El secretario de Relaciones Internacionales de la CGT y titular de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA), Gerardo Martínez dijo que “las paritarias son libres y soberanas de cada sector” y advirtió que “la CGT no acepta ningún techo ni intromisión de la política para que los salarios sean variante de ajuste”.
Y agregó: “Los salarios pierden contra la inflación. Los gremios negocian con total responsabilidad, pero la carrera inflacionaria deteriora el poder adquisitivo de los salarios. La inflación es el impuesto a la pobreza ya que los asalariados y los sectores de bajos recursos son quienes más la padecen”.
De esta forma, uno de los principales sindicalistas tomó distancia del ministro de Economía, que está alentando a los dirigentes gremiales a que firmen acuerdos salariales del 30% para el primer semestre del año, con revisión en junio, y no se niega a que pacten otro 30% para el resto del año, de forma de que el aumento a lo largo de 2023 no supere el 60% de la inflación que prevé el Gobierno para ese período.
El problema es que ningún sindicalista puede aceptar públicamente hoy un techo salarial cuando la baja de la inflación no está asegurada. Las bases presionan a los dirigentes gremiales, que tuvieron muchos problemas en 2022 para pactar aumentos que no bajaran del 100% anual.
Ahora, al menos, quieren constataciones de que la inflación empieza a mostrar una tendencia declinante. Por eso será difícil que haya paritarias firmadas ya por el 60% anual y sí, en cambio, muchas del 30% semestral, con revisión en junio. Esa es justamente la meta que se propone Massa para el primer tramo del año.
La ministra de Trabajo, Kelly Olmos, confirmó que el Gobierno impulsa que los acuerdos salariales en una franja que no supere el 60% y anticipó que la CGT “en general” apoya esta iniciativa. Desde la propia central obrera, Martínez, uno de sus máximos referentes, acaba de desacomodar a la titular de la cartera laboral. No será el único: hay otros dirigentes que criticarán en breve los topes salariales.
Para Massa y su equipo, no hay otra alternativa que desacelerar las paritarias si se quiere evitar una estampida inflacionaria. Es lo que está tratando de transmitir en sus encuentros reservados con los sindicalistas. En general, le aseguran que acatarán el techo salarial si efectivamente en enero, febrero y marzo la inflación termina rondando el 4 por ciento. Pero le advirtieron que en público deberán mostrar los dientes y no aceptar ninguna limitación salarial. Es lo que acaba de hacer Martínez.
Si la CGT quiere crecer en las listas de candidatos, deberá escaparse a todo lo que tenga tufillo a ajuste económico. También deberá hacerlo de cualquier intento de reforma laboral. Por eso hay mucha bronca contra Alberto Fernández a raíz de su flamante jefe de asesores, Antonio Aracre, ex CEO de Syngenta, quien antes de asumir habló en favor de una “modernización laboral”.
Es que son tiempos de campaña. Por eso en el Gobierno nadie quiere reconocer topes en las paritarias ni retoques en la vetusta legislación laboral. Menos aún en un sindicalismo peronista que sigue buscando la fórmula para recuperar el poder. Y, sobre todo, para no continuar perdiéndolo.