La inflación es política, pero si no se la combate el futuro suena a utopía

La inflación es política, pero si no se la combate el futuro suena a utopía

Las principales empresas quieren de nuevo a JxC. Los planes para enfrentar la adversidad electoral. Se gana o se pierde por poco.


Las discusiones internas en el Frente de todos, que se sucedieron inmediatamente después del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, fueron –y siguen siendo por estos días- de una aspereza inusual. Disgustada por la naturaleza del acuerdo, la propia vicepresidenta le dijo a Alberto Fernández que “al ministro tuyo lo va a echar la gente”, toda una síntesis de las disidencias internas, que seguirán persistiendo hasta el final del mandato del Frente de Todos.

En este contexto, es posible que el año cierre con una inflación cercana al 78 por ciento, si no se frena la avalancha de los precios. Esta cifra se compone con el diez por ciento de la inflación acumulada durante la pandemia y por el crecimiento económico, a lo que hay que sumar un 40 por ciento por la inflación interna, más la caída de los salarios frente a los precios relativos. Además, hay un doce por ciento de inflación importada, provocada por la Guerra de Ucrania. Ya estamos en el 62 por ciento, a los que hay que sumarle el 16 por ciento por el impacto de los precios de la energía, la medicina prepaga, la educación privada, los transportes y el combustible. El total de esta suma alcanza al 78 por ciento aludido.

Una de las razones principales de este descontrol en los precios es la concentración de miles de productos en pocas, muy pocas empresas que están muy diversificadas y generan la especulación proverbial de los oligopolios.

Esta problemática, que no se resuelve ni siquiera en una generación, es también el resultado de la política de desindustrialización que encararon primero el tándem José Alfredo Martínez de Hoz y Jorge Rafael Videla, continuó de la mano del dúo Pimpinela formado por Carlos Saúl Menem y Domingo Felipe Cavallo, para rematar (en todo el sentido de la palabra) con los trillizos Mauricio Macri, Luis “Toto” Caputo y Nicolás Dujovne.

Estos tres procesos de remate de los bienes debidos al ahorro nacional duraron en total 19 años y provocaron la extranjerizaron la banca, de la industria y hasta de las empresas estatales, como ENTel, SEGBA, YPF y Agua y Energía, entre otras. La crisis constante que vive la Argentina desde entonces se debe, en gran medida, a la desregulación que se produjo por la ausencia de estas empresas, que no sólo brindaban servicios públicos, sino que armonizaban el mercado. Sería bueno investigar en el sur y en el norte argentinos las tremendas consecuencias sociales que dejaron las privatizaciones de YPF, Altos Hornos de Zapla, Hidronor, Agua y Energía y Aerolíneas Argentinas en los ’90.

Un pequeño muestrario de la concentración

La empresa alimentaria Molinos Río de la Plata, por caso, lidera las franjas de fideos –de la cual factura el 79 por ciento del total y el vende el 73 por ciento de los productos en este rubro. En el arroz, sostiene el 45 por ciento de la facturación y el 32 por ciento de las ventas del mercado. Además, factura el 36 por ciento del aceite que se consume, mientras que fabrica el 35 por ciento de los productos que se venden en plaza.

La empresa Danone, por su parte, lidera la producción de postres, con varias marcas muy vendidas en este rubro. Esta empresa factura el 80 por ciento de las ventas totales de postres en Argentina y vende el 77 por ciento de estos productos.

En el mercado de las yerbas, que cayó mucho en el último tiempo a causa de los precios excesivos, Establecimiento Las Marías factura y fabrica el 42 por ciento de todas las marcas de este producto que participan en el mercado.

Algo similar ocurre en el territorio del azúcar. En Ingenio y Refinería San Martín del Tabacal factura el 40 por ciento de lo que se vende en el país y vende el 36 por ciento del total. La empresa fue fundada en 1918 por Robustiano Patrón Costas, por ese entonces uno de los hombres más ricos de la Argentina. En 1996, como casi todas las empresas nacionales, la empresa norteamericana SeaBord Corporation la adquirió y comenzó a diversificar su producción. Hoy fabrican azúcar, biocombustibles, bioabonos, bioelectricidad, alcoholes y aporta 58.000 megavatios de electricidad al sistema nacional integrado.

En este mercado, tan concentrado en tan pocas manos, la inflación se vuelve política. Varios de los empresarios más poderosos de la Argentina anunciaron en off que mientras esté el peronismo en el poder, la inflación no se detendrá. Es que para ellos guarda un beneficio doble: en un extremo, producen menos para ganar más y, en el otro, desgastan al gobierno “populista”.

Esto ocurre mientras el consumo de la carne cayó desde 73 kilogramos a 39 per cápita anual en los últimos años. Las ventas de yerba se derrumbaron también: pasaron de 10 a 5,9 kilogramos per cápita por año.

La situación de monopolización de los alimentos en la Argentina, que comenzó durante el gobierno de Carlos Menem, cuando casi todas las empresas alimentarias nacionales fueron adquiridas por corporaciones extranjeras, llevó a que once grupos económicos comercialicen el 79 por ciento de los productos que yacen en las góndolas de los supermercados argentinos, que tampoco pertenecen a empresarios nacionales.

