Ganó la eliminatoria, las apuestas le dan bien, pero, ¿puede realmente quedarse con el trofeo final? El caso de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires es particular. La vicejefa porteña, dirigente del riñón de Horacio Rodríguez Larreta, era una desconocida en tierra bonaerense hasta hace nada. Su incursión allí se limitaba más bien a un tema familiar: su marido, Ramiro Tagliaferro, militaba y deambulaba por algunos cargos y postulaciones en el distrito de Morón. El “no” de Gabriela Michetti a Mauricio Macri para saltar de distrito, hace ya un par de años, reorientó la catapulta para que la que diera el salto a la Provincia fuera Vidal. El 9 de agosto dio la sorpresa: fue la candidata a gobernadora más votada, con el 30,07 por ciento de los votos. Doble mérito matemático: en el conteo individual dejó atrás a tres pesos pesados como Aníbal Fernández (21,16%), Felipe Solá (19,67%) y Julián Domínguez (19,05%) y sacó casi un punto más que la suma de los tres candidatos presidenciales que la llevaban en su boleta en el distrito (Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió).
Con el facilismo al que apela la política y al que se suman gustosos analistas y periodistas, se empezó a hablar de un fenómeno invertido: ya no era Macri el candidato que arrastraba a Vidal a un buen resultado (el argumento del Pro para sostener la postulación de la vicejefa en la previa), sino viceversa. Un trío de encuestas pos-PASO agrandaron el mito. Todas dan a la funcionaria macrista al tope de la intención de voto, seguida por el jefe de Gabinete K y luego por el exgobernador, ahora candidato massista. Management & Fit cuenta 32,2 por ciento para Vidal, 28,1 por ciento para Fernández y 15,7 por ciento para Solá; Isonomía les da 34 por ciento, 27 por ciento y 14 por ciento, e Ibarómetro, 32,1 por ciento, 27,3 por ciento y 15 por ciento.
Las dos últimas consultoras también miden a los presidenciales en el mismo territorio. Y ahí acaso esté la clave de por qué las chances de ganar de Vidal son menores de lo que pueden sugerir los primeros números. Para Isonomía, Daniel Scioli tiene una proyección de voto para octubre en la provincia de Buenos Aires de 40,7 por ciento; Macri, de 31,6 por ciento, y Sergio Massa, de 28,6 por ciento. Para Ibarómetro, el trío mantiene el orden pero con números distintos: 37 por ciento, 24 por ciento y 15 por ciento.
Si se comparan las mediciones de los presidenciales con sus postulantes a gobernadores bonaerenses se estaría ante un formidable e histórico escenario de corte de boleta: ganaría Vidal y ganaría Scioli. En algunos casos, con diferencias con Macri y Aníbal Fernández (sus compañeros de papeleta) de hasta dos dígitos: en la práctica, unas 800 mil personas elegirían a un candidato a presidente de un partido y a un candidato a gobernador de otra fuerza.
No se recuerda en la Provincia un fenómeno así. En 2007 y 2011, el fantasma de que Scioli (candidato a gobernador) sacara muchos más votos que Cristina quedó en eso, en fantasma. En el debut de ambos, efectivamente el exmotonauta quedó arriba (48,24% a 45,91%); cuatro años después, cuando los dos buscaban la reelección, la Presidenta lo superó (56,43% a 55,07%). Pero en ninguno de los casos la diferencia llegó siquiera a tres puntos.
En este contexto, el jefe de Gabinete llega con indudable ventaja: aun cuando quedó casi diez puntos abajo de Vidal en las primarias, si se suman los votos de su competidor interno (Julián Domínguez), el Frente para la Victoria pasa adelante por la misma diferencia sobre el Pro. Algunos sondeos advierten que una parte del voto de Domínguez podría fugarse. ¿Pero en qué proporción? Y en caso de haber fugas: ¿todas irían a Vidal o un parte podría correrse a Solá?
También parece difícil que la candidata macrista sume desde el Frente Renovador. O al menos en una magnitud tal como para revertir la tendencia. Massa, Solá y los intendentes que quedaron en el FR apuestan a cerrar ese bloque en la Provincia, que es donde mejor le fue al exfuncionario de Cristina. No hay, a priori, indicios políticos que auguren grandes cambios. Más preguntas: si Solá o Massa perdieran apoyo, ¿iría ciegamente a la dupla Macri-Vidal? Ningún estudio habla de semejante obediencia debida.
Las diferencias entre las encuestas presidenciales y a gobernador (con amplias brechas dentro de un mismo partido) y lo que marca la historia (poco corte de boleta) se explica bastante fácil: los sondeos se hacen por separado y las boletas en el cuarto oscuro están juntas. El mismo elector que por teléfono elige libremente a Vidal y a Scioli, por caso, es probable que el día de la elección se incline por uno y arrastre al resto. En general, el tironeo es de adelante hacia atrás: esto es, que la gente elige las boletas por el candidato presidencial.
Un análisis más fino de las PASO también podría hacer concluir que Vidal básicamente retuvo el voto de Cambiemos (Macri, más Sanz, más Carrió). Y que el elogio repetido a su figura y su performance estuvo más vinculado a los prejuicios que generaba su candidatura que a una performance descollante: finalmente, no solamente no les hizo perder votos a los presidenciales, sino que hasta sumó algunos más. Pero tampoco fueron tantos. Es decir, no hubo un boom de corte de boleta en su contra; como parece difícil que lo pueda haber tan masivamente a su favor. Aunque la política, se sabe, es el arte de lo imposible. Y a eso se aferra Vidal.