“Hay que aceptar el conflicto como algo natural”

“Hay que aceptar el conflicto como algo natural”

Por Horacio Ríos

Alicia Pierini sostiene que suele ser contraproducente la solicitud de medidas cautelares, porque desdeñan el diálogo político. Y que las disputas son la materia de trabajo para construir convivencia.


La mesura es siempre lo primero que uno puede distinguir cuando entabla una conversación con la defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alicia Pierini. Mesura en sus definiciones, mesura en la forma de hablar, en los gestos.

La funcionaria describirá, a lo largo de su conversación con Noticias Urbanas, los tres ejes en los que basa su accionar la Defensoría que ella encabeza: la aceptación del conflicto como emergente natural, la protección de los denunciantes que llegan a la Defensoría porque sus derechos han sido vulnerados y la profesionalización de los integrantes de la institución para cumplir con sus funciones.

–¿Existe un método para administrar un conflicto?

–Es imprescindible aceptar la existencia del conflicto como algo natural. Lo que no es natural es que se llegue a la agresión y al combate como consecuencia de él. Hay que transformar el conflicto, no eliminarlo. Es necesario evitar que llegue hasta la amenaza o la violencia. El conflicto se puede transformar en otra realidad, porque a veces no tiene una resolución definitiva, no se resuelve. Entonces, es el momento en que hay que administrarlo, encauzarlo. El conflicto es la materia de trabajo para construir sistemas de convivencia, para encarar las transformaciones y para la creación de nuevas normas, porque su existencia nos obliga a conciliar intereses distintos.

–¿Siempre se supera el conflicto?

–Por el contrario, a veces algunos optan por el camino de la coerción, que no permite transformar nada, como en el caso en que el conflicto se judicializa. Por ejemplo, es contraproducente la solicitud de medidas cautelares, porque así se desdeña el diálogo político, que es lo que es necesario fortalecer

Para describir las tareas de la Defensoría, Pierini explica: “No somos una oficina de quejas y reclamos. Trabajamos con el conflicto para encauzarlo y transformarlo. Para esto, lo primero que hacemos es diagnosticarlo, porque nosotros tenemos que aportar otra mirada diferente a la que traen las partes. Tomamos modelos de paradigmas médicos, como una posible serie que empieza con la prevención, sigue con el diagnóstico y debería culminar con la cura”, grafica la titular de la institución que se ocupa de defender a los ciudadanos de los abusos del Estado y de las empresas.

Un valor agregado

–¿En qué ocasiones hay que judicializar el conflicto?

–Nosotros solo judicializamos los temas cuya urgencia hace que no se pueda esperar. En general, trabajamos sobre la base de llegar a conciliaciones y acuerdos. Nos pasa mucho con las empresas de medicina prepaga y con las obras sociales. Como los que niegan una práctica médica a los pacientes suelen ser los médicos auditores, que no tienen conocimientos judiciales, a veces es necesario recordarles que algo que no forma parte de la Prestación Médica Obligatoria lo mismo debe ser administrado al paciente, aunque no figure en la letra reglamentaria y, más aún, si hay jurisprudencia al respecto. Casi siempre, con solo recordárselo a un auditor, se resuelven problemas sin la necesidad de llegar a la sede judicial. Ese es un valor agregado que tenemos en la Defensoría. Generalmente, este trabajo de acuerdo y conciliación es un trabajo que no se ve, porque nosotros no damos información a los medios, consideramos que nuestro compromiso de confidencialidad con el denunciante es inviolable. Las pocas veces que se filtró alguna información, hubo sumarios en la Defensoría.

“Nosotros hacemos reserva de la identidad de los denunciantes, en especial en los casos de violencia policial, en los cuales solo el juez conoce el nombre del damnificado”, sostiene Pierini, que pone un especial énfasis en estos casos, porque, ante la pregunta del cronista, dirá que estas denuncias “son muy frecuentes, y ambas policías –Federal y Metropolitana– tienen muchas denuncias, habitualmente”.

–¿Fue una desilusión la evolución de la Metropolitana?

–Es triste que la Policía Metropolitana esté como esté. Esta no es la policía cuya creación apoyamos. Esta se parece cada vez más a la Policía Federal, porque hay que saber que dos tercios de los metropolitanos son exfederales.

–¿Solo contra la policía hay denuncias?

–Hay muchos casos de maltrato en las instituciones del Estado. Existe acoso, maltrato laboral, mobbing, que es un tipo de abuso que puede ser físico. En el último tiempo, hubo muchas quejas de enfermeras que recibieron maltratos, en un típico caso de trabajos en los que existe mucha tensión y entonces los jerárquicos se ensañan con los que están por debajo en la cadena de responsabilidades.

Once, Cromañón y la voracidad

“Fui a la misa que se hizo en la Catedral en memoria de las víctimas de la tragedia ferroviaria de Once, que fue muy emotiva, porque la rezó un sacerdote que priorizó otras cosas antes que la política. Lo que me llamó la atención fue que había familiares de víctimas de Cromañón, de la tragedia del ómnibus de Ecos y del incendio de Kheyvis”, relata.

–¿Y cuál piensa que fue la razón?

–Lo que pasa es que el eje es el mismo en todos los casos: la voracidad empresarial y la negligencia y desidia de los funcionarios. Está claro que, en el caso de los ferrocarriles, no hubo un mantenimiento adecuado. Esto significa que la plata que el Estado le entregó a la empresa no se usó en el mantenimiento y, si a esto le sumamos la sobrecarga de gente que llevan los trenes, estaba claro que todo estaba mal desde hacía mucho. Es paradójico que los siniestros de Cromañón y el ferrocarril Sarmiento estuvieran físicamente tan cerca, pero también queda claro que Cirigliano y Levy son iguales, y también se mostró que el Estado, que debe inspeccionarlos, controlarlos, no cumplió con su función. También vimos que los entes reguladores no funcionan y que, por lo tanto no controlan a las empresas privatizadas.

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