La economía en el 2020 fue una sucesión de malas noticias que dejarán un profundo rastro en el corto y el mediano plazo. De todos modos, tras la llegada de la vacuna contra el coronavirus, el próximo año debería ser el año del renacimiento, si las cosas funcionaran como debieran.
El punto central de la economía en 2021 será la tarea de alinear la producción, las finanzas públicas y la distribución del ingreso. En este camino, el control de los precios de los alimentos y de los productos de consumo masivo será fundamental. Sin precios y tarifas proporcionales a los salarios, no habrá crecimiento posible.
Tres de los tipos de alimentos básicos de la dieta de los argentinos son las carnes, las frutas y las verduras. En estos rubros, el Centro de Economía Política Argentino (CEPA) realizó un monitoreo de la evolución interanual de sus precios, lo que arrojó que entre noviembre de 2019 y el mismo mes de este año, casi todos los precios de estos alimentos arrojaron incrementos superiores a los de la inflación. Una de las razones es que los productores que acceden al mercado externo, adonde se paga en dólares a mucho mayores costos, exigen trasladar estos precios al mercado interno, disparando los precios hasta la estratósfera.
El economista Juan Pablo Costa, uno de los autores de la investigación, manifestó a Noticias Urbanas que “si tomamos el asado de tira, que es el corte más consumido en la Argentina y que además no se exporta, el precio se incrementó en un 62 por ciento, muy por encima de la inflación en este período, que fue del 35,8 por ciento. Esto es casi un sabotaje contra la economía”.
Costa consideró que “cuando Mauricio Macri liberó las exportaciones, los precios de las carnes se dolarizaron. Al contrario de lo que ocurría en el pasado, ya no se exportan sólo carnes Premium, sino que también se incluyen cortes de otras calificaciones. El tema es que hoy se exporta el doble que cuatro años atrás. Antes se iban al mercado global 250 mil toneladas y hoy esa cifra se incrementó a 600 mil. El Gobierno, por su parte, no va a cambiar esta ecuación, necesitado como está de dólares. Lo que van a hacer es tratar de acordar con los productores para que haya cortes más baratos para vender en el mercado interno, como se hizo ahora para Navidad”.
Sobre el mercado de frutas y hortalizas, Costa expresó que “los precios están influenciados por la estacionalidad y por los avatares climáticos, a veces imprevistos. Por ejemplo, en octubre, el tomate aumentó porque se esperaba que esta fruta fresca, que viene desde la Provincia de Buenos Aires, llegara a principios del mes. Pero la cosecha se demoró a causa del frío, que retrasa la maduración. Cuando por fin comenzaron a llegar los cargamentos al mercado, el precio bajó un 40 por ciento. Éstas son cosas que no se pueden prever”.
Con respecto a lo que va a venir en 2021, Costa dijo que “se puede avanzar en el mejoramiento de la comercialización, no tanto en acuerdos de precio, sino trabajando sobre las cadenas de valor. En el Mercado Central se regula el precio de frutas y verduras, por lo tanto se debe ir a un acuerdo allí”.
Sobre el año que vivimos en peligro –el 2020-, Costa relató que “se trabajó bastante en los acuerdos en los precios de los productos de consumo masivo, como la Ley de Góndolas y Precios Cuidados. Quedaron afuera, en general, los acuerdos sobre carnes, frutas y hortalizas, ya que hubo unos pocos cortes de carne y casi no se tocó el tema de los otros productos. Este año se los debería incluir”.
“En cuanto a la economía en general, alinear precios y salarios no es solamente bajar la inflación, que lo ideal sería que fuera baja, pero eso no ocurre en Argentina. Lo central en este tema es que los salarios le ganen a la inflación, por lo que los instrumentos más importantes para regular la economía deberían ser las paritarias”.
El punto central de la economía en 2021 será la tarea de alinear la producción, las finanzas públicas y la distribución del ingreso. En este camino, el control de los precios de los alimentos y de los productos de consumo masivo será fundamental. Sin precios y tarifas proporcionales a los salarios, no habrá crecimiento posible.
De carne somos, pero…
Para estudiar la evolución de los precios de la carne, Costa y Hernán Lechter basaron su estudio en los informes que brinda el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna.
