“Me vinieron a buscar al fin del mundo”, dijo Jorge Bergoglio el 13 de marzo, ya Francisco, en el balcón de la Basílica de San Pedro, y a las horas, como un acto reflejo, por las tierras del nuevo Papa ya se empezaba a hablar del tour que se vendría, que preparaban el Gobierno de la Ciudad, muy afecto a la promoción del turismo, y también, claro, las agencias privadas. Se trata de un recorrido por la geografía porteña representativa de la biografía eclesiástica del Sumo Pontífice, desde aquella infancia en Flores, en los 30, hecha de plaza devenida en potrero, hasta el puesto de diarios de Yrigoyen y Bolívar, justo frente al Arzobispado en el que Bergoglio ocupó un austero tercer piso, donde cocinaba mucha verdura, y en el mismo en el que juntaba, seguramente, las banditas elásticas de todo un mes para devolvérselas al diariero. Una por una.
El Papa Tour oficial, tal como lo registró el GCBA, asume, desde mayo, fecha en que se lanzó, dos modalidades: a pie y en bus. La primera, a su vez, se divide en dos propuestas. Anclándose en los últimos años de Bergoglio antes de su partida hacia el Vaticano, los martes a las 15 se ofrece el circuito de Plaza de Mayo (cuyos atractivos son la Catedral Metropolitana; el Arzobispado de Buenos Aires; la peluquería Romano del Pasaje Roverano –se ingresa por Avenida de Mayo al 500–, de la que el nuevo Papa fue cliente durante 20 años; el ya mencionado puesto de diarios; la iglesia San Ignacio de Loyola, y la de San Francisco de Asís). Y también se invita a recorrer el barrio de Flores, los jueves a las tres de la tarde, iniciativa destinada a retrotraer el tiempo a través de la Basílica de San José de Flores, donde Bergoglio sintió el llamado, la señal de cuál sería su destino; el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, donde hizo el jardín de infantes y en cuya iglesia tomó la primera comunión; la casa donde pasó sus primeros años, en Membrillar 531; la plazoleta Herminia Brumana, donde jugaba a la pelota, y la escuela Cerviño. Ambas duran aproximadamente una hora y media y son ideales para quienes tengan que hacer tiempo en esta ciudad, ya que no requieren inscripción previa.
La segunda modalidad, la del bus, en cambio sí la requiere. Cuentan desde el Ente de Turismo de la Ciudad que la propuesta, que se lleva adelante los fines de semana y los feriados, a las 9 y a las 15, tiene mucha demanda: hay lista de espera. Esta alternativa incluye muchos más destinos, que es lo mismo que decir etapas en la vida religiosa de Bergoglio, una suerte de línea de tiempo personal a bordo de un micro blanco caracterizado con una gigantografía papal. En tres horas, la gente solo puede bajar del vehículo en la parroquia San José del Talar, en Navarro 2460, barrio de Agronomía. Allí está el santuario de la Virgen Desatanudos, devoción que Bergoglio importó en los 80 desde Alemania, a partir de la imagen de una María desatando los nudos de la vida terrenal. El final del trayecto es en la iglesia San Ignacio de Loyola, lugar en el que el último domingo, día en que NU realizó el tour, el dato de que el templo lleva el nombre del fundador de la orden a la cual Bergoglio pertenece pasó a un segundo plano, quedando expuesto el atentado que la iglesia sufrió en el marco de la reciente toma del Colegio Nacional Buenos Aires.
Por el momento, contemplando las dos chances hasta fines de septiembre, unas 2.525 personas realizaron el paseo. En el Gobierno porteño están convencidos de que Francisco, quien al enterarse de las tantas ideas turísticas comerciales gestadas en su nombre pegó el gritó en el cielo, es un buen impulsor del turismo local. Así que, por lo menos, el tour sigue hasta fin de año. Es que la propuesta permitió, a su vez, mostrar el atractivo de otros barrios de la Ciudad que no pertenecían tradicionalmente al corredor turístico y fortalecer, de paso, el desarrollo puntual de Flores. Ya hay reservas para el paseo en bus en noviembre. Fenómeno multiplicador que oficia de anzuelo amarillo y blanco: si la fe mueve montañas, el Papa mueve micros.
Cuando el bus pasa frente a la Cárcel de Devoto, donde Bergoglio solía lavarles los pies a los presos los Jueves Santos, suele tener lugar uno de los picos emotivos. María, de Flores, abuela de muchos nietos pero coqueta al mentir su edad, comenta que siempre viajaba en subte “con el padre”, que siempre le llamó la atención su humildad, su entereza, su humanidad y que ella siempre fue, le faltó decir, su fan.
