Los cambios de gabinete inconsultos de Alberto Fernández, sumados a la falta de reacción del kirchnerismo, dejaron en evidencia que la dinámica fragmentaria del Gobierno no sólo continuó a pesar de los intentos de amalgamamiento, sino que se profundiza de cara al año electoral.
Los tres principales actores -el Presidente, Cristina Kirchner y el ministro de Economía, Sergio Massa- proceden con agendas políticas y de gestión separadas, cada uno por su cuenta, aunque formalmente funcionan bajo el mismo sello.
A su vez, cada representante del FdT estrecha sendas alianzas con el resto de los factores de poder del peronismo que, a su forma, también aparecen divididos: la CGT -en sus dos versiones, combativa y dialoguista-; los movimientos sociales -en sus múltiples expresiones-; los gobernadores del PJ -que aparecen en ocasiones como bloque, pero también exhiben diferencias-; y los intendentes del conurbano.
Todos los actores, a pesar de las flagrantes diferencias, se mantienen dentro de los márgenes del Frente de Todos basados en el consenso de que el sello, a pesar de que en los hechos no funciona, es imprescindible para pelearle los comicios presidenciales a Juntos por el Cambio.
El tipo de funcionamiento en fracciones independientes se arrastra desde que se iniciaron los cuestionamientos de Cristina Kirchner contra los funcionarios del gobierno nacional que respondían a Alberto Fernández. Pero el Presidente, a pesar del hostigamiento, ante cada conflicto buscaba, aunque fuera por canales subterráneos, consensuar con el ala dura. Al considerarse el “garante de la unidad”, desoía los pedidos de sus alfiles más cercanos para plantarse frente al kirchnerismo. En cambio, privilegiaba a quienes le planteaban que debía permanecer como el líder de todos, por encima.
Esta semana marcó un quiebre entre el rol que Alberto Fernández ejecutaba en la coalición oficialista porque decidió sólo con su acotado círculo íntimo -Julio Vitobello, Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos- los reemplazos de los nuevos ministros de Trabajo, Género, y Desarrollo Social. No sólo no consultó con Cristina Kirchner, sino que comunicó intencionadamente que había decidido los nombres por su cuenta.
El primer mandatario, confirmaron en la Casa Rosada, buscó hacer un giro de timón y “marcar una línea” a futuro, explicó un funcionario que habla prácticamente todos los días con el jefe de Estado. Y aseguró que Alberto Fernández ya estaba determinado a tomar ese rumbo desde la semana pasada, lo cual generó algunas rispideces con los militantes de la unidad.
El acto del 17 de octubre, el próximo lunes, será la máxima expresión de la mecánica en fracciones del Frente de Todos. En el Día de la Lealtad, La Cámpora acompañará el acto en la Plaza de Mayo de la CGT combativa que encabeza Pablo Moyano y las dos CTA; los “gordos” cegetistas, afines a Alberto Fernández, harán su propia demostración de fuerza en el Estadio Obras; el triunvirato de San Cayetano, integrado por la CCC, Barrios de Pie y el Movimiento Evita, se aglutinarán en Laferrere, La Matanza; y los gobernadores peronistas se reunirán en Tucumán, donde el anfitrión será el jefe provincial en uso de licencia, Juan Manzur, distanciado del primer mandatario a pesar de que ostenta el cargo de Jefe de Gabinete (por caso, el fin de semana de resoluciones ministeriales, el ministro coordinador ni siquiera fue consultado por los cambios, y viajó a un pueblo de La Rioja).