Falta aún una eternidad para que lleguen las elecciones parlamentarias de medio tiempo, pero los soldados ya se están alineando para a batalla.
En las filas de la oposición, los cultores de la teoría de la campaña permanente hace ya tiempo que disputan la futura configuración de sus listas de manera desapacible, por decirlo de algún modo.
Se perfilan en el seno de Juntos por el Cambio varias líneas internas, pero se pueden subsumir entre dos: los “duros” y los “políticos”.
El capitán de los primeros es el propio expresidente Mauricio Macri, que el martes último lanzó una fundación que lleva su nombre, al estilo de los expresidentes norteamericanos, que buscan de esta manera consolidar su legado político e incidir -¿por qué no?- en los grandes debates políticos nacionales.
Además, el exmandatario aprovechó sus días de relax en la Patagonia para terminar de darle forma a su primer libro, que tituló “Primer Tiempo”. Lo publicará Editorial Planeta en marzo y colaboraron en su redacción el ex secretario de Cultura, Pablo Avelluto y el exredactor de sus discursos cuando era presidente, Hernán Iglesias Illa.
En el lanzamiento de su think tank, que funcionará en sus oficinas de Vicente López, Macri recalentó el escenario cuestionando crudamente la política educativa que desarrolla el Gobierno, “que tomó una secuencia de decisiones erradas en casi todos los temas, que nos hicieron perder un año completo de escuelas. El daño causado sobre los alumnos es imperdonable y tal vez irreparable”, espetó, sin ruborizarse.
Luego, en su cuenta de la red social de la efe sobre un círculo azul, escribió que su fundación se dedicará “a trabajar en distintos proyectos e iniciativas, entre ellos, muy especialmente, sobre programas e incentivos para promover en el país una educación de calidad”.
Teniendo en cuenta que entre 2016 y 2019 –los años de su mandato presidencial- el presupuesto educativo creció nominalmente en algo más del doble, pero en términos reales, según un informe de la Universidad Pedagógica Nacional, cayó un 17 por ciento, su propósito es muy loable.
Los crujidos en la coalición
De todas maneras, como corresponde a una alianza en la que militan los radicales -que aman las internas aún más que los cargos políticos y no practican la abstención a la hora de lanzar declaraciones políticas que convocan a la polémica y al arremolinamiento-, hubo novedades.
El ¿radical? –éstos lo consideran propio, pero juega su juego individual- Martín Lousteau, cuando comenzaba la semana planteó que “si construimos una fuerza más grande, que vuelva a ganar, el aporte a la historia de Macri será haber modificado el sistema político, me parece mucho más importante eso que cualquier otro legado”, destacó el senador porteño, que tiene aspiraciones para ser el líder opositor en el distrito.
Para rematar la faena, Lousteau le reconoció, con una cruel inocencia al expresidente que “siempre va a ser de referencia”, aunque aclarando –por si oscureciera- que “está claro que no pensamos igual en Juntos por el Cambio, como no pensaba igual cuando Macri era presidente”.
Algo molesto, su excorreligionario Hernán Lombardi le salió al cruce con furia. “Hay una soberbia que no se fundamenta en la trayectoria de Lousteau al tratar de ubicar a Mauricio Macri a la categoría de ‘legado’. Mauricio Macri es el líder de una gran parte de nuestra fuerza, el fundador del PRO, y un gran presidente. No merece ningún destrato”, publicó en su cuenta de la red del pájaro azul.
Pichetto los quiere a todos adentro
Más curtido, el excandidato a vicepresidente de Macri en 2019, Miguel Ángel Pichetto, expresó que “tenemos que dejar de hablar hacia adentro y perfilar un conjunto de ideas hacia afuera. Hay ahora en Juntos por el Cambio una discusión más horizontal y eso se debe a la derrota electoral de 2019. En lo personal, no doy por terminada a ninguna figura política en la Argentina, más teniendo en cuenta el antecedente de Cristina Kirchner“, puntualizó.
El rionegrino abogó por ir en busca de los dirigentes peronistas que no estén conformes con el rumbo del Gobierno, aunque “siempre dentro de Juntos por el Cambio”, pero luego, en un alarde de pragmatismo político, se mostró partidario de partir a la búsqueda de otros dirigentes del arco liberal, como Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert.
Patricia limó un poco a Lousteau
La presidenta del Pro a nivel nacional, Patrici Bullrich, afirmó que en el partido confían “en el aporte que Mauricio Macri puede hacer”, descalificando a continuación las declaraciones de Lousteau, que están dirigidos “en contra de los intereses de la coalición”, según su opinión.
Luego, la exministra blanqueó su deseo de acceder a la presidencia. “Yo tengo ese deseo, pero mi deseo primario es que el próximo presidente sea de Juntos por el Cambio. No puedo poner mi interés personal por sobre el colectivo”, aclaró.
El también radical exintendente porteño, Facundo Suárez Lastra, se unió al coro describiendo los cuatro años de Cambiemos en el Gobierno. “Nosotros no fuimos un gobierno de coalición –desmintió-, yo me hago cargo de las políticas generales que el Gobierno aprobó con acuerdos parlamentarios. Fuimos una alianza parlamentaria, pero no una coalición de gobierno. Por eso, no me hago cargo de la gestión de Macri, para eso está la gente del PRO”, esquivó.
