Gobernadores: la calculada rebelión del poder

Gobernadores: la calculada rebelión del poder

Hay un conflicto económico de importancia.


La insubordinación de los gobernadores, que se desató a partir del intento de Javier Milei de financiar al Estado nacional a costa de los estados provinciales, no fue la candorosa maniobra espontánea que mostraron los medios de comunicación, sino que fue la apertura de hostilidades de gran parte de la “burguesía nacional” contra el sector que hace negocios con Milei.

El tono épico que insinuaron algunos periodistas, más propensos a ejercer el dudoso arte de la propaganda que a ir en busca de la verdad, tiene que ver con el enfrentamiento que se inició a través de la causa de los cuadernos en los primeros meses de 2018, que dio inicio a una feroz ofensiva contra las empresas constructoras argentinas. Esta causa, a su vez, fue la continuación de la ofensiva de empresas constructoras estadounidenses contra la brasileña Odebretch y otras empresas sudamericanas, que suelen ser adjudicatarias de las rentables obras públicas que encaran los estados de la región.

Estas controversias existen porque el mercado de la construcción e inmobiliario son codiciado por empresas del extranjero, casi todas ellas con sede en el país del norte. No es casual que la ofensiva contra el gobernador de Chubut, Ignacio Torres -que en realidad tiene como destinatario último a Axel Kicillof- coincida con la suspensión de la obra pública y con la incipiente apertura del mercado argentino a las empresas multinacionales. Torres es sólo una cortina, pero también es el emergente de un enfrentamiento entre bambalinas entre los dos partidos que representan a los negocios en Argentina: La Libertad Avanza y el Pro.

Aprovechando la escasa presencia política del peronismo, traumatizado por la derrota en las urnas, pero aún más por la pésima gestión del Frente de Todos, que al final terminó siendo el frente de nadie (con minúscula), los dos partidos liberales (es decir, de los negocios) despliegan sus falaces estrategias en el terreno, blandiendo planillas que muestran números, pero olvidan al protagonista esencial de las políticas públicas: el Pueblo.

El único referente peronista con poder real, que despliega políticas reales y efectivas en el territorio es el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Contra él van a ir dirigidas todas las estrategias del presidente más débil que ha dado la política argentina desde 1983. El objetivo es mantener al peronismo a la defensiva, tal como se encuentra en estos días. Para lograrlo, Milei, si fuera necesario, irá las legislativas de 2025 aliado con Macri, a pesar de que se lo ve cada vez más alejado de éste. Es que el jefe amarillo no es un cultor de la filantropía. Por cada miligramo de ayuda que preste, espera cosechar kilogramos de beneficios. Y la cesión de Patricia Bullrich, Luis Presti y Luis “Toto” Caputo le costó muy caro a Milei y le hubiera costado mucho más si hubiera concedido todo lo que Macri le pidió.

Éste, de paso, eliminó, no dos pájaros de un tiro, sino tres. “Toto” Caputo, si bien primo de su “hermano del alma”, no depende de la influencia de Macri para hacer política. Era una figura de la que el expresidente no temía prescindir. Patricia, por su parte, lo desafió. Justo a él, que fue su padrino, alma máter y factótum. Petri es un radical contaminado con el virus de la “Prodependencia”, que puede ser menospreciado, depreciado y despreciado con la seguridad de que no se va a amotinar. Cuando lo llamen, estará; cuando lo echen, se irá, para volver a acudir cuando lo vuelvan a convocar. Todos ellos eran figuras que ya habían dado todo lo que podían dar, por lo que pueden ser declarados prescindibles sin mayores consecuencias y el Pro, salvo una dramática circunstancia, ya no los tendrá en cuenta mientras Mauricio sea el jefe.

En la estrategia de Macri, la rebelión de los jefes provinciales le reporta más beneficios a él que al resto de la política. Lo empodera, porque demuestra que puede ser tanto un hombre de orden como jefe de una tropa de rebeldes, todo ello sin perder la compostura.

