En septiembre de 2009, una inesperada decisión del Gobierno nacional permitió que los argentinos pudieran volver a ver por televisión, sin restricciones, las transmisiones del fútbol de primera división.
Hasta entonces, de los partidos del deporte más popular de la Argentina solo se podían ver los resúmenes en un programa que se emitía los domingos por la noche, que tenía los goles embargados. Y en directo, los que no pagaban una onerosa tarifa mensual, tenían que conformarse con ver las caras de los espectadores en las tribunas, mientras la voz del relator transmitía un partido que solo era posible imaginar.
Cuando se producía una pausa o terminaban los partidos, las imágenes se trasladaban al campo de juego, justo en el momento en que se retiraban los jugadores y concedían alguna declaración a los simpáticos periodistas del canal del sol. Allí no mostraban su juego, sino su capacidad de análisis del juego en pantalones cortos. Hasta quizás alguno de ellos encontró su vocación de técnico en esos breves momentos.
Como síntesis de este esquema perverso, se puede decir que solo se podían ver canchas vacías y tribunas llenas. El juego más popular estaba más allá de la pantalla, que mostraba la alegría de los otros, a la vez que la escatimaba a los televidentes.
Los años pasaron –ya van casi cuatro– y el fútbol, el negocio del fútbol y la tecnología evolucionaron hasta el punto de que se ven los partidos en las computadoras personales y en las tablets.
Cuando el Estado se hizo cargo de las transmisiones, el proyecto era licitar los espacios publicitarios, pero hoy la fábrica de camiones Iveco –que es el sponsor oficial del torneo– es el único anunciante privado de Fútbol para todos. Ocurre que la licitación nunca se hizo y los argentinos estamos pagando de nuestros bolsillos los gastos de las transmisiones, rubro en el cual, actualmente, se gastan 1.200 millones de pesos por año.
En este contexto, Mauricio Macri, haciendo gala de un escaso tacto político y de una cierta soberbia, salió a decir que si fuera presidente eliminaría la transmisión gratuita del fútbol.
“En su momento, el fútbol se organizaba muy bien sin la intervención y la manipulación del Gobierno nacional”, dijo el jefe porteño en diálogo con radio Mitre, justo una emisora ligada a la empresa que transmitía anteriormente los partidos mediante el sistema codificado, lo cual no fue una casualidad.
“Creo que organizando bien el fútbol, y de eso algo puedo decir que aprendí, podemos dedicar muchos fondos a vivienda social, escuelas, caminos, tantas cosas”, se explayó el expresidente de Boca Juniors, sin medir la repercusión de sus palabras.
Pocos días después, el jefe de Gabinete del Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, debió salir a pasar en limpio las declaraciones de su líder y trató de explicar que Macri solo quiso decir que había que licitar la publicidad para que empresas privadas financien el programa.
Sin embargo, el jefe de Gobierno no cejó en su ofensiva y habría reaccionado en forma airada ante un proyecto que presentó el presidente del bloque Pro en Diputados, Federico Pinedo, que propuso que la transmisión de los partidos se licite internacionalmente, reservando para el Estado un diez por ciento de los espacios en forma gratuita.
Las controversias sobre este tema son constantes, tanto que llegó el momento de pensar una solución diferente.
Una de las funciones principales del Estado es la asignación de recursos. En el presupuesto anual que presenta el Poder Ejecutivo está contenida su ideología, mucho más que en las palabras de sus funcionarios. La transmisión gratuita de los partidos es un derecho que recuperamos los argentinos, que no será revertido sin generar un grave conflicto. Pero es hora de que se asignen los recursos de una manera diferente para evitar gastos innecesarios y el uso del fútbol para propaganda oficial. Quizás un mix entre privado y estatal sería una salida. Y quedarían así más recursos libres para reasignar en otros rubros.
Así, se podría crear “Plata para todos”.