L a relación entre los dos partidos en los que se referencia la derecha en la Argentina tiene ribetes conflictivos, en ocasiones. Los líderes del Pro y de La Libertad Avanza juegan con cartas de fullero, observando las que se ponen sobre la mesa e intentando adivinar las que aún quedan en el mazo.
El pozo es grande: el recién llegado (Milei) espera quedarse con los votos del líder que lo precedió en el espacio conservador (Macri). Ambos resolvieron sus jugadas que les sirvieron, en 2015 y en 2023, para quedarse con el premio mayor: la residencia diurna en la Casa Rosada y la pernoctación en Olivos.
Las invocaciones a la unidad entre ambas vertientes, si bien son constantes, están repletas de mutuas desconfianzas y de diversas zancadillas, que vienen enturbiando el entusiasmo de los impulsores de la confluencia.
Mauricio Macri y Javier Milei suelen arrojarse flores en público, aunque nunca dejan de imponerse condiciones. Incluso, en privado Karina y Santiago Caputo -los duros negociadores de LLA- se reafirman constantemente en su posición de que el electorado del Pro ya les pertenece, para imponer sus condicionamientos a la entente entre ambas coaliciones.
En este terreno, Milei afirma que los argentinos que buscan un cambio lo votaron a él, que encarna lo contrario a la tibieza de la gestión de Macri, que se quedó a mitad de camino en todos los frentes y terminó perdiendo una oportunidad que el libertario no piensa desperdiciar. La diferencia, supone Milei, es que él no le teme al ostracismo y al descrédito políticos, al contrario de su antecesor, que vaciló y no tomó todas las medidas que se esperaban de él por su necesidad de ir por la reelección.
En estos días, en declaraciones a un mensuario argentino, Macri manifestó que “las elecciones van a ser extremadamente importantes para marcar la velocidad de la reforma. La hicimos de una manera rápida, pero podríamos haberlo hecho muchísimo más rápido. El dolor que tuvo que soportar el pueblo argentino durante el primer trimestre, si no hubiera sido porque la política empastaba todo, hubiera sido mucho más breve”, en lo que se interpreta como una velada crítica hacia sus ya no deseados socios.
Juntos, pero no embrollados
En cuanto a los días que corren, las condiciones que exigen desde LLA comienzan por la posesión de la lapicera. Milei quiere definir desde Balcarce 50 las candidaturas nacionales de todas las provincias, incluida la Ciudad Autónoma. La segunda premisa que exigen es la eliminación de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Esta decisión, que debe ser aprobada por el Congreso, no cuenta hasta ahora con la adhesión del bloque de Cambiemos, que propuso primarias abiertas y simultáneas, pero no obligatorias (PAS).
Paralelamente, existía hasta ahora una convención que solía ser aceptada por todos los partidos: no se cambia el sistema electoral en años electorales. En su acción revulsiva, Milei quiere romper también este tabú, junto con otras vacas sagradas que hizo estallar LLA en los últimos meses.
De todos modos, existe una alerta. Esta exigencia de votar sin PASO tiene, en realidad, el efecto de una mina terrestre. Pisarla inadvertidamente equivaldría a volar por los aires, tanto para la oposición peronista como para el Pro.
La razón es sencilla. En ambas coaliciones medran conducciones compartidas y, al mismo tiempo, en conflicto.
Son conocidos los desaires que le propinó el cristinismo a Axel Kicillof en los últimos tiempos, dejando la interna al rojo vivo. Existe, además un peronismo no kirchnerista. Lo mismo ocurre al interior del Pro, adonde Patricia Bullrich Luro Pueyrredón le refriega en la cara su prosapia a Macri y hasta ahora, si bien es difícil que le gane una interna, lo pone en jaque permanentemente, disparándole parapetada detrás de los muros del poder.
Estas indefiniciones se dirimirían en las PASO con cierta ductilidad, pero la alternativa de una interna partidaria alteraría la ecuación, ya que cuando votan exclusivamente los afiliados, la ferocidad es una virtud que no suele ocultarse, so pena de pasar por “moderados” y perder por tibios. Cuando el voto es abierto, en cambio, esta circunstancia exige esa moderación que entre colegas suele no existir. Cazar en la pecera propia exige la exhibición de una impiedad que no suele aflorar ante un público no cautivo. Por el contrario, la intervención de este electorado no partidario obliga a una pragmática moderación.
Tras la sonrisa, ¿anida la traición?
