La puja política se intensifica con el paso del tiempo y, aunque pasaron sólo semanas desde que Javier Milei asumió la Presidencia, las traiciones y las divisiones sopesan mucho más que las alianzas.
Las claves para entender el proceso parlamentario que se está viviendo por estas horas pasan por la forma de entender el proceso político y en cómo se fue banalizando la representación política en el Congreso de la Nación.
Asimismo, el experimento de entablar acuerdos y formar coaliciones de gobierno para llegar a la Casa Rosada fueron demostrando que conservar el poder es mucho más delicado en un sistema presidencialista.
El resquebrajamiento de los cimientos en los que se construyó – en su momento – la política tradicional comenzó a visibilizar la trampa perfecta para quien asume como jefe de Estado debido a que la línea que separa la “luna de miel” de la debacle social es ínfima. Y esto queda demostrado gobierno tras gobierno, más allá del color político, nadie se salva de esta trampa.
Ahora bien, para comprender qué es lo que está sucediendo en el Poder Legislativo con la Ley Ómnibus es necesario tener en cuenta la incapacidad de la administración Milei para sentarse no sólo a negociar, sino, también, la falta de un equipo técnico que comprenda cómo funciona el Estado.
Desde el minuto uno todo se hizo mal, ya sea por la falta de conocimiento legislativo, por torpeza, por ansiedad, por soberbia o vaya a saber qué cúmulo de circunstancias que uno desconoce.
De la Ruta de la Seda a la Ruta de la Ley Ómnibus
Si bien el proceso histórico que tuvo a China como protagonista data del siglo I a. C., el auge de la comercialización a través de las rutas marítimas y terrestres comenzó en el siglo XV cuando se realizó la conquista del continente americano, que dejó saldos negativos de todo tipo. Pero más allá del debate moral y ético, por aquel entonces se pensaba en negociar y en el intercambio como una forma de hacer política y de tener incidencia en el mundo a través del poder económico.
La construcción de los estados modernos era la condición necesaria para el comercio y la política, así fue entendida siempre. La única manera que había era la de organizarse y pelear por la soberanía de los territorios.
Sin embargo, el Presidente Milei expuso en el Foro Económico Mundial que el problema era la propia existencia del Estado y desafió a Occidente a replantearse algo que hace siglos dejó de ponerse en cuestión, si es que alguna vez eso sucedió.
Cabe señalar, además, que se sabe que los cambios de paradigma no llegan de la mano de una sola persona y, menos aún, de alguien con tan poco peso político en este planeta, que anda por una galaxia entre tantas otras.
Pero toda esta introducción es ineludible para comprender cómo funciona el pensamiento ‘anarcocapitalista’ y su forma de llevar adelante la batalla cultural. Y entender el debate de cómo se gestó la Ley Ómnibus es crucial para poder avizorar lo que vendrá.
El dictamen de mayoría y la primera batalla ganada por Milei
El Presidente libertario rompió con todos los esquemas posibles de lo tradicional. Desde el día que asumió aseguró que iría a fondo con las medidas para terminar con la inflación y no dejó margen para negociar nada.
El objetivo en la Rosada era aprobar la Ley Ómnibus así como venía, sin dar tregua y confiar en que parte de la oposición más dialoguista apoyaría sin trabas y sin tantas recriminaciones.
La bajada de línea era no perder el tiempo y hacerlo lo antes posible porque la dilación podría provocar efectos no deseados. La mecha estaba muy corta para la paciencia de Milei.
Aunque el baño de realidad llegó de la mano de toparse con la política tradicional que estaba del otro lado dispuesta a negociar, pero no de entregar un cheque en blanco.
El primer acto fallido fue girar el proyecto a sólo tres comisiones (Legislación General, Presupuesto y Hacienda y Asuntos Constitucionales) sabiendo que abarcaba muchas más áreas. Sin embargo, así se hizo y punto.
Por otro lado, el tratamiento exprés que se realizó en el plenario dejó en claro que los tiempos del oficialismo no podían seguir demorándose. Muchos invitados quedaron fuera del debate porque había que apurar todo y, aunque hasta último momento las firmas no estaban, el Gobierno no tuvo otra alternativa más que la de realizar modificaciones en la que se quitaron más de 100 artículos, el texto pasó de 664 a 523.
