Como si se tratara de un sarcástico sendero hacia una de las estaciones de las EcoBicis, a cincuenta metros de la Legislatura porteña, en la vereda adoquinada de Perú y Diagonal Sur, la Ciudad muestra una de sus tantas heridas urbanas, heridas que no sangran, que son paisaje. A metros de allí, sobre la vereda de Hipólito Yrigoyen, en la entrada del Instituto Superior de la Carrera del Gobierno de la Ciudad, otra más. Y sobre Balcarce, a menos de una cuadra de la Rosada, la escena es la misma, y se pronuncia hacia el sur. Hacia el sur, hacia el norte: en todas las direcciones.
Noticias Urbanas recorrió distintos barrios de la Ciudad y confirmó el drama de la falta de accesibilidad para personas con movilidad reducida, un drama silenciado, pero drama al fin. En materia de rampas, en tanto, Buenos Aires también parece hacer escuela. Por caso, en una de las esquinas de Entre Ríos y San Juan, en San Cristóbal, la rampa se encuentra obstruida por esas rejas protectoras –¿protectoras?– que hay en ciertas esquinas de la Ciudad. En Palermo, sobre Santa Fe y Vidt, cerca del shopping, la rampa está destruida hace años, según contaron los vecinos a este medio. Contaron, también, que se cansaron de hacer reclamos. Ahora bien, en el edificio de La Pampa 781, en Belgrano, directamente no hay rampa de acceso.
Además de veredas rotas y rampas intransitables, Buenos Aires ofrece toques tragicómicos a su malograda urbanidad. Tal es el caso de las rampas que terminan en alcantarillas, de las rampas coronadas con un poste al final, como sucedió recientemente en La Boca, en Brandsen y Necochea, cuya foto fue furor de indignación en las redes sociales. Tal el caso –sobran casos– del paso peatonal del viaducto inaugurado hace muy poco en Lacroze, entre Amenábar y Conesa, en Colegiales, por el que, de acuerdo a sus dimensiones, solo puede pasar una persona por vez. Ni hablar de las mochilas con carrito, tampoco del cochecito de bebé. Menos, mucho menos, de una persona en silla de ruedas.
En una ciudad que paradójicamente tuvo a Gabriela Michetti, discapacitada motriz, como vicejefa de Gobierno, basta tomar cualquier calle para hallar problemas. Por ejemplo, en San Telmo, sobre Perú, NU registró, desde la intersección de esa arteria con la avenida Belgrano, hasta México (dos cuadras), una docena de roturas considerables en las veredas, por no mencionar las menores pero también preocupantes para quien anda en muletas o no ve. Un estado similar se constató en Venezuela, entre Perú y Piedras, donde los pozos no forman telarañas gracias a los innumerables pies que van y vienen.
Michetti es diputada nacional y primera candidata a senadora por la Ciudad de Buenos Aires por la lista del Pro. En julio, cuando se estrenó el metrobús de la 9 de Julio, expresó, desbordada de entusiasmo, luego de subirse a un colectivo articulado de la línea 59: “Probé la accesibilidad. ¡Estoy muy feliz! Esta es una obra increíble, apta para todas las personas con discapacidad. Es un placer saber que uno se mueve con libertad, a pesar de la silla de ruedas, y no necesita pedirle ayuda a nadie, como generalmente pasa en aquellos vehículos que no están adaptados para la silla o para personas que usan bastón o llevan un cochecito”. Accesibilidad de campaña, le dicen.
Una resolución, todos los problemas
Acceso Ya es una organización no gubernamental que busca integrar socialmente a las personas con discapacidad motriz, investigando barreras arquitectónicas, recabando y reuniendo denuncias sobre la falta de acceso, para luego accionar ante las autoridades competentes y brindar asesoramiento legal en defensa del derecho a la accesibilidad.
