A diez días de las PASO, Cristina Fernández de Kirchner aparece ocupando, una vez más, el centro de la escena política argentina. La incapacidad del Gobierno nacional de dar respuesta a las crecientes demandas económicas y sociales de las clases medias y bajas, la tibieza de otros dirigentes opositores a la hora de confrontar con la Casa Rosada y los problemas del resto del peronismo para encontrar liderazgos alternativos dejaron nuevamente a la expresidenta como protagonista central de esta campaña electoral. La incógnita, ahora, se traslada a lo que vaya a suceder después de las elecciones, cuál va a ser el rol de Cristina Fernández Kirchner desde el senado en la segunda mitad del mandato de Mauricio Macri y cómo jugará en la estructuración opositora de cara a las elecciones presidenciales de 2019. Falta mucho para eso, pero el tiempo, en este país, pasa volando.
En el Gobierno nacional se habla de una “nueva Cristina”, en referencia al tono que adoptó la candidata para esta etapa, dosificando el mensaje y mostrándose lejos del barro de la coyuntura, una estrategia que algunos asocian al “duranbarbismo” macrista pero que en realidad remite a lo que fue la campaña presidencial de 2011, que terminó con un triunfo histórico de la exmandataria, entonces buscando su reelección. “Equipo que gana no se debería haber tocado” parecería ser la consigna de Unidad Ciudadana al omitir buena parte de lo que sucedió después de esos comicios, cuando un sector de la sociedad argentina inició el divorcio amargo con el kirchnerismo, que derivó en la derrota de 2015.
Así, la imagen que muestra Fernández de Kirchner es un reflejo espejado de aquella. Si se le criticaban los gritos y el tono de maestra Siruela empleado en sus mensajes públicos, ahora habla suave y se baja del púlpito para ponerse, literalmente, a la altura de sus votantes: ese es el tono que domina sus actos de campaña. Si agotaron sus mensajes por cadena nacional, ahora dosifica sus apariciones y las transmite únicamente por un canal de YouTube. Si espantaban a la clase media algunos dirigentes impopulares sobre el escenario, hoy reserva ese lugar a “ciudadanos” e incluso antiguos aliados sufrieron el derecho de admisión y permanencia en Unidad Ciudadana, justamente para no meter ruido en la línea. Así, a conciencia, se construye esta “nueva” CFK.
La estrategia funciona: donde hasta hace poco se hablaba de un escenario de tercios hoy nadie duda de que la ex primera mandataria ingresará en el Senado y pocos que lo hará ganando la provincia de Buenos Aires. En su equipo están confiados, aunque dosifican el triunfalismo; en la Casa Rosada están desconcertados y, aunque en público todavía hablen de un empate técnico, en privado empiezan a preocuparse más por asegurar la medalla de plata contra el nunca sencillo Sergio Massa para salvar a su candidato, el atribulado Esteban Bullrich, de una catástrofe que tendría consecuencias imprevisibles sobre todo el escenario político argentino.
La incógnita es lo que pueda pasar a partir del 23 de octubre, una vez que se hayan contado los votos que valen y el nuevo escenario esté configurado. ¿Cuál será la Cristina que llegue a la Cámara alta? ¿La conciliadora de sus campañas o la guerrera de la gestión? ¿O existe, acaso, una tercera cara que todavía no conocemos? ¿Se parecería, esa tercera cara, a la Cristina legisladora opositora que conocimos antes de 2003? ¿Quiere ser candidata a presidenta nuevamente? ¿Puede? Los pisos y techos electorales son más dinámicos que lo que muchos analistas políticos quieren reconocer. ¿Está a tiempo Cristina Fernández de volver a seducir a la mitad más uno de los electores de este país? ¿O preferirá intentar lo que no quiso en 2015 y elegirá una figura de su confianza para sucederla?
La respuesta a muchas de estas preguntas depende, principalmente, de lo que haga el Gobierno. Cuanto más se demore la reactivación económica, más crecerá la figura de la principal opositora y mayor será su autonomía para articular una propuesta sin necesidad de negociar con otros polos de poder, como los gobernadores peronistas o los sindicatos. El anuncio en las últimas horas de una futura reforma previsional que modifique la edad jubilatoria, por ejemplo, es pura ganancia para la única dirigente política que denuncia, desde hace al menos seis meses, esa maniobra. Por momentos, para ponerlo en términos futbolísticos, parecería que todos, oficialismo, oposición y los del medio, juegan para ella. Eso también explica este escenario.