La historia cuenta con lujo de detalles que un mediodía de tragedia nacional un grupo de caballos locos había desayunado intranquilizantes.
Aquel 20 de diciembre de 2001 la muerte se apoderó del centro porteño y sus más leales cancerberos ejecutaron la peor de las faenas.
Los policías de la Guardia de Infantería montaron equinos desbocados de furia y el descontrol llegó a tanto que hasta arremetieron contra un grupo de periodistas que estaban apostados a un costado de la Casa Rosada, junto a los vehículos, claramente identificados con los medios a los que pertenecían, sin ahorrar arremetidas furiosas, a lo que se le agregó el revoleo de los bastones oficiales.
En esa jornada la interna por la sucesión de la jefatura de la Policía Federal se dirimió en las calles. Los duros que impulsaban el desplazamiento del tibio ex capo de la Policía Científica, el comisario general Rubén Santos, que había llegado a la cima de la mano del Presidente radical Fernando de la Rúa, ya habían elegido a su sucesor.
El nombre del operativo comisario general Roberto Giacomino tenía todas las fichas y para su desembarco final sólo faltaba un detalle: que la represión callejera del 20 estuviera a cargo de los integrantes de la Guardia de Infantería.
“Si la querés pudrir no hay nada mejor que mandar al frente a los ‘cabezas de tortuga’ (por el caso de los policías de Infantería) ya que en la fuerza son considerados el estrato más bajo, con la peor formación y muchas posibilidades de perder la cabeza ante la menor insinuación de algún manifestante. Por eso se los suele utilizar para la seguridad en los partidos de fútbol y no son nada aconsejables en las protestas callejeras. Por eso me llamó poderosamente la atención que se decidiera enviarlos a la Legislatura el último lunes, algo no común y con el agregado de que enfrente de ellos estaba uno de los gremios más pesados en cuanto a trifulcas varias como es el de los camioneros del hombre fuerte de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano. Y encima contaban con la ayuda de los taxistas de Hugo Viviani. Con esa data previa era previsible el combate, que además, contaba con la frutilla de tener a su disposición todas las cámaras de televisión. Nada de eso fue casual. Era evidente que la cana estaba mandando el peor de los mensajes al poder político. No sólo a la Presidenta electa Cristina Fernández de Kirchner (CFK), sino también al próximo jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri. Aparte ustedes mismos adelantaron la interna policial al escribir sobre la sucesión del jefe de la Federal, el comisario general Néstor Jorge Valleca, un duro que no sería del agrado de Cristina ”, explicó con parsimonia y lentitud de profesor universitario el ex subcomisario de la Federal que dialogó con NOTICIAS URBANAS sobre el desmedido descontrol azul que tuvo como escenario las calles cercanas al Palacio Legislativo.
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A pesar de que la frase es de manual, su efectividad nunca sufrió un traspié. Una imagen vale más que mil palabras se convirtió en una de las muletillas más utilizadas en las redacciones de todo el mundo. Pero no por eso perdió contundencia.
El enfrentamiento del pasado lunes es una clara muestra de su vigencia. Sobre todo una escena que parece extraída de un film yanki de acción berreta y tiene como protagonistas a un uniformado y a un manifestante.
Aunque la cámara se mueve con pequeños tics que recuerdan a la corriente cinéfila del DOGMA, que impulsó el director nórdico Lars Von Trier, la violencia se percibe con una intensidad brutal.
Aunque el manifestante, que evidentemente ya fue golpeado, se encuentra tirado en el piso de la calle Perú a centímetros de la Legislatura, el enajenado policía de la Guardia de Infantería no tiene piedad y le sigue pegando con el bastón, casi mecánicamente, en distintas partes del cuerpo sin que el hombre oponga ninguna resistencia. Nunca tuvo la intención de detenerse, ya que sus golpes terminaron por la acción de un compañero del uniformado, quien se dio cuenta de que la acción estaba siendo filmada y se llevó del lugar al muchacho del bastón oficial.
“Esa secuencia esconde un verdadero mensaje mafioso. Primero, porque hasta ahora ninguna autoridad de la Federal se hizo cargo del fallido procedimiento y como segundo dato hay que agregar la versión extraoficial de que el propio Valleca sabía lo que podía pasar, más tarde se enteró de lo que pasaba y dejó hacer. Con lo sucedido se les demostraba tanto a Cristina como a Macri que la cana puede pudrir la calle en un abrir y cerrar de ojos. Lo que le quisieron decir a CFK es que cualquier cambio en la cúpula debe contar con el consenso interno, y por el lado del ingeniero existe un malestar ya que cierto sector importante y de jerarquía de la Federal se sintió manoseado ante las promesas de futuros cargos en la supuesta nueva fuerza de seguridad propia que debería tener la Capital Federal”, confesó casi en susurros ante este semanario un oficial de alto rango que integra la policía.
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Pero no sólo los azules pasaron un mensaje. También los sindicalistas hicieron lo suyo. “El tema del proyecto del sistema de puntos en los registros de conducir, que terminaría por retirarle la licencia a los automovilistas que se empeñan en repetir infracciones de tránsito fue una excusa. Hay un dato no menor sobre lo que le faltaba por trajinar a esa iniciativa, ya que el lunes no se definía nada y todavía el proyecto debía ser analizado por tres comisiones legislativas más y luego de eso faltaba la prueba final del debate en la sesión de los jueves. Con esto no le quiero quitar la responsabilidad que tuvo el titular de la Comisión de Tránsito y Transporte de la Legislatura, Jorge San Martino, ya que fue poco claro en las conversaciones que mantuvo el mismo lunes con los representantes de los camioneros y taxistas. Pero está claro que los gremialistas agrandaron la cuestión de una manera impresionante y jugaron a dos puntas. Por un lado, tanto Moyano como Viviani, le habrían prometido a las máximas autoridades del Palacio Legislativo que la protesta se desarrollaría en calma. Sin embargo, otra versión culpa a los trabajadores por el inicio, nada claro, de los enfrentamientos. Y en estos temas no hay que ser ingenuo. La realidad indicó que Hugo Moyano también mostró sus cartas y con la trifulca le pasó un mensaje a Cristina sobre lo problemático que sería sacarlo del Secretariado General de la CGT, sin consecuencias concretas, que se traducirían en incesantes reclamos gremiales de los camioneros y los sindicatos afines a Don Hugo, como es el caso de los taxistas. Moyano sabe que no es el favorito de CFK para comandar la CGT y que los rumores sobre posibles sucesores se multiplican con el correr de los días. Ante esa coyuntura el enfrentamiento en la Legislatura huele a armado sindical-policial”, relató a este medio un operador muy cercano a un ministro K.
Con tantos intereses en juego la Legislatura se convirtió, por los designios del azar, en el teatro de operaciones de una guerra de aparatos, en donde un cartero con modales de bajo fondo llamó dos veces.