Las carnes evolucionaron desparejamente en el año, aunque casi siempre hacia arriba. Los meses en los que hubo mayores incrementos fueron enero (7,6%); marzo (5,6%); abril (9,2%) y noviembre (7,7%). Por el contrario, en mayo y en junio hubo caídas en los precios, del 0,4 y del 0,3 por ciento.
Tomando como testigo el mes de noviembre, los cortes que más se incrementaron en este mes fueron los más caros –incluyen peceto, lomo colita de cuadril, nalga, cuadril, matambre, vacío, bola de lomo y cuadrada-, que llegaron al 8,6 por ciento.
Para los cortes intermedios –que agrupan a la tapa de nalga, asado de tira, bife angosto, tapa de asado, paleta, bife ancho y picada especial- el aumento fue levemente inferior, ya que fue del 7,2 por ciento.
En cambio, los cortes económicos –tortuguita, roast beef, carnaza común, picada común, falda y osobuco- aumentaron solamente el 5,8 por ciento.
Paralelamente, en el mes de noviembre, el Índice de Precios al Comsumidor marcó un aumento del 3,3 por ciento.
La proporcionalidad de los aumentos, selectivamente elegidos por los comerciantes, se dio según el poder adquisitivo de los salarios, apretando más donde se puede y aflojando el nudo corredizo en los sectores en los que la pandemia congeló los bolsillos hasta nivel antártico. Aún así, incrementar los productos el 5,8 por ciento en un mes es un golpe demoledor a la economía de los que menos tienen, porque se trata de alimentos básicos, que figuran entre los más consumidos en el país en todos los niveles sociales.
Sin distinguir entre los cortes caros, intermedios y económicos, hay casos paradigmáticos. Tomando cortes de todos los niveles, los aumentos fueron casi irracionales, en algunos casos. El osobuco aumentó el 55,5%; el asado, el 62,5%; la bola de lomo el 53,5%, el vacío el58,6% y la tapa de nalga 3l 53,2%.
De esta manera, la evolución del consumo per cápita de carne disminuyó entre 2016 y 2019 de manera muy clara. Por supuesto, hubo disminución en el consumo, de la mano de una economía que despreció a los sectores productivos y privilegió a los servicios públicos, las finanzas y los servicios privados. En 2015, el consumo por persona era de 58.6 kilos por habitante. En 2016, de la mano de la caída de los salarios, cayó un 5,58 por ciento, hasta llegar a 55,3 kilos por habitante. En 2017, el año de las elecciones legislativas, el consumo subió levemente, en un 3,86 por ciento, quedando en 56,5 kilos por habitante. En 2019, sobrevino la caída más pronunciada de la economía que se recuerde y, de la mano de ésta, el consumo de carne por persona cayó brutalmente en un 9,82 por ciento, estancándose en 51 kilos por habitante.
Esta crisis alimentaria, que devela una crisis social muy profunda, motivó que la Secretaría de Comercio ponga el ojo en un programa de consumo popular, que incluirá una serie de acuerdos con el comercio y la producción cárnica.
Frutas y hortalizas demasiado volátiles
Los economistas autores del trabajo detectaron que en este rubro abundan los intangibles. Tomando como base los valores que se negocian en el Mercado Central, que es el gran regulador de los precios en el Área Metropolitana, en octubre y noviembre existe una gran volatilidad en los precios, vinculada a la estacionalidad.
En este caso, la odisea del costo mayorista del tomate redondo es emblemática: comenzó el 2020 en $20, pero en junio llegó a $70. Posteriormente volvió a costar $20 por algunas semanas y luego comenzó a subir nuevamente, hasta que en septiembre llegó a $60 y volvió a elevarse hasta los $108 en octubre, hasta que a fines de noviembre volvió a caer hasta $34.
En el mercado, estas variaciones son habituales, pero no están ausentes en esta bipolaridad algunas maniobras de mayoristas que retienen mercaderías o que las dejan pudrirse en los árboles y plantas.
Los precios que más se incrementaron en noviembre fueron los de la batata (45,5%); papa (29,5%); zapallo (82,3%) y limón (46,7%). Por el contrario, cayeron el ya mencionado tomate (35,6%) y la cebolla (14,6%).
Todos estos productos son de consumo masivo, por lo que los avatares de sus precios serán la mejor guía para estudiar la evolución de la economía durante 2021.
Una de las prioridades será la de comenzar a construir la soberanía alimentaria, que no es sólo una batalla económica, sino también una batalla cultural.