El ingente esfuerzo que le costó a la gestión libertaria sostener un veto presidencial anticipa la debilidad política en la que se debatirá el gobierno en los próximos tiempos.
A los gobiernos conservadores les cuesta siempre mucho menos en palacio que la calle. En los cenáculos se habla lejos del público, se debaten temas de oscuros emolumentos, esotéricos premios administrativos y aún hasta alguna fiesta non-sancta para darles complacencia a los cuerpos. Pregunte el lector por la historia del diputado Leopoldo Bravo, titular del bloquismo sanjuanino, que alguna vez desafió al radical César Jaroslavsky a competir para ver quién saciaba mejor a sus “cachorras”. Y mejor no hablar de los “sanguchitos” de Diego Bossio y Nicolás Massot.
Para sostener el veto que les asestó el presidente Javier Milei a los jubilados argentinos éste debió apelar a “abrir la billetera” con sus “enemigos íntimos” y mandar a la policía a repartir palazos y rociar con aerosoles de gas pimienta a los ancianos que manifestaban en la Plaza Congreso. Demasiado esfuerzo para una tarea tan ramplona. ¡¡Todo por un veto, que no es ni el Capitán Beto ni Beto Casella ni tan siquiera el magnificente Beto Alonso!!
La calle, en cambio es el punto débil de todos los gobiernos antipopulares, como lo fue en los últimos días de Fernando de la Rúa -cuando el gobierno de la Alianza implementó una abstrusa reforma previsional- y en diciembre de 2017, cuando Mauricio Macri hizo lo mismo, respaldado por los simpáticos muchachones de la Guardia de Infantería, que repartieron bastonazos y gases a diestra y, especialmente, a siniestra.
Volviendo a nuestros días, en esta ocasión, la sesión fue casi un trámite rápido. Estaban apurados por comenzar a reprimir, parecía. Así, se vieron bochornosos espectáculos de policías barrabravas, matoneando a los abuelos. Ni siquiera se privó uno de ellos, de discurrir ante los apaleados acerca del verdadero significado de la palabra de moda, Libertad. Seguramente era un policía filólogo, un signo de estos tiempos de cambio, en los que cualquier imbécil puede mimetizarse sin sonrojos con un catedrático universitario. Internet al alcance de todos, hubiera acotado Umberto Eco.E l ingente esfuerzo que le costó a la gestión libertaria sostener un veto presidencial anticipa la debilidad política en la que se debatirá el gobierno en los próximos tiempos.
A los gobiernos conservadores les cuesta siempre mucho menos en palacio que la calle. En los cenáculos se habla lejos del público, se debaten temas de oscuros emolumentos, esotéricos premios administrativos y aún hasta alguna fiesta non-sancta para darles complacencia a los cuerpos. Pregunte el lector por la historia del diputado Leopoldo Bravo, titular del bloquismo sanjuanino, que alguna vez desafió al radical César Jaroslavsky a competir para ver quién saciaba mejor a sus “cachorras”. Y mejor no hablar de los “sanguchitos” de Diego Bossio y Nicolás Massot.
Para sostener el veto que les asestó el presidente Javier Milei a los jubilados argentinos éste debió apelar a “abrir la billetera” con sus “enemigos íntimos” y mandar a la policía a repartir palazos y rociar con aerosoles de gas pimienta a los ancianos que manifestaban en la Plaza Congreso. Demasiado esfuerzo para una tarea tan ramplona. ¡¡Todo por un veto, que no es ni el Capitán Beto ni Beto Casella ni tan siquiera el magnificente Beto Alonso!!
La calle, en cambio es el punto débil de todos los gobiernos antipopulares, como lo fue en los últimos días de Fernando de la Rúa -cuando el gobierno de la Alianza implementó una abstrusa reforma previsional- y en diciembre de 2017, cuando Mauricio Macri hizo lo mismo, respaldado por los simpáticos muchachones de la Guardia de Infantería, que repartieron bastonazos y gases a diestra y, especialmente, a siniestra.
Volviendo a nuestros días, en esta ocasión, la sesión fue casi un trámite rápido. Estaban apurados por comenzar a reprimir, parecía. Así, se vieron bochornosos espectáculos de policías barrabravas, matoneando a los abuelos. Ni siquiera se privó uno de ellos, de discurrir ante los apaleados acerca del verdadero significado de la palabra de moda, Libertad. Seguramente era un policía filólogo, un signo de estos tiempos de cambio, en los que cualquier imbécil puede mimetizarse sin sonrojos con un catedrático universitario. Internet al alcance de todos, hubiera acotado Umberto Eco.
Finalmente, el oficialismo perdió la votación por 153 votos opositores, contra 87 del oficialismo y siete abstenciones. Hubo diputados que, en el colmo del servilismo, votaron por sostener el veto de Milei, a pesar de haber votado favorablemente la actualización de los haberes jubilatorios en junio pasado. En especial, algunos radicales, como el tucumano Mariano Campero, que provocó con gritos y chicanas a quienes lo increpaban, mientras votaba con su mano derecha lo que antes había votado con su mano izquierda.
Tras la votación, la Oficina del Presidente emitió un comunicado en el que destacó “la labor patriótica de los 87 diputados nacionales que impidieron a un grupo de irresponsables adoptar medidas populistas que habrían quebrado las arcas públicas”. Con un tono grandilocuente, que valora al silbato en más de lo que el silbato reditúa, el presidente comunicó que “cualquier incremento en el gasto público que comprometa el equilibrio fiscal se encontrará con un muro innegociable en este Presidente y en 87 patriotas del Poder Legislativo. Si es necesario, les vamos a vetar todo”, provocó el mandatario argentino.
