Intervención

Intervención

Massa y Cristina decidieron ir por la victoria en 2023, aún militando el ajuste. Alberto sobrevive.


El tres de agosto que termina de transcurrir fue el principio de un final anunciado. En esa fecha, Sergio Tomás Massa se convirtió en el ministro de Economía, unificando tras de sí a las carteras de Agricultura, Ganadería y Pesca y a la de Desarrollo Productivo.

De esta manera, las dos fuerzas mayoritarias del Frente de Todos –Unidad Ciudadana y el Frente Renovador- le intervinieron el gobierno al presidente procrastinador, Alberto Fernández y firmaron el certificado de defunción del Frente de Todos. O, como mínimo, lo encerraron a la fuerza en una remota sala de terapia intensiva.

El Frente de Todos fue una promesa, más que una fuerza de gobierno. La heterogeneidad y la escasez de volumen político les impidieron a sus bienintencionados líderes cumplir con el mandato electoral. En 2023, de todos modos, el FdT ya no existirá, aunque aún no se sepa el nombre de la coalición que lo sucederá. Algunos hablan de un nuevo Frente de Liberación, pero es prematuro asegurarlo. Sería una denominación un poco difícil de sostener con hechos, aunque…

“Hoy un juramento, mañana una traición, amores de estudiante, flores de un día son”, cantó Carlos Gardel hace 88 años, anticipando la performance gubernamental de un frente en el que su presidente no lidera, su vicepresidenta no gobierna y su líder minoritario es un mediador que debe arriesgarse hoy a quitar una sartén hirviente de un incendio sin control.

Lo concreto es que la crisis no abarca solamente al Gobierno, sino que nace en los propios conflictos sin resolución que arrastra el peronismo desde la década del 90. Sin mencionar las controversias militarizadas de los ’70, la capacidad de adaptación de la que hizo gala el PJ -conservador en 1983, neoliberal en 1989, nuevamente peronista entre 2001 y 2007, progresista entre 2007 y 2015 y un extraño híbrido desde 2019-, es su debilidad y su fortaleza, al mismo tiempo.

De todos modos, la última crisis que transita este peronismo tiene que ver con que no superó la etapa kirchnerista, que es uno de los conflictos duros que lo azotan hoy. Néstor Kirchner fue su último líder, pero no tiene sucesores. La mayoría de sus jefes actuales apuestan a conservar sus propios espacios de poder, pero no hacen política para el conjunto. Es tan profunda la crisis, que hoy en día el PJ es una confederación de partidos provinciales, que se unen en etapas electorales para armar –no construir- alianzas nacionales y se dispersan durante los cuatro años siguientes, volviendo a convertirse en partidos provinciales y municipales, para luego volver a intentar la suma de sus partes diseminadas.

Este férreo pragmatismo es el mismo que le permitió a Massa saltar desde el kirchnerismo al antikirchnerismo duro –que hasta le impidió en 2013 la re-reelección a Cristina Kirchner- para llegar de la mano de ésta a ser prácticamente el interventor gubernamental en las sombras.

Simultáneamente al advenimiento de Massa, Alberto Fernández movió algunas fichas para conservar sus casilleros en el interior de su “búnker” innegociable, la Casa Rosada. El muy cuestionado Fernando “Chino” Navarro dejó de ser el secretario de Relaciones Parlamentarias y ese lugar fue ocupado por Juan Manuel Olmos, que será el nuevo jefe de Navarro, que pasó a ser el secretario de Relaciones con la Sociedad Civil y Desarrollo Comunitario. Desde allí controlará el Instituto de Asociativismo y Empresas Sociales y algún otro ente relacionado con la economía social. Es mucho poder para darlo por muerto.

De esta manera, Olmos, que era el jefe de Asesores del presidente, sumó nuevos casilleros bajo su órbita y, de paso, brindó refugio a un cuestionado “Chino” Navarro, al que no quieren cerca ni Massa ni Cristina. Alguna vez lo acusaron de “falta de presencia”. De todos modos, Navarro alega que los conflictos internos del FdT hacían imposible cualquier acuerdo con su Secretaría. Ni siquiera él tenía espalda suficiente como para operar, en medio de esos pesos pesados, los más pesados de la política argentina, en todo sentido.

Catarsis

En la primera reunión de gabinete, la misma en la que debutó Sergio Massa el presidente, contrariamente a lo que acostumbra, apareció y se ubicó en medio del jefe de Gabinete, Juan Manzur y del ministro del Interior, Eduardo de Pedro. De esta manera, relegó a Massa de la centralidad de la mesa, alejándolo de las lentes de los fotógrafos. Fue un gesto casi exasperado para no perder protagonismo ante el nuevo hombre fuerte del Gobierno. ¿Más fuerte que el propio primer mandatario? Quizás.

¿La controversia?

Pareciera que tras su conformación, el Frente de Todos se convirtió en la coalición de la controversia. Son conocidos por todos los choques que sostuvo la vicepresidenta con el presidente y los que protagonizó éste con varios de sus funcionarios kirchneristas y los terremotos en los que fue perdiendo a sus soldados más cercanos, como Marcela Losardo, Santiago Cafiero –que no se fue, pero quedó en el borde- y Juan Pablo Biondi, entre otros. Incluso, quedó muy herido por la intempestiva salida del ministro que más defendió, Martín Guzmán, que se fue por la ventana después de haber entrado por la puerta grande y haberse convertido luego en un encantador de serpientes. Al final terminó como casi todos los encantadores: abatido por el veneno de la cobra del fracaso.

Sergio Massa no es un jefe peronista, pero es ambicioso, tiene amigos influyentes y sabe construir poder. Cristina, por su parte, también posee ambiciones, teje –y desteje- todos los días su propia urdimbre.

En 2023, uno de los dos deberá ceder la primacía. En 2019, ella se mostró capaz de postergar su ambición para aportar al triunfo de la coalición de la que ambos forman parte. ¿Se repetirá la historia el año próximo? ¿Deberá ella volver al segundo plano para seguir existiendo?

El advenimiento del exintendente de Tigre podría marcar así el cierre para la hegemonía de Cristina Kirchner, que jamás quiso conducir al peronismo, sino a una fuerza política que respondiera a Ella, exclusivamente. Como en 2013, de esta manera, el expresidente de la cámara baja volvería a actuar –hoy lo está haciendo- como el limitador del poder kirchnerista.

De todos modos, para que esto ocurra, a Massa le deberían sonreír los hados de la fortuna para que su ambición se concrete. De lo contrario, nada sería posible para él ni para Ella, y la victoria de la coalición de la derecha argentina regresaría al poder apenas cuatro años después de perderlo, algo que ni en sus mejores sueños esperaban sus principales dirigentes.

La Fortuna es una esquiva dama, que ofrece sus favores y luego los deniega. Por eso, sus captores difícilmente logran dominarla por mucho tiempo, ni con las artes de la simulación, ni con locas promesas. Un poco de lucidez debería bastar, pero ésta no abunda en una Argentina tan convulsionada.

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