A comienzos del menemismo circulaba un chiste: “Cafiero es fiero, Angeloz es ángel y Caputo, bueno, Caputo es canciller”. Pasó el chiste. Quedaron los artistas. Y parece que quedan los artistas nomás. Todo lo que desborda como un pozo ciego de las fauces de la política vernácula –porque no vamos a ponernos a describir acá los grados de bizarría de legisladores japoneses o bielorrusos, matándose a piñas en claras muestras del mejor humor físico–, tanto exceso, desconoce toda división política posible: la capital de los argentinos, la provincia más ganadera, el país entero, todas las voces, todas, se hermanan en la política del insulto. La más federal de todas.
Ahora bien, de un tiempo a esta parte, la política parece ya no buscar retruco desde la propia jerga o, si se pretende mayor benevolencia en la lectura, la guitarra criolla. Ahora la tendencia –y la política del trending topic de la mano del ejemplar tuitero de ocasión– es insultar como se insulta en la cancha: putear. Así, la política ya no referencia y autorreferencia desde lo que supieron ser sus fauces, antaño, cuando había discursos de verdad, cuando Google era imaginable solo en una novela de Bradbury. Ahora los políticos hablan –se hablan– como barras. ¿Deberían ser ajenos a la violencia que prima fuera del submundo que los cobija? ¿O se trata, en realidad, de falta de argumentos, de cuerpo en los esqueletos conceptuales? ¿De irresponsabilidad? O, lo que es peor, desde la forma y también el contenido, ¿es puro marketing? Como sea, así las cosas, ya lo dijo un pensador contemporáneo: Argentina, país generoso. Este presente también podría condensarse en la afirmación de la Argentina y su dolor país. Mucho dolor país.
Ofensas al por mayor
La lógica descalificadora –descalificadora por insegura– no es privativa de Cristina. Es más, al lado de ciertos exponentes de la verba de nuevo cuño de la cosa pública local, la Presidenta casi pasa por cordero. Cordero de todo, menos de Dios.
Cuando el ministro de Justicia, Julio Alak, dejó a todos dados vuelta como Condorito por su asado de fin de año en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, el K mountain bike Luis D’Elía salió en defensa del funcionario ante las múltiples acusaciones, entre otras, de Victoria Donda, justamente nacida en la Esma. “Victoria ‘TONTA’ bebió sorbo a sorbo la ideología y el odio de sus apropiadores”, lanzó al cruce el piquetero. D’Elía ya sabía y mucho de violencia: en pleno conflicto con el campo, allá por marzo de 2008, se fue a las manos con un manifestante. Ahí fue cuando su frase de señalador, esa que reza el odio a la puta oligarquía, se volvió cliché.
Más acá, siguiendo la ruta de la intolerancia, todos recuerdan el gag no tan gag de la legisladora del Frente para la Victoria, ¡oh, ex-Inadi!, María José Lubertino. Corría septiembre del año pasado, y corría también la sesión en la que el Parlamento porteño trataba la ley para regular la práctica de abortos no punibles cuando se encuentra en riesgo la vida o la salud de la mujer o en instancias en que el embarazo proviene de una violación. Como sabemos, la Iglesia mete la cola de lo lindo en estos asuntos. Y a la diputada K el escenario se le presentó propicio para otra de las suyas. Rápida para el Twitter, tipió: “Morales Gorleri y Bergman: saquen sus rosarios y sus kipás de nuestros ovarios”, en alusión al rechazo a la normativa de parte tanto de Victoria Morales Gorleri como del rabino Sergio Bergman, ambos del Pro, religiosos a diestra… y diestra. En el receso de la sesión, Lubertino tuvo que disculparse con Morales Gorleri, “por no haber usado las palabras más afortunadas”.
Un tarde digna de la vecindad del Chavo, en clave adulta, fue la que protagonizaron en febrero, en una reunión de comisión por la causa Amia, la diputada macrista Laura Alonso y su par, del otro lado de la vereda, Andrés “el Cuervo” Larroque. La exdirectora ejecutiva de Poder Ciudadano interrumpió al jefe de la bancada K, hoy ministro de Defensa, Agustín Rossi, por sus críticas a Bergman, por el tiempo de exposición extinto, por lo que fuera. Larroque no pudo con su genio, no pudo y gritó: “¡Callate, atorranta!”. “¡Parate, cobarde; parate, cagón, decímelo de vuelta!”, fue la respuesta de Alonso. Y qué respuesta. Pero no se fueron a las manos, como sí ocurrió en la Cámara de Diputados en el hecho que involucró a Graciela Camaño y Carlos Kunkel. Allí, la esposa de Barrionuevo le aplicó una violenta e injustificable cachetada al ultrakirchnerista, cansada, según dijo, de sus provocaciones verbales. Y santo remedio.
