Cada vez que asume un nuevo gobierno, los medios hablan de la “luna de miel” o de “los primeros 100 días”, eufemismos que se refieren, en el primer caso, al período de embelesamiento de los ciudadanos con el nuevo estilo de gobierno de los recientes inquilinos de la Casa Rosada, y, en el segundo, a ese incómodo momento en el que las flamantes autoridades deben tomar medidas favorables para los sectores económicos que los ayudaron a llegar hasta la cima, casi siempre dolorosas para sus sufragantes.
En general, las primeras medidas de un gobierno van en dirección a profundizar la adhesión de sus votantes. En 2003, Néstor Kirchner viajó personalmente a Paraná para apoyar al gobernador entrerriano en el pago a los docentes, que se encontraban en huelga a causa de que la provincia no pagabas los salarios.
Hoy, 3 de diciembre de 2015, la luna de miel de Mauricio Macri con los argentinos que terminan de elegirlo como su presidente se encuentra en crisis, más por razones de fuego lateral (léase de sus propios “amigos”), que por el perverso accionar de sus enemigos.
Los primeros en lanzar una blitzkrieg de precios fueron las patronales del campo. Así, la carne sufrió una violenta suba de más del 20 por ciento en apenas unos días, en tanto que sus voceros anunciaban que no habrá liquidación inmediata de sus productos guardados en silos, que si fueran lanzados inmediatamente al mercado bajarían de precio. Pura lógica de mercado, que será la filosofía que imperará durante los próximos cuatros años, como puede verse.
Pero el belicismo económico de los agricultores fue un juego infantil comparado con el fuego graneado que desataron los dueños de las letales pistolas remarcadoras, que provocaron alzas descontroladas en los supermercados, a la vez que comenzaban a stockearse profusamente con el objetivo de optimizar la bonanza que llegará cuando el dólar se sitúe en el valor prometido por el nuevo Gobierno, que rozaría los 15 pesos, al menos en el corto plazo.
Esta sanguínea reacción de los comercializadores minoristas y mayoristas dio por tierra con la estrategia que planeaba Mauricio Macri de lanzar un plan económico que incluyera un ajuste que, aseguran sus economistas, no será repentino sino gradual. El plan estaba destinado, precisamente, a mejorar las tasas de ganancias de los empresarios posicionados en dólares. Su justificación tenía que ver con una supuesta crisis que habría heredado la alianza triunfadora en los comicios del 22 de noviembre, debida al estado de las finanzas que les habría legado el Gobierno saliente.
Lenguas veloces = palabras imprudentes
El propio Alfonso Prat-Gay, ahora nominado como futuro ministro de Hacienda y Finanzas, blanqueó, tras la primera ronda electoral, la intención del entonces candidato de Cambiemos de lanzar una devaluación de alrededor del 45 al 50 por ciento. Este planteo, de tono desestabilizador, voluntario o no, desató las pistolas remarcadoras dormidas, que así se volvieron, paradójicamente, enemigas de la desregulación planeada, lo cual no quiere decir que no se produzca igualmente.
Paralelamente, los bancos se sumaron a la movida abundando sobre el tan mentado “sinceramiento” cambiario, al que complementarían con el fin de las regulaciones, con las que este gobierno les dificultó algunos negocios.
Por si esto fuera poco, los aumentos debidos solamente a la remarcación, sin otro motivo que los justifique, superaron en algunos rubros el 25 por ciento, dejando casi sin habla a los voceros de Cambiemos, que fueron obligados a mantener la boca cerrada hasta el 23 de noviembre. Incluso, la versión acerca de la creación de un billete de 500 pesos, planteada como un paliativo contra la inflación, debió ser postergada en su discusión hasta después del 10 de diciembre.
No solamente eso: el límite que encontró la coalición triunfadora ante la opinión pública obligó a algunos futuros hombres de consulta a prometer la continuidad de dos planes del actual gobierno, a pesar de que antes fueron tachados poco menos que de inútiles. El futuro equipo económico discute por estos días la posible prórroga de Ahora 12 y Precios Cuidados, dos programas que lograron hasta ahora el objetivo de sostener el consumo en épocas de desaceleración económica, a pesar de la constante descalificación de que fueron objeto por parte de toda la oposición.
Intentarán anudar un acuerdo de precios
Frente al desmadre en las góndolas, cuyo control es una cuestión de Estado en cualquier país del mundo, los funcionarios principales del área económica a partir del 10 de diciembre, Francisco Cabrera y Alfonso Prat-Gay, convocaron el lunes pasado a los presidentes de las cadenas de supermercados más importantes para avanzar sobre un acuerdo de precios, pero aquellos la suspendieron apenas unos minutos antes de que se produjera.
Los empresarios descontaban que el tema eran los precios, aunque nadie les había informado el tópico de la reunión, por lo que cundió el desconcierto en sus filas, tanto por la informalidad de la convocatoria como por su intempestivo diferimiento.
La política del círculo rojo
Mauricio Macri suele reclamar por la escasa propensión del círculo rojo a pensar el país en términos políticos. Quizás no tenga en cuenta que, para medir el éxito o el fracaso, los entrepreneurs utilizan la antigua ciencia de las matemáticas, en detrimento de las ciencias humanísticas, a las que vinculan más con las artes esotéricas que con el pragmatismo que rige sus prácticas. De allí a despreciar “el arte de lo posible” media solamente un paso.
En este contexto es que casi todos los directorios de las empresas más importantes, las que se denominan “formadoras de precios”, lanzaron una salvaje ofensiva sobre el ingreso nacional. No es una crítica al gobierno que se va –contra el que tienen cuestionamientos que ya no podrán ser dirimidos sino en los Tribunales (y en eso están pensando algunos de ellos)–, es una dura bienvenida al que está a punto de asumir, que designará en los sillones ministeriales a un “dream team”, al decir de un importante CEO.
Para los integrantes del dream team hay una cancha que los espera, para que dibujen su juego perfecto. El detalle es que ya les pintaron las líneas demarcatorias con las pistolas remarcadoras más rápidas del oeste, las que esgrimen los verdaderos dueños del país.
Los números que más preocupan
• Carnes y panificados aumentaron entre el 15 y el 20 por ciento. La harina, que subió un 40 por ciento la semana última, aumentó anteayer otro 10 por ciento y mañana subirá otro 9 por ciento, por lo que la bolsa de 50 kilos valdrá 250 pesos.
• Los aceites para consumo familiar incrementaron sus precios en alrededor del 20 por ciento.
• Los fideos aumentaron entre el 6 y el 9 por ciento.
• El arroz blanco aumentó un 15 por ciento, en promedio.
• Los fiambres subieron alrededor del 15 por ciento.
• El café aumentó un promedio del 8 por ciento.
• Los enlatados se elevaron también un 8 por ciento.
• Las cervezas y los vinos subieron entre el 5 y el 9 por ciento.
• La salsa de tomates subió un 8 por ciento.
• Los productos de limpieza se incrementaron en un 11 por ciento.
Pero la preocupación no termina allí. Los directivos de las organizaciones de consumidores advirtieron que desde la primera ronda electoral realizada el 25 de octubre último, los precios que conforman la canasta básica crecieron un promedio del 25 por ciento, a la vez que denunciaron que el gobierno saliente “aflojó muchísimo en los controles”, según Fernando Blanco Muiño, de la Unión de Consumidores Libres.
De todos modos, algunas de estas subas serán de corta duración. Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (Ciccra), sostuvo que “en la próxima semana los precios van a retrotraerse” porque el público no va a avalar los incrementos, lo que significaría retracción en la actividad por las disminuciones en las compras.