Entre los puntos cruciales estaban: acortar el plazo de las facultades delegadas al Presidente, quitar a YPF del listado de las empresas que serían privatizadas y, en el caso de Nucleoeléctrica, Banco Nación y ARSAT serían parciales sus privatizaciones, entre tantos temas como lo relacionado a la cultura, al Código Civil y Comercial, el blanqueo de capitales, las reuniones de tres personas, etc.
Aunque nada de ello fue suficiente porque los gobernadores no quedaron del todo conformes en cuanto a las retenciones e hicieron visibles sus reclamos.
Las interminables reuniones que se dieron por estas semanas en el despacho del titular de la Cámara de Diputados, Martín Menem, con los jefes de los bloques colaboracionistas hacía rato que no se observaban el Palacio Legislativo.
A su vez, los encuentros entre funcionarios nacionales y los jefes provinciales, más los llamados telefónicos, no dejaron de cesar un instante y aún, hoy, se siguen manteniendo porque la sesión se pasará para la próxima semana y parece que los números no están todavía.
La pulseada política en el plenario
El plenario de las comisiones, que debía debatir la Ley Ómnibus, estaba convocado para el martes a las 18, pero se postergó e inició a las 21.
Mientras los principales bloques opositores al Gobierno, como la Coalición Cívica, el Frente de Izquierda y Unión por la Patria, pronunciaban sus discursos y no salían del asombro por cómo se había llevado adelante todo el proceso, las negociaciones seguían y las presiones hacia los gobernadores para que sus legisladores nacionales apoyaran el dictamen se mantuvieron hasta último momento.
De pronto, a las 1.30 de la mañana aproximadamente, el dictamen de mayoría del oficialismo comenzaba a tomar forma y color, para sorpresa de muchos que estaban convencidos de que eso no sería posible.
Sin embargo y casi de forma paradójica fue el diputado izquierdista Nicolás del Caño quien anunció que La Libertad Avanza había obtenido el dictamen de mayoría: “Hace unos minutos, de repente, aparecieron las firmas que le falta al oficialismo para poder emitir el dictamen”.
En aquel instante se escucharon aplausos y festejos por parte del bloque oficialista, ya que cosecharon 55 firmas, pero 34 en disidencias parciales. Quienes colaboraron fueron el Pro (20) y una parte de la UCR (8), de Hacemos Coalición Federal (4) y de Innovación Federal (2), que se sumaron a los 21 de la LLA.
Mientras que el dictamen de minoría de Unión por la Patria reunió 45 firmas de rechazo. Una parte de HCF (PS y GEN) emitió su propio dictamen y lo mismo hicieron la Coalición Cívica y el Frente de Izquierda.
Pero las sorpresas no tardaron en aparecer debido a que el diputado tucumano Agustín Fernández (UP), que responde al gobernador Osvaldo Jaldo no sólo no firmó el dictamen de rechazo del kirchnerismo, sino que traicionó a su espacio y acompañó al oficialismo.
Esto se explica porque el mandatario provincial mantuvo conversaciones con la Casa Rosada y negoció que las retenciones a las exportaciones de limones se mantengan en cero y que haya beneficios en la Ley del Azúcar para obtener más ganancias.
Aunque no todo quedó allí porque, horas después, se conoció que tanto el legislador nacional Fernández como sus colegas tucumanas Elia Fernández y Gladys Medina se fueron del bloque UP y armaron el propio llamado Independencia.
De esta manera, quedó demostrado que una ley puede mover las piezas del tablero político e inclinar la balanza hacia un lado u otro, según lo que se pacte por detrás. En política nada es estático, menos aún las ideologías.
Ahora se abrirá un nuevo capítulo en el cual el Gobierno deberá apelar a la muñeca política para conseguir los 129 votos que necesita para abrir la discusión en el recinto de Diputados. Aunque parece ser que las crudas declaraciones hacia la oposición por parte del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, y los aprietes a los gobernadores pueden complicar todo porque advirtió que si se eliminan artículos económicos seguirán los recortes en las provincias.
Nada que sorprenda en el mundo apolítico al que juega Milei. De su templanza dependerá el futuro de la Ley Ómnibus, a pesar de que el primer round lo ganó.