticipado dentro y fuera del país permitió que se expidieran ya casi 30 millones de personas desde el 22 de setiembre pasado.
Las actuales serán las 58ª elecciones presidenciales de los Estados Unidos de las cuales surgirá, obviamente, el presidente número 58, quien regirá los destinos de 318,9 millones de personas que habitan ese suelo y los territorios anexados en otras partes del mundo.
Desde 1845 los norteamericanos votan en Estados Unidos invariablemente el primer martes de noviembre, siempre que esté precedido de un lunes del mismo mes. Como en 2016 noviembre comienza un martes, la elección se realiza el martes 8 de noviembre.
La elección del día de la semana no responde al azar sino a una decisión con razones fundamentales. No votan un domingo para respetar las varias creencias religiosas que reclaman oración para ese día. Tampoco lo harían un lunes para evitar que quienes tienen que viajar lo hagan ese mismo día o el día anterior, domingo de oración. Además, el martes es un día laborable en el que los estadounidenses no dejan de trabajar, piden permiso si están sindicalizados.
Las elecciones estadounidenses son indirectas, la mayoría de sufragios no indica definitivamente el triunfo electoral. Es la cantidad de electores -o compromisorios- por Estado electos al Colegio Electoral quienes definen la fórmula ganadora. Este cuerpo es también el que toma el juramento a los ganadores. Es decir que los sufragantes no eligen en forma directa al nuevo presidente sino a través de los delegados (electores) de sus Estados.
Como ejemplo, se puede decir que una de las cinco fórmulas presidenciales que competirán podría llegar a ganar una mayoría de votos en todo el país y aún así no alcanzar presidencia. Será la suma de los delegados que cada candidato logre en cada Estado lo que indicará la mayoría. Los Estados poseen un cupo de electores de acuerdo a al número de diputados y senadores que se hayan elegido en la elección anterior.
Así es como el Colegio Electoral se constituye en la institución que designa al presidente y al vicepresidente de los Estados Unidos. Para acceder a la presidencia de los Estados Unidos las fórmulas deben alcanzar 270 delegados sobre un total de 538 que completan el cuerpo.
El candidato que gana en el Estado, aunque sea por un voto gana todos los delegados al Colegio electoral, salvo en dos Estados donde la distribución es proporcional, Maine y Nebraska.
La cantidad de electores por Estado es diferente, y por esa razón algunos de ellos se convierten en territorios de mayor puja, como lo son Ohio y Florida, donde la movilidad de las preferencias hace que los votantes salten de un partido a otro en cada elección.
Los Estados clave son Florida (29 electores), Ohio (18), Carolina del Norte (15), Nevada (6), Minnesota (10), Indiana (11), Iowa (6), Maine (2) y Arizona (11). Ohio es particularmente importante en esta elección porque contiene centros urbanos grandes como Cleveland, pero también zonas rurales de enormes extensiones y zonas industriales muy castigadas en cuanto a la producción y el empleo. Las diferencias electorales en este Estado suelen ser sumamente competitivas y las diferencias en los votos oscila generalmente entre los dos y los cuatro puntos.
Florida es el Estado que más delegados aporta al Colegio Electoral y el voto latino tiene un peso considerable. En las dos últimas elecciones la inmensa comunidad latina apoyó a Barack Obama. En este distrito se verifican también los cambios democráticos que se han producido en todo el país. Allí surgieron bloques electorales fuertes como el de las mujeres, los afroamericanos y los latinos que adquirieron un fuerte peso en las elecciones anteriores.
¿Y si nadie alcanza los 270 delegados?
En el caso poco probable de que ningún candidato obtenga los 270 votos electorales en diciembre, la votación para elegir al nuevo Presidente recae en la Cámara de Representantes con su nueva constitución. Un proceso similar se lleva a cabo en el Senado para elegir al Vicepresidente.
La única ocasión en que esto ha pasado fue durante la elección de 1824, cuando John Quincy Adams recibió la mayoría de los votos de la Cámara de Representantes después de que ningún candidato ganara la mayoría del Colegio Electoral.
La votación temprana
Estados Unidos es un país que se ha caracterizado históricamente por su alto grado de pasividad electoral. Esa falta de interés se fue modificando con el tiempo del mismo modo que su población se transformó en cuanto a la conformación etaria, el crecimiento de raza y la inmigración extranjera de las últimas décadas.
En 1992, apenas 7% de los estadounidenses había votado temprano, típicamente mediante votos para ausentes, que generalmente solo pueden obtenerse por una buena razón como enfermedad, o por estar lejos de su lugar de votación el día de los comicios.
Las cifras de votación temprana este año en 37 Estados que permiten ese procedimiento, muestran un notable incremento con respecto a 2012 y se espera que hasta el próximo martes ya haya emitido su voto el 40% de los electores.
El sistema de voto temprano se adapta perfectamente al estilo de vida de los Estados Unidos.
La incidencia de las encuestas en la elección
Como en casi todo el mundo, las encuestas orientan –y a veces desorientan-, pero no determinan.
Las encuestas de los últimos días de la campaña se deslizaron por un andarivel apartado de la metodología fijada por el sistema electoral, es decir de la cantidad de electores que se necesitan para el Colegio Electoral. Midieron la intención de voto en cada uno de los territorios.
Fueron más una herramienta de incidencia sobre la opinión pública, especialmente en los distritos denominados “swing”, es decir donde la incertidumbre es alta, o “competitivos” donde la lucha es muy pareja entre los dos principales contendientes.
El objetivo de urgencia de los equipos de campaña estuvo dirigido a mover al electorado para ir a votar y a sumarse a la conquista de otros votos todavía reticentes.
Aún cuando la guerra de encuestas sea trasmitida profusamente por los medios de comunicación, como ocurre también en Argentina, y hagan sentir su poderosa influencia en el criterio de los votantes, habrá que ver en qué medida se cumplen esos vaticinios en la elección del 8 de noviembre.
Cuántos electores deben ganar los candidatos en cada Estado:
Pese al poco tiempo que resta para que los candidatos crucen el disco, los ataques de un bunker a otro no cesan, ni en estos ámbitos se respira clima de tranquilidad. Todos están pendientes de golpes de último momento, aún después de que haya finalizado el mes de octubre mes en el que se produce, casi siempre, una “sorpresa de octubre”.
La “sorpresa de octubre” apareció para favorecer a Donald Trump cuando el FBI insinuó que podría reabrirse el caso de los e-mails contra Hillary Rodham Clinton. En noviembre, el equipo de campaña de la candidata femenina exhibió un spot de campaña sensibilizador en extremo sobre la conducta de Trump respecto de las mujeres. En esa pieza publicitaria se enfatiza “lo que dijo” “lo que hizo” y “lo que piensa” verdaderamente Trump sobre el género femenino.
La carrera electoral dio vuelta el codo y los candidatos cabalgan sobre la recta final, cabeza a cabeza.
Además, desde las páginas del mayor diario estadounidense Washington Post, se perfila un empate entre Trump y Hillary.