Que se estire pero que no se rompa. Horacio Rodríguez Larreta sigue cultivando su modo zen de hacer política, para evitar un quiebre con Axel Kicillof, la pareja bonaerense que le impuso la pandemia por el coronavirus.
El jefe de Gobierno, confiado en los datos (cuantitativos y cualitativos) que le acerca su ministro de Salud, Fernán Quirós, había proyectado para la próxima etapa de la cuarentena –la décima- que arrancará el lunes próximo una apertura más agresiva de la que seguramente terminarán anunciando.
Como en otras oportunidades, el intendente porteño decidió priorizar la convivencia, no sólo con el gobernador sino también con el presidente Alberto Fernández, que tiene una concepción parecida con respecto al tratamiento de la pandemia, que la del gobernador, su compañero del Frente de Todos.
El Ministerio de Transporte y la Jefatura de Gabinete de la Ciudad venían trabajando en un cambio sensible: la posibilidad de que bares y restoranes puedan abrir ya no sólo con delivery y take away, sino también con mesas en las veredas. Incluso, se había consensuado que para ampliar su capacidad, en la calzada frente a estos comercios ya no se podría estacionar.
Este cambio iba a ser una de las estrellas de la nueva fase, pero las exigencias de Kicillof, sumadas a algunas imágenes incómodas tomadas en el barrio de Palermo, adonde decenas de personas se amontonaron a las puertas de algunas cervecerías, convencieron a Larreta de hacer una pausa.
Para no correrse de su plan aperturista, el jefe de Gobierno se conformaría con otra flexibilización en el comercio –en avenidas y cerca de estaciones de transbordo, por ejemplo- y actividades deportivas y recreativas. Pero aceptaría postergar para más adelante -¿hasta la próxima etapa?- su idea de “divorciarse” definitivamente de la estrategia bonaerense.
El Ministerio de Transporte y la Jefatura de Gabinete de la Ciudad venían trabajando en un cambio sensible: la posibilidad de que bares y restoranes puedan abrir ya no sólo con delivery y take away, sino también con mesas en las veredas. Incluso, se había consensuado que para ampliar su capacidad, en la calzada frente a estos comercios ya no se podría estacionar.
Aun con números complicados –por millón de habitantes, sigue siendo el distrito con más casos- la Ciudad se apoya en cierta estabilidad: con algunos picos, hace varias semanas que oscila en contagios de un rango más acotado que la Provincia. Algunos funcionarios porteños creen que en breve comenzará el esperado descenso de la curva. Si se concretase esta baja, ésta sería la excusa perfecta para seguir abriendo la ciudad a más actividades comerciales y recreativas.
Pese al mayor movimiento que se ve en las calles, Buenos Aires aún está lejos de su normalidad. La circulación a pie en los barrios, según los datos que proveen las antenas de celulares, oscilan entre el 42 por ciento en la zona de Recoleta a alrededor de un 60 por ciento en barrios del Sur, como Villa Soldati o Villa Riachuelo.
Lo del transporte público sigue siendo mucho más bajo: más del 90 por ciento abajo en el subte, un 75 por ciento en promedio menos en colectivo y un porcentaje superior en tren. Sólo aumentó claramente el uso alternativo de las bicicletas y por eso Larreta se prepara para un anuncio próximo: las ciclovías llegarán a dos avenidas clave, como Córdoba y Corrientes.
Los anuncios centrados en la gestión y poco discurso político siguen siendo la fórmula política que el jefe de Gobierno mantiene como guía.