La semana última intentamos desde estas líneas descifrar a qué se refieren los analistas y candidatos cuando hablan de “voto útil”. Llegamos a la conclusión de que había demasiados “votos útiles” como para detenernos a intentar descubrir el “verdadero”. Ese que no existe.
Pero, sin haber escarmentado, los tres necesitados de votos intentaron hasta lo imposible en el rubro provocaciones y retos. Hasta un desafío, con acento callejero, de debatir “mano a mano”, que le ofreció Sergio Massa a Mauricio Macri y que, por Twitter, descartó de plano Marcos Peña. El tigrense intentó ubicar al Jefe de Gobierno en el lugar en el que estuvo Daniel Scioli unos días antes en el debate que emitió América TV: el de rehuirlo porque está arriba en los sondeos.
Los números no le dan a ninguno, Scioli no llega aún al 40 por ciento en sus mediciones, Macri no supera el 27/28 en las suyas y Massa no alcanza al balotaje a pesar de su crecimiento. Todos hacen como que sí. Pero como faltan pocos días, las costillas se van contando un poco más fácil y solamente falta dilucidar sobre qué candidato o en qué dirección se pronunciarán todos aquellos que no han asumido hasta hoy su posición frente a las elecciones.
No son muchos, pero en este escenario hipercerrado hablar de cuatro o cinco puntos a la deriva es la vida o la muerte para todos. Sobre todo para Scioli y Macri, sobre los que pesa –al menos por ahora– el combate delta de los diez puntos, si el gobernador llegara al 40 por ciento.
Dicho de modo bien fácil, ese cinco por ciento puede salvarle la carrera política a Mauricio Macri, puede también sacarlo del balotaje y poner a Massa o puede decir que hasta acá han llegado las elecciones en 2015.
Y si damos por bueno que fue el Pro el que ha intentado con más ahínco instalar el tema del voto útil, también puede ser que el factor utilidad desde el electorado le proporcione el efecto menos buscado.
Afirmábamos que existen tantos votos útiles como objetivos y votantes cruzados. Claramente, la motivación de Macri fue convencer a la gente de que el voto a Massa era un voto inútil, un sufragio incapaz a la hora de colaborar en la ciclópea tarea de desalojar al sciolikirchnerismo del Gobierno. Pero qué pasaría si luego de tantas elecciones, desde abril a la fecha, después de tantos spots y programas de TV, después de las PASO y todas las elecciones anteriores y posteriores, la gente que está indecisa se decide por el hartazgo. “No los aguanto más” es una de las muletillas oídas en todos lados por los días que corren. No enamoran más a esta altura. Es más, asfixian al elector. Lo pudren.
Un párrafo aparte para Sergio Massa, quien hizo la mejor campaña desde que retomó en Tigre tras su vuelco; que entendió cómo se “logran” votos de derecha y peronistas en una sola jugada; que hizo propuestas con nombre y apellido; que comprendió que mostrando aliados sólidos se suma más que yendo solo, y que arremete desde el lugar conocido del que tiene menos para perder. De todos modos, no será su tiempo. Scioli cumplió con destreza su rol de “ya soy el Presidente”.
Casi todos coinciden por lo bajo en que un mes más así es insoportable, que la aguja, encima, no se mueve mucho desde las PASO y que el tiempo parece que no define para nadie. Así las cosas, entre los que aman a Cristina y los demás que la odian, capaz que construyen un atajo el 25 de octubre, y ese día eligen, sin saberlo, un nuevo presidente.