Durante el año 2024, los trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires vieron cómo su capacidad de compra se deterioró significativamente en comparación con 2021. Un indicador elocuente de esta pérdida es el Índice de Milanesa con Fritas, desarrollado por el instituto iCiudad a partir de datos oficiales. Este índice permite medir, de manera concreta y cotidiana, cuánto se ha reducido el poder adquisitivo de los porteños a lo largo de los últimos años.
Según este análisis, en 2024, un trabajador promedio podía comprar 42 platos menos de milanesa con papas fritas que en 2021 con su salario. Este número no solo refleja el impacto de la inflación en los alimentos y en el sector gastronómico, sino que también pone en evidencia la insuficiencia del incremento salarial frente al constante aumento de los precios.
El fenómeno responde a un contexto económico de alta inflación, con una acelerada suba del costo de vida que afecta de manera directa a los consumidores. Aunque en términos nominales los salarios han aumentado, en términos reales su capacidad de compra ha disminuido considerablemente. Esto se traduce en un menor acceso a bienes y servicios básicos, afectando el consumo y la calidad de vida de los trabajadores.
El Índice de Milanesa con Fritas permite ilustrar esta pérdida de manera tangible. Un plato de este clásico porteño representa un gasto habitual para muchas familias y trabajadores que solían disfrutarlo sin mayores complicaciones. Sin embargo, con el deterioro del poder adquisitivo, este consumo ha pasado a ser un lujo cada vez más difícil de costear con el mismo ingreso.
Este fenómeno no solo impacta en la economía doméstica, sino también en el sector gastronómico, que enfrenta una menor demanda y cambios en los hábitos de consumo. La caída del poder adquisitivo genera un círculo vicioso en el que los comercios deben ajustar precios o reducir costos, afectando a su vez la generación de empleo y la actividad económica en la ciudad.
En definitiva, la pérdida de 42 platos de milanesa con fritas en tres años es un indicador claro de la crisis económica que atraviesan los porteños. Mientras los salarios no logren equiparar el ritmo inflacionario, el acceso a bienes y servicios seguirá viéndose afectado, y la mesa de los trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires continuará enfrentando restricciones que antes parecían impensadas.