El expresidente, Mauricio Macri y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, no se dirigen la palabra hace semanas. Hay enojos y rencores mutuos. La relación está rota y no parece sencilla una reconciliación. El conflicto empezó antes de que Javier Milei le ganara el balotaje a Sergio Massa, pero llegó al paroxismo cuando días antes de la asunción del libertario hubo diferencias entre ambos en las conversaciones para integrarse o no al Gobierno. Ninguno aceptó que el otro fuera su intermediador.
La actual funcionaria evitó que el expresidente monopolice la comunicación con el líder de La Libertad Avanza (LLA) y avanzó por su cuenta en la negociación para desembarcar con su equipo en nuevo Gabinete. Desde entonces, los dos se distanciaron y abrieron una disputa por la conducción del Pro. Esa tensión moviliza al partido y genera ruidos en la relación con el Jefe de Estado.
Originalmente, Bullrich se fastidió con la actitud de Macri luego de las PASO del 13 de agosto de 2023, cuando la excandidata presidencial le ganó la PASO a Horacio Rodríguez Larreta. El bullrichismo se fastidió porque el ex Presidente comenzó desde ese instante a lanzar guiños y a coquetear con Milei. Desde aquel entonces, la relación sólo empeoró lenta pero sostenidamente.
Los últimos contactos entre Macri y Bullrich fueron en diciembre con motivos del comienzo del Gobierno de Milei, por un lado, y de la situación del Pro. El partido debe renovar autoridades este año, la ministra de Seguridad decidió no seguir como presidenta y convocó a elecciones para los primeros meses de 2024.
El 13 de diciembre hubo una reunión con referentes del espacio en el despacho del ex Presidente en Vicente López. Ella no fue y su ausencia se hizo presente en la opinión pública. Antes del cónclave se comunicaron y Macri le explicó el objetivo del encuentro. La funcionaria sospechaba un boicot para correrla, que luego fue desestimado, y decidió no asistir.
Desde entonces, la comunicación se cortó. Bullrich se enfocó completamente a la gestión de la cartera de Seguridad y Macri partió hacia Cumelén, su lugar donde pasa las fiestas de fin de año y buena parte del verano. Permanece activo desde su finca patagónica, con llamados, mensajes y reuniones virtuales. Pasará todo enero en el sur y no regresará a Buenos Aires hasta mediados de febrero. Llevan semanas sin hablarse y ese silencio tensiona la situación del Pro.
Macri se molestó porque consideró que Bullrich “se cortó sola” en la negociación con el Gobierno y evaluó que priorizó espacios de poder propios por sobre un acuerdo conjunto que involucre a todo el Pro. La funcionaria discrepa de esa lectura. Por el contrario, estuvo de acuerdo desde el principio en apoyar a Milei y también en ser parte del Gabinete. Lo que no consintió fue subordinarse a Macri para llevar a cabo esas negociaciones.
De hecho, el martes lo hizo saber públicamente. Por primera vez, blanqueó su distancia con el fundador del Pro y explicó implícitamente los motivos. “Tomé una decisión muy fuerte (al ingresar al Gobierno) y esas decisiones hay que tomarlas con total convicción y no pueden estar mediadas por nadie. Soy una persona grande, que hace mucho que estoy en esto, así que tomé la decisión y para allá voy”, sostuvo la dirigente. Una declaración que transparenta su decisión táctica de despegarse de Macri, desafiar su jefatura y avanzar en una construcción de poder propia.
“Hace un tiempo que no hablo con él, pero estoy convencida de que Macri está seguro de que éste es el camino”, agregó luego en una entrevista con Nicolás Wiñazki en el canal Todo Noticias. Los dos comparten la idea de respaldar al Gobierno de Milei y están de acuerdo en la mayoría del programa económico. Hay matices, pero concuerdan en lo general. En el fondo, la distancia tiene que ver con una disputa de poder.
Quien no concuerda en lo programático con la Casa Rosada es Rodríguez Larreta, otro referente del Pro que perdió incidencia tras caer en las PASO del año pasado. El ex Jefe de Gobierno tiene enormes diferencias con Milei y desea ubicar al partido en una posición opositora al Gobierno. Conoce que le será difícil ejecutar esa idea, por eso ya se mueve en el armado de un espacio propio y tiende puentes con dirigentes que orbitan el centro político.
Por estas horas, Bullrich gana protagonismo en el Gobierno como una defensora acérrima del programa económico y del rumbo que Milei lleva. Esa postura la lleva a tener roces con Guillermo Francos, ministro del Interior de la Nación, quien encabeza el ala “dialoguista” del Gabinete libertario. No obstante, la ministra de Seguridad mantiene una actitud de “lealtad” a Milei. Le aporta volumen político sin opacarlo públicamente.
Así y todo, teje un armado territorial y trabaja en construir una línea propia adentro del Pro. Sus operadores políticos de confianza se mueven y articulan a nivel federal, parlamentario y en la gestión. Es una de las espadas de Milei para defender la Ley Ómnibus que se discute por estos días en el Congreso, buscando consensos y avales entre los dirigentes y legisladores sobre los que tiene ascendencia política. Una muestra de ello fue su exposición de ayer en el plenario de comisiones de la Cámara de Diputados. Con el argumento de disertar sobre el apartado con las reformas de seguridad que contempla el articulado que busca implementar el Poder Ejecutivo, Bullrich fue a confrontar con el kirchnerismo y la oposición en general y desplegó una defensa férrea de la Casa Rosada.
En esa línea, Bullrich se encarga de contener a los legisladores del Pro que se sienten “maltratados” por La Libertad Avanza (LLA) por considerar que hay falta de interlocutores del Gobierno con el Congreso. Un grupo de diputados amarillos evalúan que Milei no designó a un vocero “integral”, con poder de decisión, a quien consultar y con quien negociar los distintos puntos del proyecto de más de 600 artículos y casi 400 páginas. “No nos atienden el teléfono”, renegó ante Infobae un diputado de la bancada del Pro.
El partido debe elegir a su nuevo presidente este año sí o sí. El Consejo del Pro solicitó una prórroga a la Justicia para hacer las elecciones a mediados de año. Se espera que no se vote al nuevo jefe partidario antes de mayo o junio. El expresidente aún no decidió (o no dejó trascender) qué hará y si está dispuesto a asumir ese rol. Quien ya resolvió su postura es Bullrich: no quiere que Macri ni Larreta presidan el Pro y mueve fichas para bloquear esa posibilidad. Pretende proponer a un sucesor que implique una “renovación” y, sobre todo, que mantenga al partido como sostén al Gobierno de Milei. La disputa está abierta y sólo promete escalar.
Mientras tanto, Macri se mantiene en contacto directo -y sin intermediarios- con Milei. Pero está dolido con el Presidente, aunque públicamente sostendrá su respaldo. Quedó fastidiado porque el libertario no aceptó nombrar a Cristian Ritondo como presidente de la Cámara de Diputados y optó por designar a Martín Menem. Macri observa con malos ojos la decisión del Jefe de Estado al delegar la articulación política en Francos, quien se inclinó más en tender puentes con el peronismo no kirchnerista que con el Pro.
Pero la tensión entre ambos también produce disensos en la relación con el Gobierno. Bullrich es una funcionaria leal al Presidente y obra como tal, buscando un apoyo total. Macri, en cambio, respalda, aconseja, aunque mantiene una equidistancia estratégica. Apoya al Gobierno pero eligió no ser parte del Gabinete y transmitió que no pidió por nadie de su confianza.