NU dialogó con su directora, María Fernanda Bietti, sobre el amparo colectivo que la ONG presentó este miércoles contra el Gobierno porteño, junto a la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ASIJ), para que se declare la inconstitucionalidad de la Resolución 309, de 2004, que permite que locales comerciales queden exceptuados del cumplimiento de la normativa de accesibilidad vigente. Esto es: que carezcan de rampas en sus ingresos. “Hoy se sorteó el tribunal que entenderá en la causa. Será el Juzgado número 11, Secretaría 21, a cargo de la jueza Paola Cabezas Cescatto”, contó Bietti.
La Ley 962 de Accesibilidad Física para Todos dispone que todo edificio de concurrencia masiva, de propiedad pública o privada, debe adecuar sus instalaciones a fin de garantizar el acceso, circulación y permanencia de las personas con discapacidad motriz o movilidad reducida. No obstante, prevé tres requisitos que admiten su incumplimiento: que los edificios sean preexistentes a su sanción (2002), que no se hayan realizado obras de ampliación y que no puedan modificarse las características dimensionales y físicas de las circulaciones verticales y horizontales. Por su parte, la resolución objetada limita los requisitos establecidos en dicha ley, reduciéndolos a dos: preexistencia e inexistencia de obras de ampliación.
“Lo controvertido de esta resolución es que para ampararse en esta excepción basta la presentación de una simple declaración jurada del particular y del profesional encargado de la obra como mecanismo de control. Es sabido que esa declaración no es suficiente. Para poder establecer si un edificio es accesible se debería requerir la verificación de profesionales idóneos y externos de la obra. Además, omite exigir que no puedan modificar las características dimensionales y físicas de las circulaciones verticales y horizontales, tal como establece la ley. Esto significa que, a la hora de otorgar una habilitación, el Gobierno de la Ciudad no exige el cumplimiento del principal requisito que exime del total cumplimiento de la ley de accesibilidad: el que efectivamente prueba que el edificio en cuestión no puede ser reformado”, explica la referente de Acceso Ya.
“Esta resolución se ha convertido en el principal obstáculo en la implementación de las normas de accesibilidad en Buenos Aires. Lograr su declaración de inconstitucionalidad producirá un gran impacto en las personas con discapacidad motriz o movilidad reducida, quienes sufren graves violaciones a sus derechos fundamentales, afectando su autonomía y dignidad como seres humanos. Todos los días nos llegan reclamos en este sentido. Es una cuestión puramente de derechos. Necesitamos darle visibilidad a esta problemática, que empieza desde que las personas son rehenes en sus edificios, por no disponer de una rampa, y no pueden subirse a un colectivo ni pagar las cuentas en el banco”, expone Bietti, quien invita a participar de la campaña Rallydad. Se trata, sin más, de transitar unas cuadras por el centro porteño, a mediados de marzo, poniéndose en el lugar del otro. En silla de ruedas.
En carne propia
Isabel Ferreira dirige el área de personas con discapacidad de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Y sabe lo que es la escasa –cuando no nula– accesibilidad en territorio porteño, arriba de una silla motorizada. En febrero, por esquivar pozos en las veredas, la atropelló un colectivo. Además, comenta una situación que le sucedió hace poco: para ir de Chile y Perú hasta Piedras y Venezuela tardó 40 minutos. También recuerda que además de la Ley 962 debería respetarse la 26.378, que en 2008 ratificó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, y su protocolo facultativo, aprobados por la Asamblea de las Naciones Unidas en 2006. ¿Qué estipula la normativa? Que en todos los Estados federales se debe cumplir con lo dispuesto en la convención. Y Buenos Aires, por supuesto, no es la excepción.
“En la Ciudad hace falta una política pública sostenida que tenga en cuenta a las personas con discapacidad, con perspectiva de inclusión. Y a todos los casos particulares de discapacidad que puedan darse. Por otro lado, deben funcionar bien todos los organismos de contralor”, opina Ferreira. Y sigue: “El Gobierno de la Ciudad malgasta muchos recursos”. Y lo grafica: “En el pasaje La Porteña, que sale a Rivadavia, en Flores, había rampas perfectas. Pero desde que la calle se hizo seudopeatonal se desarmaron las veredas, y las rampas ahora sufren un importante desnivel. Otro caso, en el mismo barrio, se da en plena Rivadavia, entre Nazca y Condarco, donde los asientos de material y los canteros prácticamente impiden que se pueda subir al colectivo”.
