La segunda lectura de la ley de Rezonificación en la Legislatura Porteña pone en el centro de la discusión el impacto de los clubes en los barrios porteños.
El jueves de la semana pasada se trato finalmente en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la llamada “Ley San Lorenzo”. Hoy se configuro de manera definitiva la vuelta a Boedo, proceso que el club y sus hinchas empezaron hace casi 20 años. El objetivo de la ley -que hoy se trato en segunda lectura, modificando el código urbanístico- es cambiar la zonificación del predio ubicado en Avenida La Plata de categoría E a categoría U, permitiendo así la construcción de un estadio.
Como deportista y profesora de artes marciales en barrios vulnerados, los proyectos vinculados al deporte, me interpelan y motivan a construir una agenda, que sin lugar a dudas, impacta de manera positiva en nuestra sociedad. Yo misma, soy un caso testigo de los beneficios que el deporte le otorga al ser humano. A través de esta práctica obtuve valores, disciplina, confianza y educación integral para mi vida. Lamentablemente, no todos pudieron recibir estos beneficios. El fracaso del estado y su insensibilidad perjudicaron a décadas y décadas de argentinos. La Ciudad de Buenos Aires, por supuesto, no fue un fenómeno ajeno a estos sucesos.
A lo largo de este proceso, y más en estos acontecimientos históricos, tiene lugar en la sociedad una discusión que pone el foco en el impacto de los clubes en los barrios. Por eso, la importancia de este proyecto trasciende al caso en particular y la aspiración del club en muchos sentidos. Es inminente dirigir nuestra atención a una cuestión que normalmente se pasa por alto, se da por sentada y queda en el fondo al pensar en cómo se configura la realidad social en la ciudad. Existe, evidentemente, un fracaso del estado como política pública. Los números no mienten. La pobreza y el desconsuelo de chicas y chicos, es una realidad manifiesta en muchos rincones de nuestra ciudad y por supuesto, también, de nuestro país. La poca atención que se le brinda al deporte se refleja en el trabajo parlamentario en la Legislatura porteña.
Creo que podemos aprovechar estos momentos para poner en el centro de la discusión los beneficios, directos e indirectos, del deporte y los clubes de barrio en general. En primer lugar, porque dejar de subestimar todas las formas en las que el deporte nos beneficia como individuos, como comunidades y como sociedad, nos permitiría valernos sistemáticamente del mismo. Y en segundo lugar porque, como también nos dejan ver los deportistas desde Tokio, hace muchos años que es un sector rezagado y los efectos de la falta de atención se sienten constantemente en nuestra sociedad.
Los beneficios del deporte no son un secreto: practicar deporte de forma regular es positivo para la salud, física y mental, estimula el rendimiento dentro y fuera de la práctica, otorga espacios de contención y/o estructura para niños, niñas y adultos, oportunidades de interactuar con pares en distintos contextos, refuerza valores, disciplina y puede brindar un sentido de pertenencia. Todas estas formas en las que impacta positivamente el deporte se dan ante todo en los clubes de barrio.
La realidad es que estos lugares generan un impacto positivo en la sociedad, sobre todo en aquellos lugares donde es necesario brindar contención a los y las jóvenes. Los clubes propician una mejora en el bienestar de aquellos vecinos, ya sea mediante la inversión para la creación de establecimientos educativos u otorgando mayor dinamismo al barrio. De igual forma, estos clubes le otorgan un sentimiento de pertenencia a las personas. Los entrenamientos, partidos y actividades hacen de los mismos algo mucho más que un espacio de interacción, sirven como sostén y aglutinador de muchas comunidades.
Desde mi punto de vista, el deporte sin lugar a duda sirve, en parte, como motor de progreso para muchos jóvenes. El mismo les inculca el valor del esfuerzo, al igual que fomenta el desarrollo personal. La experiencia que obtuve trabajando en barrios vulnerados me hizo dar cuenta cómo el deporte les permite a los chicos y chicas pensar en la posibilidad de un proyecto de vida. A lo largo de varios años, dando clases de artes marciales en el barrio bajo flores, evidencie el patrón constante de abandono que sufren nuestros niños y niñas. Esto es sumamente difícil en un sector que, frente a la situación económica del país, debe preocuparse por las necesidades inmediatas, viendo los proyectos a largo plazo como algo utópico.
Por esta razón, resulta decepcionante que el tema ocupe un rol marginal solo cuando llegan los Juegos Olímpicos y las personas se enojan ante la falta de medallas o con grandes movilizaciones por un proyecto de Ley, como es el caso de San Lorenzo hoy, mientras que el resto del tiempo el deporte se encuentra tan lejos de la lista de prioridades. Espero que estos episodios desemboquen realmente en un cambio en la percepción y prioridades de la sociedad en su conjunto. No basta con estar de acuerdo respecto a los beneficios de los mismos, es necesario otorgarle la relevancia que corresponde si deseamos frenar el deterioro que sufre el deporte y los clubes de barrio. El rol de los profesores/as va más allá de un trabajo comercial, sino que tiene además un rol y una perspectiva social y humanitaria en las personas.