Casi desde el mismo momento en que se confirmó el rotundo triunfo electoral en las principales provincias del país, Mauricio Macri y sus principales laderos blanquearon el objetivo político de Cambiemos para 2019: podría resumirse como “reelección para todos”. En particular, se habló del trío más potente del espacio: el propio Presidente, María Eugenia Vidal en la Provincia y Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad. También se hizo saber que ese plan solo sería posible con un segundo tramo de mandato consolidado. Hacia allí apuntaron todas las reformas económicas que apuró el Gobierno a fin de año.
Una materia y otra, la política y la economía, y también la judicial, se van combinando, mezclando y empujando. En ese escenario dinámico y complejo, estos son los principales desafíos políticos del Gobierno para este año.
La relación con los gobernadores y la consolidación en el Congreso
Difícil augurar si en 2018 habrá una prueba de fuego tan caliente como la negociación por la reforma previsional. Cambiemos hizo debutar allí su nuevo esquema de acuerdos. Esto es la salida (literal) de Sergio Massa y sus diputados (el interbloque perdió más de una docena de integrantes) como aliados clave para reemplazarlos por los peronistas dialoguistas. Se trata de legisladores que, en la teoría, responden a los gobernadores.
El camino, quedó claro, está más allanado en la Cámara alta: allí hay un interbloque de 25 senadores que responden a un jefe, Miguel Pichetto, quien a su vez opera como “canciller” de los mandatarios peronistas. Es un grupo con pocas fisuras y con la garantía, a priori, de que lo que se acuerda se puede cumplir.
El caso de la Cámara baja es más intrincado. Quedó claro en la primera sesión de la reforma previsional, cuando hubo aporte escuálido de los legisladores peronistas del interbloque Argentina Federal para el cuórum, y su jefe, el salteño Pablo Kosiner, fue apuntado por los funcionarios del Gobierno.
A partir de ahí, con sentido empírico, Macri terminó de cerrar su mirada sobre los gobernadores. Como le había pasado con la reforma política, ni siquiera una foto acuerdista garantiza luego una aprobación del Congreso. En este caso, más grave aún: 23 de los 24 gobernadores (todos menos el puntano Alberto Rodríguez Saá) habían firmado el Pacto Fiscal, que marcaba la hoja de ruta de las reformas económicas. Desde ahora, entonces, habrá que esperar negociaciones más puntuales, una por una.
También hay que tener en cuenta que, en su plan electoral 2019, el oficialismo puntea como ganables varias provincias que no gobierna pero en las que triunfó en octubre. El caso más emblemático es el de Córdoba. Allí está el peronista Juan Schiaretti, el mandatario opositor de mejor relación con Macri. ¿Cómo seguirá la relación cuando Cambiemos se lance a la campaña para desplazarlo? ¿Seguirán apoyando los proyectos los diputados que responden al cordobés, como hicieron hasta ahora?
El vínculo con el radicalismo
Una relación siempre conflictiva, sobre todo por el inconformismo radical, es el vínculo entre el Gobierno y los dirigentes de la UCR. La renovación de la cúpula del partido, con el gobernador mendocino Alfredo Cornejo a la cabeza, parece consolidar la postura macrista, con el partido centenario más alineado. El aporte radical quedó claro en la elección del año pasado, no en Casa Rosada sino en el interior, donde hubo preponderancia de dirigentes de ese partido en las listas. Aun en esos casos se mantuvo cierto enojo por el poder de veto del Presidente a los nombres propuestos. El caso paradigmático fue Santa Fe, donde terminó encabezando el desconocido Albor Cantard. A favor de Macri, en octubre se ganó la provincia por primera vez.
El distrito con más incógnitas, sin embargo, es la Ciudad. El jefe de Gobierno, que irá por la reelección, descuenta que ya no se podrá evitar la conformación de Cambiemos, pero nadie tiene claro cómo sería la incorporación radical. En Capital, la cúpula quedó a cargo de un binomio de peso: Daniel Angelici, presidente de Boca y amigo presidencial, y el Coti Nosiglia, algo más alejado del Presidente e impulsor de la candidatura de Martín Lousteau en octubre.
El ex ministro de Economía se afilió ahora al partido. La pregunta cae de madura: ¿será el precandidato radical para ir a una interna con Larreta? El jefe de Gobierno lo considera una buena noticia. Cree que Lousteau es menos temible por dentro que por fuera. Está curado de espanto: en 2015, el economista juntó a todo el antimacrismo en el balotaje y casi le gana. Según el razonamiento de Larreta, si ahora le queda un rival kirchnerista o algo por el estilo, la polarización lo beneficiará.
La proyección de candidatos
Si ya está claro que el Gobierno jugará al trío Macri-Vidal-Larreta en los principales distritos, más abierto está el panorama en el resto de las provincias y en el Conurbano, que es una provincia en sí misma. Volviendo al principio: si se repite el resultado del año pasado, Cambiemos está perfilado a ganar en provincias como Santa Fe y Córdoba y en avanzar en municipios del GBA como San Fernando, Tigre, Ituzaingó y Hurlingham.
Esa oportunidad es también un desafío: si bien en la mayoría de los distritos tiene precandidatos que incluso ya probaron suerte para intendentes (como Lucas Delfino en Hurlingham), algunas experiencias actuales encienden alarmas. El 2015 trajo triunfos inesperados y dejó al descubierto a dirigentes que no estaban preparados para la gestión. Ejemplo: los graves problemas en Mar del Plata con Carlos Arroyo. Tan profundos que en el Gobierno ya tiraron a la cancha a su eventual candidato-reemplazante: el actual diputado Guillermo Montenegro.
Así, 2018 también le plantea a Macri el desafío político de afinar la grilla para el año crucial.