También motivaron suspiros el Seminario Metropolitano de Buenos Aires, en Devoto, donde el hoy Papa decidió ser jesuita para luego iniciar el noviciado de la Compañía de Jesús en Chile –lo que explica, además de la fuerte raigambre católica en el país limítrofe, la afección de los trasandinos por las ofertas que tengan, de forma gratuita (como es el caso del Gobierno porteño) o paga, la marca de Francisco–; la vicaría de Flores, donde en el 92 nombraron obispo a Bergoglio, y la basílica de San Carlos y María Auxiliadora, en Almagro, donde lo bautizaron. En un micro con mayoría sexagenaria, con colombianos y brasileños, el espíritu azulgrana se hizo presente. La cuadra en donde nació el club San Lorenzo, por 1907, en México entre Quintino Bocayuva y Treinta y Tres Orientales –es que San Lorenzo es, precisamente, de Almagro–, tuvo la celebración de los cuervos a bordo, que fueron varios. A tono con la propuesta, el guía, amable y didáctico, se reconoció hincha del club del Papa. Y la cronista, que cada vez cree menos, no se quiso quedar afuera.
Ahora bien, luego de la euforia, viene la meseta. O la depresión. Si en mayo el Tour Papal en bus llevó a pasear a 578 personas (532 porteños, 2 europeos, 27 americanos y 17 turistas provenientes del interior del país), esa cifra en septiembre descendió a 355 (143 porteños, 35 europeos, 70 americanos y 107 turistas del interior). Pese a la baja, que entienden lógica por el apagón o el acostumbramiento a la papamanía, en el Gobierno de la Ciudad siguen sosteniendo que lo de Francisco tiene, más allá de la alegría católica y el exitismo chauvinista –¡hasta Dios es argentino!– un efecto exponencial en lo que a turismo refiere.
“Cada vez que el Papa hace mención a la Argentina, el mundo nos recuerda. Nuestro país trabajó y está trabajando fuertemente en el turismo religioso. En los eventos que se hacen en relación a la Iglesia católica, el país ya tiene una fuerte presencia”, asegura el presidente de la Cámara Argentina de Turismo, Oscar Ghezzi. “Hay 1.200 millones de feligreses y creo que no hay lugar en el mundo donde no haya una inquietud por conocer el hogar del Papa”, agregó, entusiasta. “Vinieron turistas de Estados Unidos, de Rusia. Se está produciendo un mensaje muy fuerte, el de la Iglesia de los pobres, de la ayuda, y todo esto lleva a la Argentina a mostrarse. Ya vivimos fenómenos parecidos con Maradona y Messi”, afirmó. Todo muy lindo, pero ¿quién salva los millones?
En marzo, Carlos Fuentes, gerente de la agencia Anfitrión Argentina, se anticipó a sus colegas al lanzar “Por los caminos del papa Francisco”, un tour en grupos de no más de 24 personas, de cuatro horas de duración, que pueden llegar a cinco, porque se hacen bajadas en todos los puntos del itinerario, similar al oficial, pero con un costo de 130 pesos por persona, precio que en realidad puede ascender a 500 o 600 pesos si se tratara solo de seguir el deseo de, por caso, dos personas. Sí, mientras se pague, las combis se llenan a medida. La agencia Kangoo Tours, por su lado, ofrece la recorrida todos los días, en horarios personalizados, en la que los pasajeros pueden bajar a tomar fotos donde y cuando lo deseen. Pasajeros que hablen inglés o portugués son bienvenidos: hay servicio de traducción. “A la cancha de San Lorenzo no vamos por cuestiones de seguridad, porque la zona es muy fea”, advierte Fuentes. Pero aclara que tiene un plus: la ventaja de conocer personalmente a Bergoglio, ser su contemporáneo y compartir abiertamente la emoción de los que lloran conmovidos arriba del micro, aunque Francisco esté a kilómetros de distancia, intentando salirse de esa caja de cristal llamada Vaticano. En el Ente de Turismo de la Ciudad señalan que actualmente la novedad es el “Circuito histórico, cultural y papal”, que se sumará a la propuesta general los días 19 y 20 de octubre, en Flores, con un bus que saldrá cada hora desde el mediodía hasta las 17. Como sea la propuesta, oficial o privada, desde todos los márgenes coinciden: esto será un clásico del turismo local y, como tal, hay que hacerlo rodar.
Peluquería Romano, una historia de 20 años
En la puerta de la vieja peluquería y barbería, el cartel avisa con letras bien grandes: “Un orgullo haber tenido como cliente cada mes durante 20 años a Monseñor Bergoglio, hoy Papa Francisco”. Después de la solemnidad, la comicidad, que se refleja en las leyendas interiores, como en la que indica “Si no queda conforme, le devolvemos el cabello”, y en los dichos que Mario Saliche va soltando de a poco, para no embarullar, en ese local de 1938, donde el corte sale 85 pesos y la afeitada 15.
Hincha de River y de Almeyda, cuenta que ahora atiende al arzobispo de Buenos Aires Mario Poli, quien reemplazó al hoy Papa en su cargo. “Pero ojo, también atiendo ateos”, agrega, enseguida, entre risas. “Si cobráramos un dólar por cada foto, tendríamos tanta plata que podríamos ayudar a Bergoglio en la iglesia”, comenta con picardía, mientras le pasa la máquina a un cliente que festeja por enésima vez sus palabras. Y seguirá festejando.