Si la idea de refundar una nueva Argentina, a través de un nuevo relato, late en cada discurso de Cristina Fernández, la disputa por la estatua del monumento a Colón, que ahora está tirada y a la deriva (el Gobierno nacional sigue afirmando que la retiró para restaurarla, y que en principio no la trasladaría a Mar del Plata como se dijo inicialmente), se recorta como un nuevo capítulo de esa batalla.
Como dejó entrever el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, cuando la última semana decidió meterse de lleno en la polémica: “A lo mejor, a algunos les gustaría tener a la reina de Inglaterra. No está mal que discutamos cuáles son nuestros símbolos, qué cosas reivindicamos. Este es un monumento a la España civilizadora”, completó la idea latinoamericanista el secretario de CFK.
Una idea a tono con el reclamo mapuche de tirar abajo el monumento a Roca, pero definitivamente disruptiva con la represión a los qom por parte de un gobernador aliado del mismo gobierno que acusa de “genocida” a Colón. Una postal dual que ilustra bien las batallas de la era K, que tantas discusiones (y confusiones) disparó.
El que también se metió en la puja, aunque con pretensiones menos académicas que Parrilli, fue el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta: “Se cagaron olímpicamente en la orden del juez”, afirmó, más allá de toda sutileza, subiendo el tono (muy poco Pro, hay que decirlo) de la pelea. Se refería, claro, a la decisión judicial de no tocar la estatua del descubridor de América, mientras que el Gobierno sigue asegurando que tiene el aval judicial para la restauración (la cautelar, alegan en la Rosada, les prohibiría solo el eventual traslado a Mar del Plata).
“Este es el problema en esta época, en la que no se puede confiar en la información que nos brindan los grandes medios –tercia la historiadora de género y directora del Conicet, Dora Barrancos, filokirchnerista–. A mí no me consta que hayan desmontado el monumento para trasladarlo porque si el tema era Colón, ¿por qué no se la agarraron con Roca, que encabezó una represión mucho más cruenta? La figura de Colón no es tan problemática en la Argentina. Yo estoy de acuerdo, por supuesto, con colocar en algún lugar de la ciudad a Juana Azurduy, pero no comparto la visión de una historia repositora de memoria. No se puede reemplazar un panteón con otro ni tampoco hacer un uso antojadizo de la historia, porque de ambos lados hay fundamentalismo. Mi impresión, en este caso, es que el gobierno de Macri está montando un show para hacerle creer a la gente que quieren robar un monumento para convertirse él en su defensor, cuando en verdad lo que quieren hacer es restaurarlo. Y yo no quiero darles aire a Macri y su show”.
Mientras, desde la otra vereda de la interpretación, Marcos Novaro, director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani, apunta lo contrario: “Es un intento de recrear la escena del Bicentenario, donde el Gobierno sí se anotó un poroto, no tanto como ellos creen pero lo han hecho, aunque esta vez en un contexto en el cual el Gobierno va perdiendo su poder aceleradamente (por lo tanto, las batallas son cada vez menos eficaces). Es una puesta en escena, un simulacro de que todavía tienen poder de agenda”.
En estos agitados días entre los “colonizadores” y los “descolonizadores”, diversas organizaciones fueron a la Justicia y radicaron una denuncia penal contra Cristina Fernández. Además, presentaron dos amparos que se sumaron al que presentó meses atrás la ONG Basta de Demoler, que fue la primera en generar una medida con el propósito de parar el desmantelamiento.
Un dato, antes de meterse de lleno en las interpretaciones. En esta batalla cultural, que se da en el terruño de Mauricio Macri en un año electoral, la remoción del monumento a Cristóbal Colón, frente a la Casa Rosada, le costó a la Nación 84.536,58 dólares por una semana. Pero el monto total seguramente será mucho mayor, ya que la maquinaria estuvo detenida en la plaza Colón durante un mes.
Solo el alquiler de la mayor de las grúas cuesta USD 23.500 semanales.
CFK vs. Macri y la batalla por la historia
“Sacar la estatua de Colón es un intento por escribir otra historia y al mismo tiempo de deshistorizar el pasado –apunta a Noticias Urbanas la historiadora y politóloga María Matilde Ollier–. Escribir otra historia porque no se puede negar a Colón, el descubrimiento de América. Como tampoco se puede negar que los incas subyugaban a otros pueblos. Eran violentos y conquistadores. Yo puedo desacordar con la violencia y la guerra, pero tengo que entender ese pasado en su contexto. Eso es deshistorizar: es interpretar el pasado con los parámetros del presente.”