Otra escena: el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, intenta exponer en la Legislatura, en el marco de la discusión presupuestaria 2012. Quiere, pero no lo dejan. Se da un cruce por lo bajo entre los legisladores Francisco “Tito” Nenna, del FpV, y Alejandro Bodart, del MST, que va en franco in crescendo. El subtitulado botonea lo que en labios de Nenna se puede leer: “Forro, pedazo de puto”. Bodart enrojece y grita: “Cuando votás con el macrismo después no te hagas el opositor, más vos que sos dirigente docente. ¡Asumite como forro del Pro, asumite como forro del Pro!”.
La irresponsabilidad en las afirmaciones, lo inescrupuloso del vocabulario, el bajo nivel. Y sí, nos pusimos conservadores. Si en las canchas cada vez vemos menos fútbol del bueno, en las tablas de la política asistimos a los resabios de los Alfredos Palacios. Los resabios o la escoria. Salvo que acá, volviendo al paralelo del universo de la número cinco, no hay ningún semillero for export. Lejos de los perones, de los alfonsines, solo resta esperar. Esperar que aquel que todavía no haya puteado, arroje el primer insulto.
Los herederos del Führer
Términos como nazismo y dictadura están gastados como una tela vieja: son un trapo de piso. Sin ir más lejos, hace unas horas, el presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger, sostuvo que el plan “Mirar para Cuidar” lanzado por el Gobierno nacional para monitorear que se cumpla con el congelamiento de los precios es “una política usada por regímenes totalitarios”. Y comparó la iniciativa con el nazismo. Un espanto. “Yo hice una declaración muy fuerte que hace referencia puntual a un hecho histórico que puede gustar o no: que ese régimen (el nazismo) usó a las juventudes para el control de precios, eso es real”, declaró el funcionario, por si hiciese falta la aclaración. De acuerdo a su óptica, “juventud kirchnerista” es igual a “juventudes hitlerianas”. Una simple ecuación.
Según el funcionario porteño, que pretende ser el primer candidato a diputado nacional por el Pro, “ese régimen fue tan atroz que cualquier cosa que haga cualquier gobierno de cualquier signo político que tenga una reminiscencia con eso tiene que ser advertida”. Una burrada. O no tanto. Estrategia de instalación, quizás. Mejor. Siempre hay gente que ve con agrado las burradas.
Pero Sturzenegger no está solo. También el subsecretario de Inversiones del Ministerio de Desarrollo Económico del GCBA, Carlos Pirovano, decidió volver a las clases de historia de cuarto año, eligiendo a la diputada nacional por el FpV, Diana Conti, como interlocutora. Y dijo, por Twitter: “Señora, Hitler opinaba igual que usted. Y en nombre de la voluntad popular se cargó unos cuantos millones de personas”. Y siguió, tribunero: “La exaltación de la voluntad popular sobre los derechos individuales es la base de la ideología nazi”. Y por supuesto, también está Elisa Carrió, quien, cuando se discutió la estatización de las AFJP, comparó las posibles alternativas opositoras frente al proyecto oficial de jubilaciones con los engaños que sufrían las víctimas del Holocausto. Y ella también sufrió el epíteto de nazi, años atrás, de Aníbal Fernández, otro desbocado.
Una buena para Donda: sumándose a la cuestión –sumando, en rigor–, la diputada del Movimiento Libres del Sur se reunió con dirigentes de la DAIA y emitió un comunicado en el que resaltó “la importancia de mantener el significado de palabras que representan procesos que han sido caros para los pueblos, como ‘Holocausto’, ‘nazismo’ o ‘dictadura’”. En el documento se considera que “su utilización constante para referirse a cualquier otra situación vacía de contenido las palabras y banaliza los hechos”.
Twitter, la red temeraria
Volvamos a Caputo, a Dante Caputo, esta vez vía Mario Barletta, presidente de la Unión Cívica Radical. ¿Qué dijo Barletta a través de su usuario, @barlettamario? Por la red social del pajarito azul, manifestó: “Dante Caputo se muestra conchudo solo para conseguir un cargo de diputado nacional”. Lamentable, sí. Algunas de las repercusiones, unas graciosas, otras no tanto: Guillermo Castelo (@GCastelo1979) mencionó “Calculo que el término #conchudo que utilizo @barlettamario es distinto al que puedo utilizar yo. Él es catedrático”; Huili Raffo, por su parte, preguntó en su cuenta, @TPtuit, “¿Cómo es ‘mostrarse conchudo’? Primera vez que oigo”; *CFK 2015* (@fabdisk), por su parte, inquirió: “¿Edu Feinmann es la tía de @barlettamario? Porque le dijo ‘conchudo’ a Caputo y dice que ‘una tía’ le dijo que significaba ‘astuto’…”, y, por mencionar solo unos ejemplos, Ramón Indart (@rindart) expresó que a él le pasaba lo mismo que a @barlettamario: “Le dije ‘conchuda’ a una profesora en 7mo. Fui a dirección. Expliqué que era ‘astuta’”. Como se ve, los pingos se ven en Twitter. O no tanto. Y fuera de Twitter, solo el campechano de Mujica nos puede caer simpático con su “Esta vieja es peor que el tuerto”. Fuera de la red, solo se ven los matones. Todo, menos políticos.