Como acostumbra la política local, nuevamente en esta campaña los spots delinearon un capítulo aparte, teñido de vaguedad discursiva, escaso poder de impacto y, también, mal gusto. De la prédica de Massa, pasando por los anuncios bizarros del Frente de Izquierda, en los que, por ejemplo, Menem da a luz a Macri y a Scioli, como hijos pródigos de los 90, con caretas de cotillón de Once; por Lilita, que dice y no dice junto a su fiel ladero Héctor “Toty” Flores, a partir de una simulación de la austeridad proselitista; por Mauricio, que esta vez decidió profundizar su estrategia de charla con la gente, mostrando que es proclive al diálogo y que, más que nada, sabe escuchar, y también por Scioli, a quien nunca le sentaron las estridencias.
Si la instalación de un candidato tiene dos vías, alimentadas recíprocamente, como la territorial, que el gobernador explotó muy bien, y la mediática-social, que también exploró y en la que volcó mayor intensidad dramática, de Scioli puede decirse que no se anduvo con chiquitas. En los últimos meses caminó mucha tierra bonaerense y mucha tierra de la que está más allá, al norte, al sur, al este y al oeste, al mismo tiempo que, como dice la canción de Gieco, tocó con todos: Tinelli, TN, Fantino, Rial, Mirtha. Y si bien Karina Rabolini lo acompañó siempre que pudo, la exposición, la humanización del candidato se jugó a medias tintas. Daniel es caballero, Daniel es trabajador, Daniel es compañero, un compañero. Eso es lo que la enamoró, afirma la dama toda vez que puede. ¿Sexo? ¿Qué es eso? No vaya a ser que la cama piante votos.
Y quedan sus spots, mezcla de golpe bajo soft, mensaje esperanzador (el siempre rendidor “yo puedo, tú puedes”) y una llegada simple y lineal pese a que, cuando tiene que hablar, no es de los mejores oradores. Aparece un Scioli de bebé, el locutor dice sobre una cortina similar a las que TyC Sports usa para las proezas deportivas… y Daniel, cierto, viene del deporte: “Acá está el tipo al que le decían lo que tenía que hacer, al que más de uno subestimaba, al que le manejaban hasta la lancha con la que corría. Acá está el tipo que según algunos tenía que reaccionar y no reaccionaba. Acá está accionando, como siempre, donde hace falta. En una emergencia en seguridad, como nadie lo hizo. En las adversidades, como corresponde. En una ley de pacificación. O en un allanamiento antidrogas. Acá está el tipo que, sin que nadie se lo pida, ni se lo exija, ni se lo reclame, ni se lo ordene, hizo”, y sigue el locutor, mencionando los logros de la administración de Buenos Aires, como la Ley de Fertilización Asistida y las policías municipales. Y continúa, citando al Martín Fierro, sobre la unión fraternal, porque si Scioli predica hacia adentro con el ejemplo de tirar para el mismo lado el carro del bien común, también es el más capacitado para negociar con los de afuera. Todo, sobre una sucesión de imágenes que lo muestran ganando campeonatos de offshore, y también con Cristina, él, que no viene de la política, pero que hace más de 20 años está “donde estás vos”.
Otro de los más difundidos, ese en el que el candidato se dirige a la cámara, interpelando enérgicamente al potencial votante (“¿Querés una vida mejor? El domingo, ¡andá a buscarla! ¡La vas a tener!), fue musicalizado con uno de los últimos hits de Ricardo Montaner. “Yo creo” se llama la canción, y versa, en un tono bastante evangelizador, sobre escuchar al alma, porque es firme la creencia en Dios y en el amor. “Para mí las frustraciones son experiencias positivas, aprendí mucho más de las derrotas que de los triunfos. Yo tuve que aprender a escribir con la izquierda haciendo palotes y círculos. Por eso, nada se consigue sin esfuerzo, eso me enseñó el deporte y de esa forma llegué hasta donde estoy, rompiéndome el alma”, suelta Scioli en las entrevistas. Algo así como un “yo creo y puedo”, como canta el venezolano. Ahora bien, Scioli, ¿creerá y podrá?