Una segunda lectura, derivada de la primera, advierte que este proyecto de LLA no es inocente. Persigue, precisamente, el hecho de embretar a la oposición y a sus probables aliados a que encuentren el camino de la anarquía y el combate interno que lastima.
En la Casa Rosada prefieren un macrismo bullrichista, sin Macri, el mismo camino que intentó el propio expresidente en 2013, cuando pergeñó una alianza con Roberto Lavagna, pero sin el peronismo. El economista vetó esta posibilidad al sacarse una foto en Córdoba con Hugo Moyano, José Manuel de la Sota y Francisco de Narváez, que le dejó en claro al Pro que la coalición era con todos o con ninguno. Macri optó por este último camino y dos años después le salió bien.
Esta historia de arreglar con los subordinados salteando al jefe es de antigua data en Argentina. Lo intentó el dictador con aspiraciones de eternidad Juan Carlos Onganía en 1966, cuando encaró la construcción de un peronismo sin Perón con el sindicalista Augusto Timoteo Vandor, que fue abortada con el asesinato de éste, el 30 de junio de 1969.
Mucho antes, tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, lo concretó el régimen que lo depuso, alentando la traición de los radicales antipersonalistas Agustín Pedro Justo y Roberto Marcelino Ortiz. Éstos conformaron una entente conservadora denominada la Concordancia Argentina, en coalición con los partidos Demócrata Nacional y Socialista Independiente, que resultó triunfadora en las elecciones de 1931 y 1937. Fueron los tiempos de la Década Infame, ese vano intento de retrotraer a la Argentina a la era pastoril.
La economía sigue cayendo
En los últimos meses no existió ningún resultado económico que testimonie un solo éxito. Cae la producción, caen las ventas en los supermercados, en las tiendas y aún en las aplicaciones, que muestran un retroceso en todos los rubros del consumo. El PBI sigue disminuyendo, también.
¿Quién mide la popularidad de semejante disparate económico? Los más optimistas auguraron que este año cerrará con una caída en la actividad de entre dos y tres por ciento, dejando de todos modos un arrastre estadístico de dos puntos, que apuntalaría el crecimiento en 2025, que rondaría los cuatro puntos. De todos modos, aún no se descubrió en qué libro de profecías la caída en la actividad económica puede generar “un arrastre estadístico” positivo para el futuro.
No sólo eso, sino que estos alegres profetas suponen que van a aumentar las importaciones, a la vez que el pago de las deudas y el turismo demandarán más divisas. Es más, se peguntan si habrá dólares suficientes para sostener tan tremendo crecimiento. Todo esto, sin aclarar de dónde salen las cifras que apuntalan tamaño buen humor.
Para colmo, el amigo Nostradamus no dejó espacio para el optimismo, al augurar hace cinco siglos tremendos cataclismos en 2025, que se producirían a diestra y siniestra.
Nostradamus no ayuda al optimismo
El boticario francés y amante del ocultismo Michel de Nôtre-Dame, recordado en estos días bajo el apodo de Nostradamus, predijo cinco catástrofes de diferente índole para 2025, aseguran los entendidos en su críptico lenguaje.
Según el que quizás fue un apócrifo profeta, en 2025 habrá un gran colapso económico mundial, que podría desatar grandes conflictos sociales.
El segundo punto que anticipó Nostradamus fue que estallará la tercera guerra mundial, de la cual los expertos consideran que la que se desarrolla en Ucrania es apenas su primera batalla.
Según el sabio francés, en 2025 habrá olas de calor jamás registradas anteriormente, en especial en Europa, adonde se sigue castigando al medio ambiente como si el futuro no existiera.
El cuarto ítem, si se produjera, sería el peor. Anticipó una serie de hambrunas y conflictos sociales derivados de éstas en varios países, en especial en regiones vulnerables, como África.
El último punto de conflicto que profetizó el estudioso francés ya está en curso desde hace varios años. Tiene que ver con el desplazamiento de poblaciones, en esta ocasión como producto de desastres naturales, como terremotos y tsunamis.
Los Sex Pistols también fueron profetas
El futuro se asemeja más, por lo visto, al anunciado por el movimiento “punk” en los setenta, que con la utopía socialista.
Los Sex Pistols cantaban entonces:
“Dios salve a la reina
al régimen fascista
hacen de ti un idiota
bomba H en potencia
Dios salve a la reina
ella no es un ser humano
y no hay futuro
en los sueños de Inglaterra”.
“Cuídate de los profetas del mal, niño”, diría la abuelita. “Incluso en Argentina”, agregaría un sabio.