El presidente Alberto Fernández, tomo la decisión de bajarse luego un acto oficial el jueves en Mar del Plata. Al regreso se refugió en la quinta de Olivos, y empezó a convocar a los protagonistas de su círculo más estrecho, quería contarles cara a cara porqué había resuelto dar un paso al costado.
El jefe de Estado fue dialogando con Agustín Rossi, Aníbal Fernández, Vilma Ibarra, Juan Manuel Olmos, Santiago Cafiero y Victoria Tolosa Paz. Sabían el sentido de la conversación, y ahí comprendieron que un ciclo político estaba concluyendo.
La decisión presidencial era un secreto de Estado que Alberto Fernández manejaba acorde a la agenda política y bajo la voluntad de encontrar un camino que le permitiera preservar su deseo personal.
Eso no ocurrió, y en las últimas horas asumió que su renuncia a la reelección podía contener la presión de los mercados y aplacar una puja palaciega que colocaba al Frente de Todos afuera del balotaje en noviembre.
El Presidente enfrenta una compleja situación en los mercados financieros, mantiene una relación política en zigzag con Sergio Massa y los números de todas las encuestas a su alcance exhiben su debilidad electoral. En este escenario, y con los días corriendo en su contra, adelantó una decisión que pensaba tomar a mediados de mayo.
Alberto Fernández teme el Síndrome del Pato Cojo -un presidente sin poder que asume la forma de un jarrón chino-, y comentó el jueves a sus invitados en Olivos que buscará preservar sus espacios de poder asumiendo un rol clave en “el armado electoral y en las PASO”.
Se trata de una idea con difícil coronación, frente a la resistencia que tiene en el kirchnerismo, los movimientos sociales y ciertos gobernadores.
Cuando terminó la sucesión de llamadas con sus funcionarios de confianza, el presidente se encerró con Gabriela Cerruti para planificar el anuncio oficial. Su círculo íntimo habían abandonado la quinta de Olivos con una certeza: CFK y Massa no sabían de la decisión.
El guion del vídeo posteado en Twitter fue trabajado por Alberto Fernández y su vocera. El equipo de comunicación editó toda la madrugada, mientras el presidente -a su estilo- opinaba y corregía el texto y las imágenes. Había un cruce de situaciones: era imprescindible mantener la reserva y tenía que estar al aire antes que abriera los mercados. Y así sucedió.
A la madrugada, el presidente estaba sólo en su despacho de Olivos. De vez en cuando, revisaba su celular o chateaba con ciertos insomnes que conocen sus hábitos. Aparecía distendido, ante una coyuntura política que se construyó a pesar de sus intenciones personales.
Ahora apuesta a preservar la estabilidad del gobierno, a cerrar un nuevo programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y a evitar que CFK se quede con el candidato a presidente.