La iniciativa política sigue estando en el seno de la derecha, aún en medio del conflicto, como se puede ver. Ya no existen aquellos caudillos provinciales del pasado, que primero fogoneaban las rebeliones sociales y luego bajaban a Buenos Aires para negociar partidas de dinero para calmar a sus paisanos, esgrimiendo como un arma los piquetes y la agitación social ante los sucesivos inútiles ministros de Economía que se sucedían en el poder, que sólo se dedicaban a mirar planillas y no tenían ni idea de que detrás de cada casillero existían los seres humanos.

Hoy, Javier Gerardo Milei, aun cosechando una derrota política tras otra, sigue reconfigurando el mapa político de la Argentina, a pesar de las maniobras de Macri, montado sólo en su convicción y en su iniciativa personal. Sea cual sea su religión -salta de una a otra, movido impulsado por motivaciones coyunturales-, Milei es el único político que profesa una fe absoluta en su doctrina. En un mundo de políticos sin fe, sin épica y sin la más mínima convicción, ésa es una diferencia enorme.

El problema es que tampoco Milei ve personas, sólo repara en los números, porque no se relaciona bien con los mamíferos bimanos. Sólo sus hijos de cuatro patas y la matemática económica, la cual maneja con mayor soltura que la ciencia económica, son objeto de su pasión.

De esta manera, la Argentina continúa, después de casi un siglo y medio de su ingreso al mercado europeo, percibiéndose como el granero del viejo continente, aun en estos días del capitalismo del desastre. Los gobiernos liberales, dignos herederos de aquella agenda cipaya de la segunda mitad del Siglo XIX, actualizan ésta facilitando la minería a cielo abierto, permitiendo la libre navegación de los ríos interiores sin obstáculos, evitando concretar las obras que construyen soberanía, permitiendo la operación de los traficantes del dinero, promoviendo la fuga de divisas y poniendo trabas a toda medida que signifique el más mínimo atisbo de industrialización. La consecuencia es que todo lo que se fabrica en Argentina (autos, maquinarias, artilugios cibernéticos, etc.) contiene altos porcentajes de componentes extranjeros y también significa permitir la fuga de divisas.

Si a todas estas cuestionables políticas se le agrega la amenaza de adoptar el dólar como moneda de cambio para el mercado interno, el desastre está a la vuelta de la esquina. Un país dolarizado equivale a entregar la soberanía monetaria a la volatilidad de la moneda estadounidense, más aun, teniendo en cuenta que la Reserva Federal tiene sus propias políticas, que no siempre coinciden con los intereses argentinos. Para peor, hace mucho tiempo que se acabó la Guerra Fría y la división del mundo en dos bloques. En el mundo multipolar que se definió en los últimos diez años, el dólar es apenas una moneda más.

En este tiempo, sólo ocho países en el mundo carecen de divisa propia. Son Andorra (468 km ²); la Isla de Man (572 km ²); Kiribati (811,2 km ²); las Islas Marshall (181 km ²); Micronesia (701,9 km ²); Mónaco (2 km ²); Nauru (21 km ²) y Palau (458 km ²). Existe una desproporción evidente entre estos países de mínimas superficies, ya que entre todos suman apenas 3.215,1 km ², contra los 3.669.711 km ² que tiene Argentina, incluyendo a la Antártida y las Islas del Atlántico Sur.

Milei no busca gobernar, ni administrar los bienes comunes de los argentinos. Se propone rifarlos a precio vil y destruir el Estado para darle legitimidad a su ideología anarco-capitalista, travestida al neoliberalismo.

Frente a tanta irracionalidad, el destino del país corre un serio peligro. Ya hemos vivido la experiencia neoliberal que encabezó Carlos Saúl Menem, que entregó el ahorro de los argentinos a cambio de nada. Javier Gerardo Milei se dispone a continuar ese camino, acompañado por las almas abnegadas de Winston Leonard Spencer-Churchill y de Margareth Hilda Thatcher, que lideran sus “fuerzas del cielo”, que conducen directamente al infierno.

 

Te puede interesar

Qué se dice del tema...