Un mundo de fuegos, agua y barcos

Un mundo de fuegos, agua y barcos

Una aproximación a la historia, el presente y el promisorio futuro de un lugar que fue declarado patrimonio cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación.


El espíritu de Benito Quinquela Martín recorre cada rincón del museo que, enclavado en el corazón de la Boca, lleva su nombre y alberga su obra, además de otras que pertenecen a los mejores pintores argentinos del último siglo. Paradoja de la vida, el artista que nunca conoció su origen porque su madre lo entregó cuando apenas era un niño, confirió identidad y trascendencia mundial al barrio que lo vio crecer y llegar a ser uno de nuestros artistas plásticos más reconocidos a escala internacional.

Quinquela supo encontrar color pese a que su primer trabajo fue de ayudante en una negra carbonería que pertenecía a la familia que lo adoptó. El museo tiene su impronta, que fue recreada en la paleta de colores que lleva su propio nombre. El lugar donde vivió y trabajó tiene su firma pese al paso del tiempo. Quienes se acercan a él pueden pararse incluso en la misma ventana por la cual miraba el Riachuelo y el incesante ir y venir de barcos y trabajadores del puerto, que luego plasmaba en sus obras más conocidas. ?Cuando alguien busca algo representativo de la Argentina, no lo duda, piensa en Quinquela?, dice María Cristina García Pinto de Sábato, actual directora del museo.

El espacio lejos está de lo snob o lo solemne. Mientras se lo transita, las voces de los chicos que corren en las escuelas pegadas a él colman el ambiente. Las escuelas, el museo y otras obras de esa manzana fueron una iniciativa de Quinquela, y todo allí convive.

?Él era esto, veía el arte como algo para todos. Por eso cuando viene un grupo, pensamos siempre que tal vez sea la primera y última vez que pise el museo. Si quienes se acercan no vuelven más, al menos se van sabiendo que hay otros mundos?, cuenta la museóloga. Con orgullo, asegura que éste es un lugar donde late la cultura popular.
Popular y cultural son dos conceptos que aquí van de la mano, y que invitan a entender la identidad, abrazar la creación y conocer esos otros mundos que Quinquela forjó a golpe de pincel. El recorrido se combina con elementos de pintura, música y literatura. Nada queda afuera en este camino que rechaza de plano la palabra elite
Quinquela no pertenecía a una escuela determinada ni se centraba en una técnica excluyente, ni siquiera tenía estudios académicos. Esto, recuerda la museóloga, le valió el menosprecio de la crítica local. ?Fue más que un filántropo: él quiso devolverle al barrio, él donó todo, él veía al arte como algo integral para el desarrollo, como un medio para llegar a un plano superior de la condición humana?, subraya. Para este año, el museo abrirá una muestra especial en homenaje al hombre que le da vida a cada minuto.

ARTE NACIONAL Y POPULAR

En el taller, dos restauradoras reparaban retoques mal hechos de una de las obras del museo. Noticias Urbanas pudo ver la ficha de un cuadro que mostraba a un grupo familiar aborigen, que había sido repintado en su totalidad, europeizando los rostros, pero que afortunadamente se pudo recuperar.

En el Quinquela, la colección representativa de la historia del arte nacional está conformada por obras de artistas figurativos desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Además, comprende una colección de mascarones de proa que pertenecía a Quinquela Martín, única en Latinoamérica, conformada por interesantes piezas de fines del siglo XIX. En la sala Sívori se realizan exposiciones de grandes maestros del arte argentino, reconocidos creadores contemporáneos y artistas emergentes. En el tercer piso se encuentra actualmente la Casa-Museo, donde se exhiben las grandes obras de Quinquela y sus objetos personales. Allí acuden contingentes de escolares para empaparse de la obra y vida del autor. Desde la olla en la que cocinaba sus famosos tallarines de colores hasta la cama en la que descansaba durante las horas de sueño.

El Museo Quinquela trabaja en sintonía con el barrio. ONG que asisten a personas en situación vulnerable, el club Boca Juniors y la Fundación Proa conviven amigablemente para reforzar el barrio que el pintor dio a conocer al mundo, con su agua, faroles, barcos y puentes eternos de horizontes recortados.

El archivo también está abierto al público con previa cita y allí se pueden ver cartas de puño y letra del autor, sus intercambios con Matisse y las elucubraciones acerca de la Orden del Tornillo, una distinción inventada por el pintor, que se otorgaba a algún pensador o artista de la época con la sola condición de que ese tornillo faltante no se ajustara tanto al punto de volverse normal. La directora recuerda una anécdota que resume el espíritu del artista: ?Él dijo que pensaba que era feliz porque las monjas que lo cuidaban lo trataban bien, hasta que, un día, recibió un beso de su madre adoptiva y allí se dio cuenta qué era la felicidad. Eso demuestra su modo de ver la vida, su ser positivo que, incluso, cuando representa obras que tienen un sesgo de muerte, plantean al cuadro como un ciclo de cosas que terminan pero que también pueden volver a empezar?.

LOS COLORES DE QUINQUELA

La Paleta Quinqueliana es una creación de la arquitecta Emilia Rabian, quien junto al departamento de Artes de la Universidad de Buenos Aires (UBA) realizó un estudio cromático, respaldado por la tecnología de la firma Tersuave, para obtener la misma gama de colores que el artista usaba en sus obras.

Una vez que la paleta estuvo registrada, se la industrializó y de esa manera cualquiera puede tener su casa u oficina pintada con los mismos colores que reinaban en el atelier de la Boca.

Víctor Fernández, curador de la colección que se expone actualmente, recomienda visitar el museo no sólo por la figura de su mentor sino también por la cercanía que la colección produce con otros de los mejores artistas de la primera mitad del siglo XX. ?Venir al museo es encontrarse con la configuración de identidad a través del arte, con la identidad social y la construcción cultural que atravesaron la vida de Quinquela. Esa constitución de identidad es lo que hizo que él proyectara su barrio, del que estaba orgulloso, al resto del mundo.?

?No hay que perderse la sala de los mascarones de proa, que Estados Unidos le quiso comprar al mismísimo Quinquela y él se negó y los donó a la Ciudad, porque él ve al arte como una parte necesaria de la construcción de ciudadanía y no como algo elitista para unos pocos?, recalcó Fernández para finalizar.

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