Estos grupos económicos llevaron su parasitismo hasta el extremo en el último año. Un botón de muestra es que cuando el Gobierno otorga aumentos en la Tarjeta Alimentar, que alcanza a 4,1 millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza, las alimentarias aumentan sus precios al instante, quedándose con ese aumento sin hacer ningún esfuerzo extra. Si el lector fuese absolutamente incrédulo sobre este punto, debería mirar las listas de precios que estos empresarios publicarán en la próxima semana, ya que hace dos días, el Gobierno dispuso un aumento del 50 por ciento en la Tarjeta Alimentar. Se verá.

El remedio que se intentará implementar desde el Ministerio de Desarrollo Social consistirá en asignar esa tarjeta a compras que se producirán en las sedes de las organizaciones sociales, las Unidades Básicas peronistas, los centros estatales de distribución barrial y las cooperativas de producción de alimentos.

Paralelamente, los productos suntuarios no registraron casi variaciones en el último año. No existen problemas de demanda, ni de oferta, ni de abastecimiento. Los consumidores de estos productos neutralizan los efectos de la inflación generándola, por lo que sus economías personales acompañan las subas de precios. Por esta razón, se muestran imperturbables frente a la crisis, que afecta a los demás, pero no a ellos.

El FdT y JxC piensan sus próximos movimientos

El ajedrez es un juego que abomina de la improvisación. La política, por el contrario, es materia de los creativos. Sirve la planificación, pero las coyunturas suelen ser cambiantes y muchas veces una frase, una explicación, una decisión o un decreto, salvan la situación.

Una cosa está clara, aparentemente. La oposición evalúa que la grieta ya no otorga el mismo rédito que antaño. Horacio Rodríguez Larreta va a moderar el tono opositor, sin dejar, claro, de cuestionar todo lo que haga el Gobierno nacional. Si Fernández dice blanco, él dirá negro y viceversa. Al fin y al cabo, ése es el papel de la oposición en todas partes.

En los últimos días se dieron cuenta, además, de que la presencia y la voz de Cristina Fernández de Kirchner es el principal obstáculo que deberán superar. Su accionar les obstaculiza el camino y la política de alianzas. Mauricio Macri es, de todos modos, su principal víctima, el que sufre en mayor medida por su accionar. Por esa razón, CFK será el blanco principal de sus ataques. Sienten que le pueden ganar –de hecho, ya le ganaron varias veces-, pero que les dificulta el camino hacia consolidarse como una sólida opción política, de cara al futuro.

El peronismo, por su parte, camina con pies de plomo. Hay animosidad entre la líder del espacio y el presidente, que lucha para no quedar pintado. Éste también debe remontar una gestión económica que hace agua por muchas partes. En especial, la intención de Alberto Fernández de concertar con los grandes empresarios una tregua salarial y de precios suena cada vez más a ruego que a exigencia.

En este panorama, la vicepresidenta no piensa en fracturar el Frente de Todos, pero ella y sus seguidores no ahorrarán cuestionamientos hacia el rumbo de la política y de la economía.

Ella se diferenciará permanentemente hasta el año que viene, pero no romperá, al menos hasta entonces. Pero guardará distancia, porque sabe que aparecer en la misma foto que Alberto suma muy poco, electoralmente hablando.

Para evitarlo, planea dos líneas de acción. La primera es adelantar las PASO bonaerenses para marzo de 2023 y las elecciones generales para mayo. Así, en agosto habría traspaso del mando en la Gobernación. Ella, para el caso de una derrota de la coalición electoral, se abroquelaría en La Plata y desde allí intentaría la reconstrucción y la reformulación del kirchnerismo. Además, si ganara la elección en el distrito más importante del país, podría generar un “efecto arrastre” para la elección nacional, cuya fecha no depende de ella. Pero ni eso está hoy asegurado.

La estrategia de Cristina incluyó una serie de reuniones con los gobernadores, de los cuales diez se alinearon con ella. Quizás, dicen algunos, no haya demasiado amor con La Cámpora, pero aún más les horroriza perder la elección y muchos evalúan que el 2023 viene muy difícil.

Cristina piensa, en principio, llevar a Sergio Massa como candidato a vicepresidente, con la promesa de sostener una futura postulación presidencial –quizás para 2027 o 2031- para el tigrense.

La segunda línea de acción generaría un enorme impacto. Esta sería nacionalizar el 49 por ciento del paquete accionario de YPF, que aún sigue en manos de accionistas privados de diferentes tipos. Para que esto ocurra, debería negociar con otros actores esta medida, pero las perspectivas de semejante decisión son enormemente halagüeñas para el futuro argentino.

El valor de libro de YPF es hoy de unos diez mil millones de dólares, pero el beneficio es incalculable. Solamente en Vaca Muerta hay yacimientos de “shale oil” que durarían 160 años, es decir, 40 mandatos presidenciales. Para el “shale gas”, las perspectivas son aún más auspiciosas. Hay gas para 200 años más, es decir, para 50 mandatos presidenciales más.

Las perspectivas para el Frente de Todos para 2023 no son demasiado halagüeñas, pero no está dicha la última palabra.

Más allá de la improvisación, siempre hay un plan. Y tanto en Juntos por el Cambio como en el Frente de Todos intentan no perder espacios en la coyuntura. Los números están muy cerca (ver en esta misma publicación “Una nueva encuesta y dos tendencias cruzadas: cae Alberto y crece Milei”, en la que el FdT gana por un punto) y una ínfima porción del electorado que se gane o se pierda definirá la elección.

Pero, para eso todavía debe transcurrir una eternidad.

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