El cierre de la campaña en la Ciudad de Buenos Aires, con Mauricio Macri encendido, al borde de las lágrimas y carajeando en el final de su discurso explica en parte la metamorfosis de los últimos días en la estrategia del oficialismo, como respuesta a los sondeos privados que llegaron a la Jefatura de Gabinete y que anticipan una derrota ante al Frente de Todos, al menos por cuatro puntos.
El Presidente quebró la voz para recordar que fue durante su gestión porteña que se le puso punto final a las inundaciones sobre la Avenida Juan B. Justo, con la culminación de las obras sobre el Arroyo Maldonado. “No se inunda más, carajo”, sorprendió el Presidente al ensayar un paso de histrionismo de cara al primer round electoral, pero calibrado con precisión desde los despachos de los estrategas electorales liderados por Marcos Peña.
“Vine acá para ayudar a cada uno de los argentinos para que encuentren su lugar del cual aportar, ser felices y estar orgullosos de lo que hacen. Pero las cosas no se hacen de un día para el otro. Eso lo hacen los magos. Los que trabajamos para construir sabemos que los cambios de raíz llevan su tiempo”, sostuvo en el escenario montado en el Microestadio de Ferrocarril Oeste. Al igual que su círculo, Macri sabe que la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner ganará el próximo domingo en las PASO.
Los sondeos que encendieron las alarmas de la Jefatura de Gabinete hablan de cuatro puntos de diferencia a favor del Frente de Todos. Hasta ahí, es reversible, razonan desde esas oficinas. Esa diferencia, igualmente, dejaría a los Fernández cerca de imponerse en primera vuelta, porque en octubre los porcentajes se inflan, al no calcularse dentro de esa torta el voto blanco.
El que consiga el 45 por ciento será Presidente de la Nación. En el Gobierno repiten, ahora con mayor mesura y hasta sin vaticinar su propio triunfo en octubre, que el peronismo alcanza su techo el próximo domingo, y que, de cara a octubre, la fórmula Macri-Pichetto podría conquistar votos que hoy están repartidos entre Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert.
Para conquistarlos, la Casa Rosada apuesta a seguir polarizando la elección, aunque ya advierte como algo remoto e imposible, lograrlo en primera vuelta. En el balotaje, consideran que la discusión entre “pasado y futuro” se impondrá por encima de la cuestión económica. Claro, primero hay que sobrevivir a octubre. Con una apelación al voto que por estos días es confusa, el Presidente lanzó el operativo para desactivar el “voto vergüenza”. Lo hizo a través de su Twitter, donde aseguró que “no se necesitan argumentos, ni es necesario dar explicaciones” para votarlo.
“Es tu autoridad, tu confianza, tu credibilidad, la que tus relaciones valoran para acompañarte en tu decisión”, dijo, en un claro llamado a los votantes propios, a los denominados “defensores del cambio”, para que salgan a hacer campaña a través de las redes sociales y en sus círculos sociales.
Como si a la previa no le faltara nada, el Gobierno debe defender por estas horas en la Justicia la adjudicación directa a Smartmatic, la empresa encargada de digitalizar los telegramas de escrutinio provisorio, que el Frente de Todos quiere apartar por su dudosa transparencia. En el Gobierno responden que el peronismo hace lobby por Indra, la empresa que en los últimos años estuvo a cargo de este procedimiento.
Los sondeos que encendieron las alarmas de la Jefatura de Gabinete hablan de cuatro puntos de diferencia a favor del Frente de Todos. Hasta ahí, es reversible, razonan desde esas oficinas. Esa diferencia, igualmente, dejaría a los Fernández cerca de imponerse en primera vuelta.
Encima, la guerra comercial (y ahora monetaria) entre Estados Unidos y China empujó para arriba el dólar y el riesgo país. Todo en la recta final, mientras se cocinan los últimos actos de campaña en las provincias de Córdoba y Buenos Aires, adonde al Presidente lo esconden en las boletas para que sea María Eugenia Vidal la que traccione a su favor y no Macri el que la perjudique en su pelea por la gobernación, frente a Axel Kicillof. Y es por esa razón que en los últimos días el Presidente ha elegido distritos afines de la Provincia, como San Isidro o Vicente López, una parada que volverá a repetir el jueves para darle el cierre formal a la campaña de Juntos por el Cambio.
Será el orador principal, junto a la Gobernadora, de un encuentro en el Centro Asturiano. Otra de las cábalas que se repiten desde el 2015, al igual que la elección del búnker de Costa Salguero, desde donde Macri hablará el domingo, luego de una derrota que todos anticipan en la Casa Rosada.
Hace unas semanas, en la Jefatura de Gabinete apostaban a una campaña “por la positiva” en la que el Presidente se luciera en su convocatoria a un futuro mejor. Sin embargo, advertían a Noticias Urbanas, que eso iba a “depender de las circunstancias” y también de la tónica del frente opositor. “En general, el rol de Mauricio va a tener un perfil sobre un futuro mejor más que la de pelearse con los distintos candidatos”, decían.
Pero todo fue papel picado y Macri siguió ensayando en Twitter lo que podría ser la tónica de los próximos dos meses, antes de los fuegos de octubre: “Los burócratas, los mafiosos, los corruptos, los mitómanos, los vagos, los matones, los coimeros, los delincuentes, los narcotraficantes, los falsos… Todos ellos hacen crecer su poder saboteando el progreso. Ellos son los máximos enemigos del cambio”.