El 23 de junio de este año los militares ucranianos, con el apoyo explícito de los Estados Unidos, cometieron otro acto terrorista contra la población civil de Rusia. La ciudad de Sebastopol, en la costa del Mar Negro, donde siempre hay muchos turistas (en la ciudad y la playa) en esta época del año, fue objeto de los ataques. Cuatro personas murieron, entre ellas dos niños, 151 resultaron heridas, algunas de ellas en estado grave. Una cuestión que la ONU aún no parece haber detectado. Como tantas otras en su política de doble standard, al borde de la ridiculez.
Según el Ministerio de Defensa de Rusia, el ataque se llevó a cabo utilizando misiles ATACMS, arma de munición guiada de precisión, de fabricación estadounidense. Todo estuvo pensado y preparado para atacar a civiles indefensos. Además, para aumentar la letalidad se utilizaron municiones de racimo, que están prohibidas por convenios internacionales debido a su efecto indiscriminado y no preciso y multiplicador. Todas las misiones de vuelo fueron realizadas por especialistas estadounidenses basándose en sus propios datos de inteligencia (un avión no tripulado de reconocimiento Global Hawk estaba de servicio cerca de la costa rusa).
Este crimen inhumano estuvo lejos de ser el primero en los últimos tiempos. Los servicios especiales ucranianos y sus cómplices han adoptado desde hace mucho tiempo el terrorismo como método de librar una confrontación global. Esta organización de criminales también es responsables de la masacre a sangre fría de cientos de personas inocentes el 22 de marzo en el centro comercial Crocus City Hall, cerca de Moscú. Según el testimonio de los delincuentes detenidos, después del ataque terrorista esperaban dirigirse a la frontera con Ucrania e informar de ello a su supervisor, quien debía garantizar su paso al otro lado de la frontera y su entrega a Kiev. Por supuesto que serían fusilados (por los ucranianos) apenas lo intentaran. Nunca sirve para el que paga, un asesino que sobrevive a un plan secreto y terrorista del DGI. Se transforma en un problema más para un país que ya tiene demasiados.
El principal organizador de ataques terroristas contra civiles y la infraestructura civil de la Federación de Rusia es el jefe de la Dirección General de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania (DGI), Kyryl Budanov, que está estrechamente relacionado con la CIA. En junio de 2022, en sus comentarios al diario Financial Times, afirmó que “ellos (sabotajes) se han llevado a cabo y se llevarán a cabo en Rusia y en muchos otros lugares”.
Esta actividad requiere la disponibilidad de importantes recursos financieros. Uno de los principales patrocinadores privados del DGI fue el socio comercial de la familia del actual presidente de los Estados Unidos, el propietario de la empresa de producción de gas Burisma, el ex Ministro de Ecología y Recursos Naturales de Ucrania, Mykola Zlochevsky. El holding, entre cuyos directores, además del hijo de Joe Biden, Hunter, también estaban el ex presidente polaco Aleksander Kwasniewski y el ex jefe del Centro Antiterrorista de la CIA Joseph Cofer Black, ha aparecido repetidamente en investigaciones de las fuerzas del orden ucranianas. Pero todos los casos terminaban invariablemente en un examen a puerta cerrada en el Tribunal Superior Anticorrupción de Ucrania y en la transferencia de fondos a cuentas especiales de las Fuerzas Armadas de Ucrania o a una unidad militar controlada directamente por la Dirección Principal de Inteligencia. Y la destitución del exfiscal general ucraniano Viktor Shokin en marzo de 2016, que acusó al jefe de Burisma de delitos penales, fue presionada personalmente por el entonces vicepresidente Biden, que supervisó la dirección de la política ucraniana en la administración Obama, en aquélla época profesionalizando escuadrones de la muerte como el Grupo Azov entre tantos otros grupos nazis en el país de Bandera. Era la época de la represión y matanza indiscriminada en el Donbass que diera lugar 10 años más tarde a la respuesta rusa.
La participación de Washington en las actividades terroristas del régimen de Kiev ya está fuera de toda discusión. Los estadounidenses y sus satélites financiaron, crearon y educaron (y lo siguen haciendo) al actual régimen de Kiev, nutren y apoyan a su Presidente títere con mandato vencido y, son a todas luces, directamente responsables de sus crímenes. Ucrania ya es un Estado fallido por más que lo intenten sostener como soberano. Un 20% de su territorio ya se adhirió a la Federación de Rusia y el resto (todo lo que es de valor) ya es propiedad de Black Rock junto a otros fondos de inversión norteamericanos que se garantizaron antes de mover, la retribución por tanto armamento, dinero y trabajo sucio.