El actual diputado radical afirmó que Macri aseguró anteriormente que el suyo “no fue un gobierno de coalición”, a la vez que destacó que el propio expresidente “dijo que nombró a un par de ministros radicales pero no hubo un sistema de decisiones estratégicas ni un programa común”.
Larreta, en cambio, se inclina por incorporar también a peronistas disconformes y a algún sector del socialismo, tal como lo hizo en la Ciudad. En esto, coincide con Lilita, aunque ésta ve con “preocupación” la posible presencia de peronistas, a pesar de que en su entorno afirman que “Lilita no es gorila”.
Radicales a la ofensiva
Conscientes de su presencia territorial, una potesdad sin la cual Macri jamás habría alcanzado el Gobierno, según afirman algunos conspicuos dirigentes radicales, los discípulos de Leandro N. Alem consideran que le llegó el turno a alguno de sus líderes para encabezar la coalición.
Por esta razón, discuten todo. Quieren diseñar la propuesta electoral, quieren intervenir en las designaciones de los próximos candidatos a la Presidencia de la Nación y a la Jefatura de Gobierno porteña y quieren encabezar las listas legislativas en algunos de los distritos más importantes del país.
Su primer objetivo en este camino es quitar de en medio a Mauricio Macri y eso están haciendo, apoyados en este caso por la propia exradical Elisa Carrió, que ya el año pasado afirmó, en ritmo de cumbia, que “Macri ya fue”.
Como liberal ortodoxo, Macri quiere abrir la coalición sólo hacia otros liberales como Espert, Milei y Gómez Centurión, siempre y cuando acepten su liderazgo.
Larreta, en cambio, se inclina por incorporar también a peronistas disconformes y a algún sector del socialismo, tal como lo hizo en la Ciudad. En esto, coincide con Lilita, aunque ésta ve con “preocupación” la posible presencia de peronistas, a pesar de que en su entorno afirman que “Lilita no es gorila”.
Entretanto, Macri les abre la puerta a todos, consciente de que todos deberán peregrinar hasta Vicente López para intentar ser alguien dentro de su coalición. Al fin y al cabo, el Pro está hecho a su imagen y semejanza, aunque por estos días tampoco esto es tan así. Incluso, hasta le abrió la gatera a Alfredo Cornejo, al que no puede soportar ni de cerca ni de lejos y comparte esto con el propio mendocino, que tampoco lo tolera.
En la ciudad de la furia
En Buenos Aires, el único distrito en el que gobierna el partido amarillo, no hay paz.
Los radicales quieren que Lousteau sea el sucesor de Horacio Rodríguez Larreta, pero éste, que hasta ahora no habló del tema, prefiere a alguien del Pro, que podría ser María Eugenia Vidal.
La sorda rivalidad entre Lousteau y Larreta catapultó a aquel desde la embajada en Washington a la Cámara de Senadores. Por eso, Larreta le propuso competir por la banca senatorial, temeroso como estaba de que el exembajador se decidiera a competir con él por la jefatura de Gobierno en 2019.
Desde el Senado, Lousteau opera con los radicales para ser finalmente el sucesor de Larreta. El problema es que el Pro se quedaría sin territorio propio para disputar el poder central en el futuro. Existe una ley no escrita que dice que sin territorio no hay poder, por eso existen dentro de Juntos por el Cambio “los sin tierra”, que son tanto exintendentes que aspiran a volver a serlo, como otros dirigentes que ya tienen territorio, como el marplatense Guillermo Montenegro.
El último problema que soporta la alianza de Juntos por el Cambio es el de las migraciones por derecha, que encarnan actualmente en especial José Luis Espert –un “extranjero” que nunca fue Pro- y Juan José Gómez Centurión, que es un exPro que se fue cuando Macri impulsó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo que finalmente fue rechazada en el Congreso en 2018.
Algunas mediciones llegan a otorgarles a estos grupos -los Libertarios de Espert y Milei y los “celestes” de Gómez Centurión-, alrededor de siete u ocho puntos porcentuales de la intención de voto, lo que constituye una sangría de votos que Juntos por el Cambio no puede darse el lujo de perder.
En octubre –aunque si se realizaran las Paso, esto podría adelantarse a agosto, pandemia aparte- comienza a definirse el 2023. Las dos opciones que se presentan se encuentran en estos días sumidos en cierta paridad inestable, con porcentajes de votos que rondan el 30 por ciento.
Los “duros” de Juntos por el Cambio aseguran que la campaña permanente rinde más que la moderación de los “políticos”. Éstos, por su parte, plantean que hay que volcarse a la captación del voto de la clase media, que “no soporta más grieta”, según uno de los hombres que piensa en el entorno del jefe de Gobierno porteño.
El triunfador en esta pulseada será el que le ponga el tono a la campaña. Si aciertan y ganan, Macri pasará a formar parte del pasado y será sólo un expresidente, pero si éstos pierden, Macri se convertirá en el Ave Fénix y habrá demostrado que su discurso de “la decadencia de los 70 años” es lo que galvaniza al electorado conservador argentino y esgrimirá el lápiz que escribirá el nombre del próximo candidato presidencial.
Mientras tanto, el río en el que, según Heráclito de Éfeso, no nos bañamos dos veces, sigue fluyendo.