Pero el pasado reciente también tiene sus contradicciones. La plaza Colón fue remodelada durante la gestión comunal de Jorge Telerman. Las obras fueron terminadas e inauguradas el 6 de diciembre de 2007, pocos días antes de que Cristina asumiera la Presidencia. Entonces, CFK dijo que quería que el predio en el que está ubicada la estatua fuera el “símbolo de todos los argentinos”.
“Yo sueño con que en este lugar podamos recibir a jefes extranjeros, a delegaciones extranjeras, para que la Casa Rosada sea el símbolo de todos los argentinos, el símbolo de la República Argentina, la casa común de todos nosotros”, dijo entonces la actual presidenta, delante de Telerman y de Kirchner, cuando aún no parecía molestarle la figura de Colón. Cristina todavía sostenía el discurso, más moderado, de la pluralidad y prometía la profundización de la institucionalidad.
De hecho, el Gobierno nacional mantuvo la custodia de la plaza gracias a un convenio firmado en 2007 entre el gobierno de Telerman y el secretario de la Presidencia. El convenio fue aprobado por la Ley 2.862. Luego de los intentos del Gobierno nacional de desmontar la estatua para reemplazarla por una de Juana Azurduy, el Pro presentó una ley en la Legislatura porteña para derogar el convenio 56/07. Así lo confirmó esta semana el vicepresidente primero de la Legislatura, Cristian Ritondo.
Según Ritondo, “el Gobierno nacional no ha solicitado autorización alguna al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para realizar los múltiples actos desarrollados en la plaza. A su vez, como segundo incumplimiento, ha hecho un uso abusivo de este espacio verde, alterando su diseño, fisionomía y modificando el emplazamiento de monumentos pertenecientes a la Ciudad, como es el caso del monumento a Cristóbal Colón, y ha emplazado otros sin la autorización previa de esta Legislatura, como es el caso del Monumento a los Caídos en el Bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955. Debe dejarse en claro que, sin perjuicio de compartir el sentido de este homenaje, hasta las decisiones más justas deben estar acompañadas del cumplimiento de las disipaciones legales y constitucionales”.
Pujas de un año electoral
En un año electoral, habría que sospechar que los dos actores de la disputa, tanto la Ciudad como el Gobierno nacional, buscan sacar beneficios políticos con la confrontación.
Cristina Fernández, con un discurso cada vez más dirigido al kirchnerismo convencido, buscará renovar, con esta nueva batalla por la “descolonización” en el territorio del “neoliberal Macri”, la épica debilitada del kirchnerismo, esa que tantos beneficios electorales le trajo, sobre todo entre los más jóvenes. Las elecciones en Capital nunca fueron amigables para el Gobierno nacional, y este año los pronóstico son aún más desalentadores. La repetición de la figura de Daniel Filmus en la oferta electoral describe claramente la dificultad del kirchnerismo de generar un candidato nuevo, en un territorio adverso. A esa complejidad se suma la irrupción de una nueva coalición, con la sorpresiva unidad de la centroizquierda, que le restará votos al kirchnerismo pero también al macrismo: esa clientela más progresista que, en rechazo al cristinismo, terminó votando a Macri a nivel local. El tironeo por Colón, entonces, podría servirles de excusa, a unos y a otros, para alinear a la tropa.
A principios de los 90 se estrenó 1492, la conquista del Paraíso, el filme épico de Gérard Depardieu, que encarnó a Cristóbal Colón. Dirigida por Ridley Scott y estrenada el 12 de octubre de 1992, en conmemoración del quinto centenario del descubrimiento de América para los europeos, la película cuenta la historia de un viaje iniciático, el realizado por el navegante genovés hacia las Indias Occidentales, que lo llevó al encuentro de un continente desconocido, hasta entonces, por los europeos. El filme destaca la relevancia y el efecto que tuvo el encuentro de estos “dos mundos” sobre los pueblos indígenas americanos durante los primeros años de la colonización.
En una de las escenas más vibrantes, un marino, con cara de asustado, llega hasta Colón, el capitán de la aventura, buscando certezas, en medio del océano y después de varios días de navegación. “Perdimos de vista el continente hace días, ¿cómo sabemos hacia adónde avanzamos?” Colón, entonces, le asegura que si continúan por el meridiano 28, llegarán a tierra.
“¿Y cómo lo sabe?”, se le anima el marino, inquieto.
Entonces Colón lo mira largamente y le contesta, con sinceridad: “No lo sé”.
Algo de eso tiene la política, y esta nueva aventura descolonizadora.