El funcionamiento de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires constituye una de las incógnitas que acechan a diputados oficialistas y opositores. La inquietud no radica en la capacidad de conducción que tienen las actuales autoridades sino en un funcionamiento general cuasi esotérico, donde se mezclan determinaciones ejecutivas y legislativas y viceversa.
Quien conoce la mecánica de las decisiones parlamentarias acaso pueda entender que la mayoría que posee el macrismo (y sus aliados de la Coalición Cívica, entre otros) no se expresará eternamente en el tiempo como ?la máquina de votar? que gana siempre y no busca jamás consensos. Esa no es la tradición del distrito. En ese sentido difiere mucho del Congreso Nacional, en especial durante los gobiernos de Carlos Menem y de Néstor Kirchner. Allí no se discutía nada, estabas a favor o en contra, y precisamente, por estos días se están cerrando acuerdos -bajo formato "mayoría automática"- con la cual Cristina Fernández afrontará sus requerimientos legislativos. La discusión interna no es uno de los fuertes de este gobierno. Sí lo es el verticalismo y la sumisión con que manejan a justicialistas, radicales o provinciales.
Santilli, vicepresidente primero de la Legislatura, está lidiando con algunas consecuencias de la debacle de Rodríguez Larreta en su (fallido) doble propósito: primero postularse candidato a jefe de Gobierno, luego primer legislador. Para que eso fuera posible, se conjuró un importante número de legisladores, que a la fecha sólo mostraron esa pericia. Porque a la hora de los bifes, son los viejos Pro, los que soportan el chubasco cuando los pesos pesado de la oposición intentan fáciles fintas oratorias y avanzan sobre los púberes oficialistas. La inocencia (que en política no existe) o el desconocimiento de la nueva trova oficialista, es palmaria. Difícil resulta la tarea de Oscar Moscariello, quien debe conducir -mesa mediante- a los recién llegados, y eso que pertenece a una fracción minoritaria del Pro (es del Partido Demócrata Progresista), aunque quizá sea una de sus virtudes, algo en lo que seguro pensó Macri (¿y sus pares?) para que ninguno de los grandes se quedara con el conjunto. Más allá de conjeturas, "Diego", como le dicen a Santilli aquellos que necesitan sentirse cerca de lo que imaginan es el poder, en realidad se debe desdoblar en dos funciones: la institucional, la conducción de la Legislatura, y su administración, pero además debe sumar la tarea de mantener la unidad de los macristas ya que por antecedentes, personalidad y situación, es el único que puede contener al conjunto (el otro es, claro está, Macri). Los dos, Santilli y Moscariello, representan la guardia pretoriana del Supremo.
En la agresividad y el escalpelo a fondo mostrado por Macri al comienzo de la gestión Macri (aunque desde el poder lo relativicen), asombra la falta de espacio para el disenso o el consenso espurio. Igual que los K, a favor o en contra. Y punto.
Santilli, "el Colorado?, sintió en carne propia lo que es el pánico después de la embestida de Macri contra la Obra Social de los municipales y más todavía cuando aquellos duplicaron la apuesta con una movilización y la amenaza de un paro de 72 horas. Sucede que Legislandia es uno de los reductos históricos de SUTECBA, no tanto por la cantidad de afiliados sino por su peso político y capacidad de daño. La estrategia pensada en Bolívar 1 terminaría estallando de la peor manera en Perú 130, con el aval en el recinto a la designación como interventor de la ObSBA de Jorge Rey. Pero la situación se volvió a encarrilar cuando la cámara oculta en la Avenida Rivadavia dejó mal parados a los sindicalistas e hizo que el jefe máximo, Amadeo Genta, levantara el paro, abriendo la puerta a un acuerdo de paz transitorio, luego de reunirse con el mismísimo Macri. La sesión fue un trámite, los K huyeron tras una breve conferencia de prensa y los ibarristas (salvo Aníbal que estaba en el Aconcagua con su hermana) no estaban en el edificio. Eso sí, resistieron sin dar quórum, de manera testimonial, Martín Hourest, Patricia Walsh, Liliana Parada y el socialista Julián D?Angelo.
A propósito del socialismo, son muchos los que piensan que uno de los problemas que tendrá la centroizquierda para acumular poder será el líder del partido en la ciudad, Roy Cortina. Mientras el ex secretario de Descentralización de Telerman estaba al comando del partido pero compartiendo cartel con el fallecido Norberto La Porta y Héctor Polino, el tablero era heterogéneo, pero permitía jugar diversos juegos y una mayor visualización del PS. La rigidez que le impone Cortina a su esquema político-partidario, hace que sea muy difícil que pueda sumar voluntades que si bien no están lejos en lo ideológico, sí lo están en la metodología. La centroizquierda porteña está atravesando su peor crisis luego de los gobiernos de Ibarra y de Telerman y de la derrota -K incluidos- ante Macri en junio pasado. La sufren, entre otros, Raúl Fernández, Alejandro Rabinovich y Fernando Cantero.
Ibarra hace lo que puede y mientras aprovecha los numerosos huecos que le dejan los Festilindo, a veces se come un contraataque como el del Colegio La Salle. De alguna manera le recordaron que él también fue gobierno y antes de hablar ?gratis?, deberá hacer memoria. Desde que tuvo la entrevista con el ex presidente, Ibarra sabe que tiene un lugar bajo el paraguas K, aunque no tiene claro cómo usarlo, sólo tiene un objetivo: volver a la jefatura local. Su hermana Vilma lo acompaña en el intento, como siempre, pero desde otro lugar diferente, miembro objetivo del gobierno nacional, cultiva la lealtad a CFK, algo que su hermano ignora, nada personal, sólo por definición.
Compartiendo la otra pata del albertismo, el Frente para la Victoria tiene un doble comando que por ahora funciona de manera aceitada y que en la única sesión del año, compartieron cartel públicamente en la conferencia de prensa. Es la dupla Diego Kravetz-Juan Manuel Olmos. Es imposible entender la lógica kirchnerista de este distrito -y su táctica legislativa- si uno de ellos faltara en esta etapa. Después hay tropas propias, lejanas y cercanas, pero en esos nombres se sintetiza un compuesto que seguramente decantará rumbo al 2009: intentará perforar la cuarta parte del electorado porteño desde el gobierno nacional.
Los "actores" sociales son visibles: los K, Santilli, la Coalición Cívica de Enrique Olivera y sus "lilitos", garantía que le asegura al macrismo la diferencia (léase mayoría permanente). Hasta tanto se buscan, se atacan, se juntan, se repelen, en fin: hacen política, le brindan gobernabilidad a la Casa con proa al 2009, cuando las legislativas quizá lleven a ese instituto a parecerse a Ganso Verde. O no. n