En medio de los cruces de chicanas y observaciones de todo nivel -bajo y alto- Miguel Ángel Pichetto le advirtió al oficialismo que “empieza un proceso de judicialización muy intenso, que además es todo a perdedor, porque el Estado, más temprano que tarde va a tener que hacer frente a miles de juicios”. Trascartón, relató que la Corte Suprema -adonde inevitablemente van a llegar los juicios, tras el juego de fallos y apelaciones- tiene una doctrina que va en línea con los reclamos de los jubilados, basada en los casos Badaro I y II, en los que les dio a éstos la razón acerca de la actualización de sus haberes previsionales.
En resumen, la oposición obligó al Gobierno a mantener vivo el tema durante más de un mes y luego el presidente pagó el precio de verse impulsado a vetar la ley que no quería vetar. La decadencia de los gobiernos de Fernando de la Rúa, de Mauricio Macri comenzó con la discusión y aprobación de regímenes ruinosos para los jubilados. Es probable que si Milei no encuentra rápidamente una fórmula que compense lo que vetó, relacionado con la actualización de los haberes jubilatorios, siga el camino trágico de sus antecesores. Sería la tumba blanca que significó Rusia para Napoléon y de Hitler, que llegaron victoriosos y debieron huir para no perderlo todo.
Los jubilados y la crisis constante
Termina de aparecer otro interesante libro del filósofo coreano radicado en Alemania, Byung-Chul Han. Este periodista sólo leyó el primer capítulo y pronto leerá el resto. Se llama “El espíritu de la esperanza”. En él, Han plantea que los humanos “pasamos de una crisis a la siguiente, de una catástrofe a la siguiente, de un problema al siguiente. De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia. La jadeante sociedad de la supervivencia se parece a un enfermo que trata por todos los medios de escapar de una muerte que se avecina. En una situación así, sólo la esperanza nos permitiría recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir”.
La situación no tiene que ver con que “no hay plata”. La recaudación previsional, si bien no cubre totalmente las jubilaciones y otros gastos que debe abonar el sistema, es muy importante. Los últimos datos consolidados de octubre de 2023 sobre el gasto en jubilaciones datan de junio de 2023. Había en ese tiempo 5.787.110 jubilados. El déficit de las cajas jubilatorias insumía en 2022 un 2,8% del Producto Bruto Interno. Hacia marzo de 2023, ANSeS calculaba que existía 1,8 aportantes por cada jubilado que cobraba sus haberes. Se calcula que deben ser tres activos los que aporten por cada jubilado para que el sistema no sea deficitario, pero en muchos países del mundo lo es.
Los mercados miran, pero desconfían
El problema de Milei es que los mercados lo miran con simpatía -es uno de ellos, pareciera-, pero existe “un clima de esperar y ver”, tal como lo planteó Sofía Gutiérrez, de la empresa Compass Group Investments en la Cumbre Repensar desarrollada en el MALBA el martes último.
Otro empresario, Matías Peire, de la biotecnológica GRIDX, sólo piensa en que Milei “genera una oportunidad de traer capital con seriedad y con oportunidad de buenos retornos”. Estos señores no son las Hermanas de la Caridad y sólo esperan hacer negocios ventajosos, que no siempre lo son para el país.
Como el que se quema con leche ve la vaca y llora, Alexander Busse, de NXTP Venture, le puso un freno a la excesiva hospitalidad que planteó en un principio el presidente argentino. “Durante la euforia que vivimos con Macri, muchos vivieron con entusiasmo, pero las expectativas no se cumplieron. Ahora los inversores están más expectantes y van a dejar pasar un poco más de tiempo antes de volver a invertir”. Luego expresó que Milei genera “una luz al final del túnel”, que podría sostener el interés por el país, pero con la reticencia que les provoca la inestabilidad del humor presidencial.
Basta de stocks
El consultor Salvador Di Stéfano (SDS) estuvo en el Tercer Congreso Internacional del Maíz, realizado en Córdoba el dos de septiembre pasado y les dijo a los productores, con respecto a la economía argentina que “esta política económica ayuda al agregado de valor y no tanto al agricultor, en esta etapa. El agregado de valor está mucho mejor: ganadería, tambo, cerdo, pollo, en la medida que busque escala. En un contexto de baja de inflación, lo que sirve es ganar escala. Y escala se gana invirtiendo, sumando valor o asociándose. La cultura asociativa tiene que crecer, con el agregado de valor”.
Luego, el experto echó un balde de agua fría sobre las expectativas de algunos de los presentes. “Hay que gastar los dólares rápido, comprando activos reales. Hay que tener estrategias definidas. Hagan más de lo que saben hacer, inviertan en activos reales y poco en dólar billete. Busquen la escala de la empresa para bajar costos unitarios. Antes había inflación, ahora baja, no se puede tener stock. Antes devaluaban el peso, ahora se revalúa, no puedo tener dólares. Antes no me exigían competitividad, ahora tengo que ser competitivo. Viene la revancha de los activos y de las propiedades”, aseguró finalmente.
Una Argentina renga
Entre los jubilados que cada vez reciben menos, los empresarios que cada vez reciben más y un gobierno que no tiene rumbo y asegura un superávit que en realidad es una cesación de pagos, el destino se parece a una pesadilla, más que a un sueño de un país mejor.
Para que reine la esperanza de la que habla Byung-Chul Han, éste advierte que “miedo y libertad son incompatibles. El miedo puede transformar una sociedad en una cárcel, puede ponerla en cuarentena”.
Quizás, solo quizás, estaba hablando de la Argentina de 2024.