Está claro que por ahora no hay manera de despertar la más mínima emoción. La poca atención desde la oposición hacia la gente común, la que asume todos los golpes diariamente de una política de fuerte ajuste es una realidad. Nadie sabe qué hacer ante tanto ataque. La dirigencia sobre todo del peronismo está aún shockeada por un resultado que, por más previsible que era, no dejó de impactar fuertemente en sus filas. Si bien el kirchnerismo posee la dirigente más “pesada” de todo el conjunto, Cristina Fernández, está claro que también es la más señalada a la hora de la derrota en la batalla cultural que se libra por estos días en nuestro país. No hay dirigentes ni liderazgos, tienen que inventar otro tipo de freno para algunos atropellos.
Cuando uno recorre lugares públicos o de trabajo, consulta con expertos, consultores o analistas que están trabajando en esos estados de ánimo de la gente golpeada, llega casi siempre a la conclusión que la palabra clave es aguantar, que prácticamente nadie está conforme con lo que está viviendo pero no ve otro camino que el ajuste que propone el gobierno (para llegar nadie sabe a dónde), pero además no hay otras propuestas sobre la mesa ni quien les hable de esa problemática, solo a veces las de defender medidas de un gobierno derrotado en las urnas con alguna referencia a la pérdida de derechos que ya se manifiesta de manera importante en la economía familiar, pero el resto no parece estar en la agenda de nadie con la urgencia necesaria.
En la oposición tanto en el sector del Instituto Patria como dentro del Frente Renovador entienden que no es el momento de decir nada. Que cualquier cosa que se diga o haga terminará revirtiéndose desde la “máquina de relato oficialista” y será visto como una falta de respeto al voto popular, un atropello a las instituciones o en algunos casos, incluso actitudes destituyentes. Entonces los movimientos son suaves, e imperceptibles para los argentinos que no están de acuerdo en que hay que aguantar, los que quieren mover ya y no esperar a que la gente colapse sin conducción. Pero la verdad es que no hay una conducción visible, está muy atomizada, nadie goza de un aval suficiente como para levantar la voz o banderas (¿Kiciloff?) y Milei avanza con cierta tranquilidad mientras mantiene todo roto e inactivo en el sistema político opositor, incluso hasta torpedeando su propia tropa.
Ante la incapacidad del peronismo y del resto de las fuerzas opositoras que se muestran amigablemente dialoguistas y así y todo les cuesta ayudar, allí es como que habría que poner algunos ejes o prioridades para el momento que se está transitando. Y ver si ante tanta extorsión aparecen nuevos rumbos charlando como pares y no en forma de cómo los ven si charlan o votan juntos. Analizando como se está desarrollando el experimento Milei en la Argentina, que es mirado con cierta curiosidad en el mundo, todos aquellos que no estén de acuerdo con las decisiones que pulverizan salarios, consumo y productividad deberían salir de sus madrigueras y empezar al menos a tener respuestas concretas desde lo político, en tratar de frenar al menos dos situaciones que parecieran las más complicadas que afrontamos como país.
Hay que tener respuestas para frenar la crueldad del ajuste laboral y salarial e involucrar en ello con amplitud e ideas a todos los que puedan aportar a ello. No puede Milei tirar tres bombazos por día y dejar heridos o muertos en vida a miles de los trabajadores argentinos. Esta debe ser una de las prioridades a jugar ya, que no pasan solo por reinvindicar lo que el peronismo hizo cuando fue gobierno, sino a la luz del nuevo mapa político que plantea el Ejecutivo, como estamos ahora, cual podría ser el modo más eficaz de acompañar a la gente para que la etapa esté exenta de tanto sufrimiento. Hay que pensar en el escenario presente, soluciones, proyectos , ideas para los temas que licúan y recortan la capacidad de vivir de los argentinos. Alianzas nuevas puntuales por temas, ideas nuevas ante tanto experimento, protección de las conquistas esenciales, y después ganar y perder en las otras. Esperar a que se canse la gente es un camino, pero demasiado peligroso en ciertas áreas. Algunas cosas hay que frenarlas ahora. Para las elecciones falta un montón y no se conoce el escenario que habrá en ese momento.
Lo otro para lo que hay que juntar información, masa crítica y poder político es para frenar la entrega de los recursos estratégicos del país, cuestiones que se realizan rápidamente desde el Ejecutivo y luego el país deberá pasar por miles de problemas, frustraciones y sobre todo la lucha de más de una generación para recuperar el terreno perdido en campos como el de la soberanía política, la ciencia, la educación, lo nuclear, lo geopolítico en donde el mundo cada vez más complejo y picante no suele dar segundas oportunidades.
Aquí se enmarcan las sobreactuaciones de una posición en el mundo que no corresponden a un país de segundo orden para las grandes decisiones como la Argentina, no se cuestiona (o también) la posición si no el grado de circo que rodea cada movida y lo otro es que claramente se avanza sin proyecto ni plan. La visita de la generala Richardson, la compra -que pagará Argentina- de los F -16, el puerto de Ushuaia compartido con USA que hace maniobras con Reino Unido en Malvinas y compromete a la Antártida, el paro de los proyectos atómicos pacíficos que estaban muy avanzados, el bofetazo sin razón a los BRICS, el embajador israelí en la reunión de Gabinete, cuando ese tema lo deciden cinco líderes en el mundo y lo sumó a la nada misma, el viaje a Ucrania programado para Junio en el momento más inadecuado de Zelenski que nos traerá sin duda y desde todos los ángulos más problemas a los que ya tenemos, un sinfin de desatinos todo en nombre del liberalismo libertario que ya va quedando claro que es un esquema sin ninguna sensatez en los alineamientos convencionales, donde cada jugada se decide por separado. Estoy con Estados Unidos, con Biden o Trump pero con ellos, resume la manera presidencial de pensar mal todo.
Dos temas estratégicos a preocuparse, una la motosierra social va tomando olor a sangre, otro el cuidado del patrimonio nacional estratégico. Las dos áreas que no pueden esperar. Ahora es difícil, costará carísimo luego.