Si hablamos de la composición del gabinete de Mauricio Macri, podemos decir que –en materia de género- el reparto no fue muy justo. Ya que, de 29 puestos, en sólo tres se desempeñarán mujeres, de aquí a cuatro años, en la esfera pública nacional: Patricia Bullrich en Seguridad, Carolina Stanley en Educación y Susana Malcorra en la cartera de Relaciones Exteriores.
La vicepresidenta del ex jefe de Gobierno porteño, eso sí, es una mujer: Gabriela Michetti, quien no suele ser una figura de lo más representativa en cuanto a la agenda de género actual e inclusiva. En cuanto a temas, por caso, que hacen a la discusión –que tampoco se dio en profundidad en tiempos de Cristina Fernández– sobre la despenalización del aborto.
En la ciudad de Buenos Aires, en tanto, también gobernada por Cambiemos, la situación es un poco mejor: Guadalupe Tagliaferri en Derechos Humanos y Hábitat, Ana María Bou Pérez en Salud, Soledad Acuña en Educación, y como secretaria legal y técnica, María Leticia Montiel.
El gabinete de María Eugenia Vidal, por su parte, es casi exclusivamente masculino: solo Zulma Ortiz se desempeña como ministra de Salud.
Ahora bien, una cuestión son los números –de mencionar los patrones del cupo, el escenario se muestra marcadamente inequitativo respecto al rol de la mujer en los gobiernos entrantes– y otra, emparentada o no, es la relativa a la impronta de género que cada quien pueda imprimirle a su gestión. Y allí reside acaso, teniendo en cuenta ciertos antecedentes, el mayor escollo del espacio Cambiemos –y del Pro, en su núcleo duro– en materia de políticas de género.
Pero resta una perlita para el análisis: la designación en un ámbito de decisión de la responsable de La Casa del Encuentro, reconocida ONG que se encargó hasta hace poco, ya que cerrará sus puertas, de visibilizar problemáticas tan graves como la del femicidio y la violencia de género a través, por ejemplo, de un observatorio mediático que suplía, tratando de emparchar, la falta de un organismo estatal que proveyera el insumo básico de toda política pública, como esa estadística que cuenta que cada 30 horas una mujer es asesinada en nuestro país solo por su condición de mujer. Fabiana Túñez, feminista y activista lesbiana es, por estas horas, todo un signo de pregunta.
Estará al frente del Consejo Nacional de las Mujeres. Y deberá conjugar su tarea, por ejemplo, con el historial negativo de Jorge Lemus, quien estará a cargo de Salud, esta vez en Nación, cuando en los primeros años del macrismo en el ejercicio del poder firmó un protocolo de atención de abortos no punibles que la Justicia vetó enseguida, ya que transgredía indicaciones de la Corte Suprema.
Otras áreas que, al menos en lo que atañe a la historia reciente de la Ciudad de Buenos Aires, se observan manifiestamente sensibles en relación a las políticas de género son, por mencionar algunos casos, el Ministerio de Educación, conducido de aquí en más por Esteban Bullrich y la ya mencionada órbita de Salud, con Lemus al frente.
Bullrich es aún fuertemente cuestionado por amplios sectores que no le perdonan los magros fondos, capacitaciones y escasos –cuando no, nulos– materiales orientados a la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral. ¿Qué tiene que ver esto con la mujer? Guarda relación con muchos aspectos de una concepción justa e igualitaria de la mujer en nuestra sociedad. Aprender a decir que no, a sostener la negativa y no avergonzarse por ello podría ser una situación digna de graficar ese estado en el que la ley se hace carne en los actos cotidianos, barriendo con la naturalización de estereotipos y estigmatizaciones de género. Ni hablar de los cuidados, de la anticoncepción.
Habría que hablar, entonces, del eterno lobby de la Iglesia, discurso que la más de las veces fue música para los oídos del Pro.
En cuanto a Jorge Lemus, cabe recordar que tuvo que renunciar a su área en septiembre del 2012, por el costo político que le supuso obstruir la práctica de interrupciones legales del embarazo a través de una resolución que ponía más obstáculos que los estipulados, justamente, por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el fallo F.A.L. para que las mujeres pudieran acceder a abortos legales.
Pero hay más nombramientos que guardan reparo en el grueso de la militancia feminista. Ya en territorio bonaerense, la presencia de Carlos Mahiques, quien se desempeña en el Ministerio de Justicia provincial, es criticada por sus posturas sobre derechos humanos y el derecho a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Es que Mahiques votó en contra de la realización de un aborto no punible a una adolescente con discapacidad mental, cuyo embarazo había sido producto de un abuso sexual. Por la obstrucción judicial de ese aborto no punible, nuestro país fue denunciado ante el Comité de DDHH de las Naciones Unidas.
No obstante, la figura de Túñez como funcionaria nacional, bajo el signo político de Cambiemos, es, acerca de la lectura de género global que pueda hacerse cuantitativa y cualitativamente de la conducciones de estreno en Ciudad, Provincia y Nación, cuanto menos, la más llamativa. Así las cosas, una porción considerable del movimiento de mujeres y de organizaciones sociales celebraron el gesto de Macri. Muchos exponentes del activismo, sin embargo, miran con recelo eso que les resulta, a priori, un contrasentido: la lucha ante el patriarcado desde un gobierno con sesgo neoliberal o, en una perspectiva edulcorada, lejos de la izquierda más pura. ¿Cómo se trabajará sobre la violencia machista, tan arraigada? ¿Las mujeres experimentaremos retrocesos en la distribución de anticonceptivos, manuales y en la concreción de capacitaciones en Educación Sexual Integral y el efectivo cumplimiento del Protocolo de Interrupciones Legales del Embarazo? Si con Cristina sufrimos, como colectivo que puja por sus derechos, el saldo de tamaña deuda social, las referencias de los hombres y escasas mujeres puestos al servicio del bien común a partir de este mes, dejan varias dudas y unos cuantos temores.
Túñez descubrió el feminismo en el Encuentro de San Bernardo del 86, cuando esa lucha era casi considerada brujería. En 2003 abrió La Casa del Encuentro junto a Ada Rico, ONG que en 2008 empezó a difundir la cifra de femicidios en la Argentina, mediante el Observatorio “Adriana Marisel Zambrano”.
De ese tiempo a esta parte, hubo 1.808 femicidios y, en el mismo ciclo, 2196 hijas e hijos que quedaron sin madre. Esto, claro, siempre que seamos conscientes que el relevamiento operó, aunque útil, como punta de iceberg: solo se contabilizaba lo que salía en los medios. Este año, hasta el 31 de octubre, se cometieron, siguiendo la misma medición, 233 femicidios y femicidios vinculados de mujeres y niñas, y 36 femicidios vinculados de hombres y niños. Entonces, de la sociedad civil a la égida estatal, como sea, a Túñez le espera un desafío titánico.