Francos suma poder: ascendió a su segundo mientras persisten las internas

Francos suma poder: ascendió a su segundo mientras persisten las internas

El jefe de Gabinete quiere seguir en la función y le amplió el rango de acción a Lisandro Catalán.


El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, es un hombre afable, de sonrisa fácil, templado. Lo que lo conocen desde hace más tiempo saben, no obstante, que cuando se enoja en serio, arde Troya. Eso fue lo que pasó el viernes 5 de septiembre horas antes de su internación en la Clínica Sagrada Familia con un cuadro de lipotimia.

Franco llamó a Manuel Adorni en llamas y se despachó como nunca lo había hecho. Fue luego de que el vocero presidencial dijera en conferencia de prensa que no se tocaría una coma del decreto que acotó el Acceso a la Información Pública, pese a que el Jefe de Gabinete, en el Congreso, había dicho que el Gobierno contemplaría los cuestionamientos de la oposición.

Después de ese entredicho, Francos padeció un síncope, quedó bajo observación casi 48 horas y tuvo un reposo obligado de un par de días. En la Casa Rosada rechazaron que el cuadro se debiera al disgusto y lo adjudicaron a un cuadro gastrointestinal. En su regreso a la actividad, no obstante, se definió que el jefe de Gabinete sumara un nuevo soporte.

Su segundo, el vicejefe de Gabinete, Lisandro Catalán, que hasta ahora se había manejado con extrema cautela y con movimientos medidos y previamente autorizados, subió el perfil y ganó rango de acción. Fue empoderado como interlocutor político, además de oficiar de pararrayos del ministro coordinador.

En el entorno de Francos aseguran que, superado el episodio de tensión interna y el inconveniente de salud, él quiere seguir en la función. Que es un “animal político” de 74 años que hace 14 le dijo a Javier Milei que debía ser candidato. Y que por eso no puede perderse este partido, que quizás sea uno de los últimos de su carrera pública. Hay quienes lo han escuchado, por momentos, agotado de dar la pelea interna en la soledad del ala “dialoguista” del Gobierno. Por ahora, la ambición de ir por el bronce lo sigue empujando. “No se va a perder esta oportunidad”, aseguró en las últimas horas una persona que lo conoce bien.

En su informe de gestión en Diputados, Francos había defendido el decreto de la polémica, pero también había dicho que el Gobierno estaba dispuesto a escuchar los planteos de la oposición. En las horas previas, el ministro coordinador se había encerrado a concentrar para exponer frente al hemiciclo. Pero no había llegado a dimensionar el disgusto que había generado en esas mismas horas el decreto de la Información Pública, que restringía una ley que había sido impulsada por Cambiemos. No vio venir el coro de rechazos de los legisladores e improvisó una salida elegante. “Estamos dispuestos a analizarlo”, dijo en ese momento.

La bronca de Francos con Adorni no tuvo tanto que ver con el episodio en sí. Cada vez que las voces intransigentes de la Casa Rosada echan por tierra una negociación, el jefe de Gabinete pierde una cuota de autoridad frente a sus interlocutores políticos. Francos siempre supo que su rol sería el del policía bueno frente a un Presidente pirotécnico. Pero pareciera que esta vez operó la acumulación y se cansó.

Las diferencias entre Francos y el ala dura de la Casa Rosada vienen desde hace tiempo. La inauguración de la mesa de los martes, en donde Milei comenzó a reunir a su cúpula política para definir tácticas y estrategias, fue producto de una acumulación de teléfonos descompuestos, con consecuentes derrotas en el Congreso.

En la primera reunión secreta, que fue a fines de agosto, se decidió que Francos fuera un vértice de articulación interna, para que todos los actores de esa mesa estuvieran en la misma página. Se resolvió que Santiago Caputo, que siempre fue “la voz de Milei”, se corriera –nunca al 100%- de la interlocución con el Congreso. Y se definió que el Presidente se involucrara mucho más en la rosca parlamentaria.

Pese a que avanzaron con esa redefinición de roles, los entredichos volvieron a emerger con la cuestión del decreto de la Información Pública. El jefe de Gabinete se despachó con el vocero presidencial, pero en la Casa Rosada se sobreentendió que su verdadero enojo era con Caputo, que fue –por orden de los hermanos Milei- el artífice de la norma y quien instruyó a la secretaria de Planeamiento Estratégico, María Ibarzábal, para que le diera forma jurídica. Si bien viene ganando espacios dentro del Gobierno, Adorni fue solo el mensajero de una decisión de más arriba de no dar marcha atrás con el tema, sin importar el costo político.

Ahora que Francos se reincorporó plenamente a la actividad, no está claro que las diferencias de fondo se haya saldado, según reconocen distintas voces en la Casa Rosada. El jefe de Gabinete y el asesor presidencial tienen un buen vínculo cotidiano. Conversan a puertas cerradas casi todos los días y, quienes son testigos de esos encuentros, aseguran que son frecuentes las bromas y las risas. Pero los cortocircuitos dados por sus distintos perfiles no se repararon.

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