Ferreira menciona otras cuestiones que hacen, a su entender, a la inaccesibilidad porteña. Refiere la situación actual de los contenedores de residuos, que están técnicamente orientados a promover una ciudad más limpia pero cuyo contexto es, comúnmente, un sinfín de bolsas reventadas por todas partes. Y allí es cuando surge una cadena de infortunios: los contenedores suelen terminar arriba de las veredas, por el déficit de estacionamiento. Ferreira concluye, así, que una de las salidas es también el armado de un cuerpo de agentes discapacitados en materia de discapacidad.
Una revolución personal
Juan María Nimo, “el Gatito”, como le dicen en su Neuquén natal, nació en enero del 88. A los cuatro años ya corría en karting e incursionaba, como si eso no le alcanzara, en el mini cross. Ya piloto profesional a los 18, tuvo una caída en el fragor de la lucha: la consecuencia de semejante golpe fue una lesión medular a nivel toráxico, que le provocó una parálisis en las piernas. Ahí comenzó, entonces, la otra historia de Nimo.
No lo paró nada. Fue el primer piloto de pista y rally del país en competir en autos armados de acuerdo a su condición. Se quedó con los fierros, sí, pero los fierros de todo tipo: practica esquí en la nieve, esquí acuático, supercross, karting en asfalto y en tierra, supermoto, danza y acrobacia aérea, y anda en cuatriciclo. Ganó muchas competencias. Lo suyo son los deportes extremos. Se cansó de ganar torneos.
Hace poco fue noticia por una nueva locura: unir, sobre su silla de ruedas, los 1.200 kilómetros que separan Neuquén del Obelisco, en el marco de lo que él denomina su propia revolución. La travesía del Gatito arrancó el sábado 31 de agosto y terminó 22 días después, cerca de las 17.30. “Por cada lugar que pasé recibí donaciones de elementos ortopédicos, alimentos no perecederos, ropa, pañales y juguetes que fueron entregados en el destino siguiente, ya sea a una organización o a alguna familia que lo necesitara”, relata Nimo a Noticias Urbanas sobre su recorrido por más de 40 localidades, que dividió en 18 etapas.
Una de las primeras cuestiones que aparecen en la charla con NU es la comparación Buenos Aires-Neuquén. Dice Nimo: “En mi ciudad las veredas son mucho más anchas pero tienen grandes desniveles. En cambio, acá, pueden estar más niveladas pero son muy angostas. Tienen, como mucho, un metro y medio o dos de ancho”. Muchos aspectos caen bajo su lupa: que no dejen entrar en los boliches a los discapacitados cuando hay mucha gente y que sus baños, empezando por la puerta, no estén acondicionados; que los bares ocupen lo poco que queda sano de las veredas, que las veredas sean una mugre y, así, se llegue sucio a todos lados.
Pese a todo –o por todo–, Nimo conserva un raro optimismo. “Hay que salir de ese pensamiento primitivo que nos lleva a creer que la silla es algo terminal y hay que saber, al mismo tiempo, que a cualquiera le puede pasar, más allá de las clases sociales o las religiones. Hay que salir de la lastimosidad, del morbo, darle una mirada social al asunto. Muchas veces veo a madres que tironean a sus hijos para que no pregunten por qué uno está en una silla de ruedas. Al contrario, hay que preguntar. Esa es la única forma de poder cortar la discriminación por el hilo más delgado, dejar esa liviandad y empezar a resolver la vida en lo cotidiano. Y con lo que hay, hay que salir, hay que ganar espacios. Hay que mostrarse para empezar a asimilarse a los demás. De esa forma, cree Nimo, quien quiere participar de alguna categoría nacional de automovilismo, ya sea TC o Top Race, cuando se piense en la fachada de un edificio, se pensará en la necesaria rampa antes que en los escalones.