La votación de los 193 integrantes en Naciones Unidas acerca de la responsabilidad que debería asumir Rusia en el coste económico de la reconstrucción de Ucrania, fue de 94 a favor por 14 en contra, con 73 abstenciones. El resultado estuvo cerca del nivel más bajo de apoyo a cualquiera de las cinco resoluciones que la Asamblea General ha adoptado en torno a Ucrania desde el inicio de la invasión del 24 de febrero. La causa del pobre resultado, ya que entre el Sí y las decisiones del No más las abstenciones existe casi un empate, están separados solo por 7 votos, tiene una explicación. Luego de los intensos aprietes diplomáticos (y algunos no tanto) que realizaron los Estados Unidos y los principales países de la OTAN sobre sus zonas de influencias, la cifra se considera un fracaso ya que solo el G7 y sus aliados próximos de la UE y pequeños países del planeta, sustentaron esta movida. Hay que recordar que buena parte de los países que integraron el grupo que no acompañó la propuesta –que no es vinculante- promovida por Holanda, Canadá y la misma Ucrania, son potencias emergentes, todo el BRICS, los potentes de Medio Oriente, los inmensos de Asia, la mayoría de los países de África y buena parte de Latinoamérica.
Todos ellos mantienen una coherencia desde el principio en base a la no aplicación de sanciones a Rusia que literalmente los perjudican y una posición firme para el final de la guerra a partir de las negociaciones.
La gran novedad, más allá de las complicaciones que se vendrán a partir de la llegada del invierno -que ya por estos días se muestra muy frío en buena parte del hemisferio norte-, “la probabilidad de un triunfo de Ucrania en su guerra ante Rusia que implique expulsar a los rusos de todos sus territorios no es alta”, más allá de los éxitos de Kiev en la defensa de Jerson y Jarkov señaló ayer miércoles el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, Mark Milley.
El alto mando americano agregó que “Jerson y Jarkov, física y geográficamente, son relativamente pequeños en comparación con el conjunto, por lo que la tarea de sacar a los rusos físicamente de Ucrania es muy difícil, y no va a suceder en las próximas semanas a menos que el Ejército ruso colapse por completo, lo que es muy poco probable”, evaluó Milley. Estados Unidos piensa que Crimea y Donbass no serán recuperables en esta campaña a pesar del inmenso apoyo que se le dio a Zelenski y deberán esperar otro turno. Allí radica la mayor complicación que el jefe de la CIA, William Burns, encuentra en sus giras para darle un cierre parcial al conflicto ya que Zelenski está convencido que él conduce y todo lo puede y no acepta concesiones territoriales, que ya tenía perdidas, buena parte de ellas.
Esta visión “realista” en el campo de batalla, en donde el posible estancamiento de las actividades tácticas durante los próximos tres o cuatro meses a causa del clima abre una nueva posibilidad de negociaciones, es algo que empieza a germinar con nuevos bríos dentro de la OTAN que ya no ve la posibilidad de una victoria aplastante de la “contraofensiva” que alguna vez prometió ese gran artista del micrófono que es Volodimir Zelenski, y que con su retórica belicista complica a partir de sus últimas declaraciones a todos los socios que le permitieron resistir hasta acá, a un costo altísimo en bajas y muchísimo dinero, que alguna vez deberá devolver Ucrania, vaya a saber cómo.
El Gobierno ruso acusó este miércoles en la ONU a Ucrania y a Polonia de tratar de provocar un “enfrentamiento directo” entre Rusia y la OTAN al culpar a Moscú de la caída de un misil en territorio polaco, que dejó dos muertos.
“Las declaraciones completamente irresponsables hechas por los líderes de estos dos países no pueden interpretarse de ninguna otra forma”, dijo ante el Consejo de Seguridad el embajador ruso ante Naciones Unidas, Vasili Nebenzia. También los países Bálticos que no mueven la aguja en la OTAN se sumaron alegremente a este desatino de Zelenski.
Pero esta vez, y apelando a la responsabilidad que le cabe como potencia mundial, el presidente Joe Biden desactivó la versión de los misiles rusos malintencionados, y aceptó lo que se comprobó, eran restos de sistema antiaéreos S-300 del ejército ucraniano. Qué casualidad que con el G-20 reunido en Bali (Indonesia), justo sucediera esto. Zelenski no se rinde y a pesar que la OTAN ya le dio la espalda en su intención de involucrarla en la contienda, insiste en ser parte de la investigación del hecho para ese fin, exactamente todo lo contario que ese mismo bloque (con él mismo) le prohibió a Rusia la investigación de la voladura terrorista británica/ucraniana de los gasoductos Nord Stream 1 y 2.
Los bombardeos que sí existieron el martes (y este jueves se repitieron) de las tropas rusas en Ucrania, fueron los ataques con misiles contra la infraestructura crítica de Ucrania más masivos desde el inicio de la guerra, según se desprende de los datos facilitados hoy por la Fuerza Aérea ucraniana.
En concreto, las fuerzas rusas –a las que continuamente critican como ineficaces y torpes- lanzaron 96 misiles de crucero aéreos y navales (J-101, J-555 y Kalibr), misiles de crucero guiados J-59, drones de ataque Shahed -136/131 y aparatos no tripulados del tipo Orion y Orlan-10, precisó el Mando de las Fuerza Aérea de Ucrania, citado por “Ukrainska Pravda” y tuvieron como objetivos establecimientos estratégicos ligados a la producción de energía eléctrica y a plantas de gas, habiendo logrado plenamente los objetivos, causando un grave problema de cortes de luz y comunicaciones en toda Ucrania.
El momento de las negociaciones parece estarse cocinando de a poquito. Las dos posturas, radicalizadas en Zelenski, Polonia, los países Bálticos y Dinamarca) parecen ir perdiendo apoyo frente a los que soportaron el costo financiero y militar de este 2022, y tratarán de frenar la sangría económico y el esfuerzo social que empezará a agitar las distintas capitales en los próximos meses. El riesgo de seguir a un irresponsable conductor como Zelenski, podría provocar además una reacción hasta ahora no prevista por Rusia, pero que siempre está amenazante.
El triunfo político de los emergentes sobre los países OTAN y conducidos por le G7, parece también haber empezado su ruta, muestra de ellos son los documentos que emiten la ONU o el mismo G20, en el que no logran imponer la hegemonía que tenían hasta no hace mucho. El mundo multipolar avanza sin prisa, pero sin pausa, a pesar de los artistas miopes como Zelenski y una dirigencia de la UE que no dio la talla.