Alika Kinan es una luchadora. A los 19 años fue captada por una red de trata de Ushuaia. Durante dos décadas fue explotada sexualmente en el mismo lugar donde comía, dormía y pasaba sus días. Volvió a nacer a sus 36, en 2012, cuando fue rescatada en un allanamiento contra el prostíbulo donde estaba tras una investigación de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex).
Liberada, Alika fue a la Justicia y se convirtió en la primera mujer sobreviviente de una red de trata que impulsó un juicio contra sus proxenetas y el Estado. El 30 de diciembre de 2016, los acusados fueron condenados a prisión y la municipalidad de Ushuaia, obligada a pagarle una indemnización por facilitar la explotación sexual.
Sin sentencia firme, sus proxenetas aún están libres, pero Alika sigue su lucha. “De víctima pasé a sobreviviente”, le dijo a Noticias Urbanas en esta entrevista, donde habló de su lucha actual: pelea para que muchas otras víctimas de trata tengan oportunidades para iniciar demandas y que se generen las políticas públicas para combatir el delito y se asista a las víctimas.
“Estoy en la Universidad de San Martín y busco crear un centro de estudios e investigación de la trata. Peleo para que desde la academia se combata el delito de trata”, contó.
–Pasó un año del fallo en su juicio. ¿Cambió algo en la pelea contra la trata?
–Yo gané el juicio pero todavía no me indemnizaron porque la sentencia aún no quedó firme. Eso sería mínimamente lo justo, porque los acusados aún están libres. Mi caso fue un antecedente muy importante porque desde que yo hice la demanda civil a los proxenetas y a la municipalidad de Ushuaia, hubo un cambio de mirada por parte del Ministerio de Justicia, que vio que mi pedido era real y cierto. Entonces, en algunos casos y de forma espontánea, algunos jueces decidieron indemnizar a las víctimas. Y cada vez más víctimas se sumaron a querellar contra sus proxenetas y el Estado.
–¿Cómo vive una víctima de trata recuperada?
–Hay víctimas de trata que deciden olvidar y dejar atrás el pasado y lo sufrido, lo cual es superválido, pero hay otras que eligen la militancia y el activismo. Yo le supe dar vuelta a mi vida desde el amor con mi familia y politizando la trata, marcando lo que está mal dentro del Estado y lo que falta.
–¿Existe una ley de trata pero el Estado falla igual?
–El Estado es corrupto y es cómplice del delito de trata. Más allá de eso, el Estado argentino tiene un compromiso con el combate de la trata. Desde el 2013 se rescataron más de 11 mil víctimas, pero ¿qué hizo el país con los rescates? Nada. No es que el Estado no tenga la capacidad o los recursos, sino que claramente hay una política de no combatir el delito.
–¿Cómo es eso?
–La trata no se combate si no se crea un cupo laboral para víctimas de trata, vivienda real y posibilidades de crédito. Cuando esto no se materializa, podemos decir que el Estado no está al cien por ciento combatiendo el delito de trata.
–¿Cuál es su papel entonces?
–Hay allanamientos y se rescata a las víctimas, pero al no haber un resarcimiento económico para que las víctimas se reinserten socialmente, la ayuda a la víctima es nula. El Estado inventa pensiones o subsidios que quedan a voluntad del gobierno o funcionario de turno. Existe contención psicológica, pero es en la Ciudad de Buenos Aires; no está federalizado. La víctima de trata queda a la deriva, para ella es prácticamente imposible reinsertarse socialmente o que la sociedad se adapte a ellas. Lo que exijo es que el Estado cree políticas públicas para que las víctimas sean contenidas, asistidas y puedan iniciar un recorrido en la vida. El Estado es responsable tanto desde el lugar de la acción como de la omisión.
–¿Qué hace la víctima sin asistencia?
–Muchas víctimas se cansan y no llegan a salir nunca de la industria del mercado sexual. Cuando vemos a muchas mujeres decir que están en la prostitución porque quieren es porque están podridas y cansadas de no tener oportunidades. Es un verso querer entregarle un cuerpo a un tipo que te consume, desde la vagina, toda tu sexualidad.
–¿No convalida a las mujeres que defienden la prostitución como un trabajo?
–Decir que la prostitución es un trabajo es la postura fácil, pero tiene muchos efectos colaterales y nocivos. Se demostró en Holanda y Alemania, donde se disparó la trata porque los proxenetas y explotadores pasaron a ser empresarios. Cualquier mujer que entiende de derechos sabe que sus derechos no van de la mano de los privilegios de los machos. La prostitución nos condena a todas las mujeres en nuestra totalidad. No es para nada un derecho, ni es feminista. Es una violación a los derechos humanos.
–Con su experiencia, ¿cómo se acerca a una víctima de trata?
–Yo no me puedo acercar a alguien que está dentro de la industria. Yo puedo combatir desde la mirada social o como contenedora pero cuando ella se me acerca.
–¿La víctima tiene que dar el primer paso?
–Es la propia mujer la que tiene que darse cuenta quién es realmente. Tiene que haber un quiebre y reconocerse como víctima. Y, entonces, ahí podemos hablar de muchas otras cuestiones. Mientras está dentro del mercado sexual, realmente no hay mucho para poder hacer porque al más mínimo contacto para poder ser más colaborativos nos corren a escobazos. Yo soy respetuosa con los tiempos de cada una y sé que a la larga una hace el cambio y puede comprender que la prostitución no es un trabajo sino una violación a los derechos humanos.
–¿Cómo ve la sociedad actual la prostitución?
–Soy muy positiva en cuanto a los cambios culturales porque sé que somos muchas las mujeres y organizaciones que cargamos con esta ardua tarea de buscar un cambio cultural desde lo social.
–¿En los últimos años el feminismo avanzó por la fuerte repercusión del movimiento Ni una menos? ¿Hay más igualdad de género en el país?
–Hace décadas que avanza el feminismo, aunque hoy puntualmente hay un avance importante. Estamos llegando a lugares que antes no llegamos y esto provoca una reacción en los machistas. Hoy no es tan fácil decirle a la mujer “quedate en casa”. Hoy hay otro tipo de reacción.
En primer plano
Un objetivo personal. “Cambiar el mundo.”
Una frase. “He liberado a miles de esclavos, y habría liberado a miles más si tan solo ellos hubieran sabido que lo eran” (Harriet Tubman).
Un libro. La polaca, de Myrtha Schalom.
Una estilo musical. El hard rock.
Una película. En busca de la felicidad, de Gabriele Muccino.