Los filósofos advierten que el maltrato a la Tierra provocó el Coronavirus

Los filósofos advierten que el maltrato a la Tierra provocó el Coronavirus

Por Horacio Ríos

Klein advirtió sobre el “populismo científico”; Nietzche legó el Mito del Eterno Retorno y Boff llamó a cambiar la relación con la Naturaleza.


En las épocas de crisis, las angustiadas miradas de las víctimas a menudo se vuelven hacia los filósofos –alguno de cuyos exponentes alguna vez hasta fue obligado a beber de la amarga hiel de la cicuta-, que suelen ser escuchados de nuevo –después de ser habitualmente mandados a callar por los “bienpensantes”- para que rasguen con sus palabras la niebla del miedo y otorguen, aunque sea, alguna mirada diferente y alguna guía acerca del incierto futuro que nos espera.

Claro, lo mismo las inquietudes no cesan, porque un intelectual no transita necesariamente por la senda del optimismo y sus conclusiones podrían sembrar más inquietud, aunque también atraigan al realismo.

 

Klein: “Tener una opinión no es lo mismo que saber la verdad”

Étienne Klein es francés, físico y filósofo de la ciencia, dos disciplinas que están íntimamente relacionadas. Su mayor interés estuvo centrado siempre en hacer más accesible al público el lenguaje científico.

Klein puntualizó que una de las diferencias que se hicieron notar en este tiempo de encierro y meditación, es entre el conocimiento y las creencias, que se expresan en las redes sociales, en las que el que se expresa con más impertinencia o continúa las discusiones sin cesar, pareciera que tuviera razón, aunque no tenga fundamentos para exponer. A esto considera Klein “populismo científico”, por eso reclama a los científicos que profundicen sus explicaciones para fundamentarlas.

Al mismo tiempo, se congratula de que el encierro imponga una especie de “desintoxicación de la prisa”.

Describió a la pandemia como “una asombrosa mezcla de hiperconectividad digital y aislamiento social, carrera contra el reloj y aparente calma, tranquilidad en las calles y emergencia absoluta en los hospitales”.

Refiriéndose a los inicios, Klein manifestó que “después del asombro, de cierta estupidez colectiva, todo esto sugiere, de una manera que es inusual y paradójica, una calma y larga emergencia en la que fuimos brutalmente proyectados y que nos hizo mirar por delante de nosotros”.

Para describir los efectos inmediatos de la súbita enfermedad, expresó que las “rutinas interrumpidas cambiaron nuestra percepción del mundo y su ritmo de evolución. En tiempos ordinarios, nos sentimos constantemente fuera de lugar sin que nadie sepa qué dinámica verdadera tendría la realidad por derecho propio: siempre tenemos la impresión de perder algo de la carrera que el mundo está haciendo consigo mismo, de estancarse en un retraso que es a la vez culpable e imposible de compensar. Pero durante este descanso a gran escala que estamos experimentando hoy, una vez más nos estamos volviendo “sincrónicos” con el mundo. Por una vez, ya no está por delante de nosotros, porque la historia aparentemente ha hibernado”.

Sobre las demandas desesperadas hacia los científicos, Klein reconoce que “no es fácil para los investigadores resistir la presión ejercida sobre ellos por nuestra impaciencia. Conscientes de no saberlo todo, al menos todavía, sobre un virus que apenas descubren, se enfrentan a ciudadanos que son conscientes de que su salvación depende de los resultados de los estudios en curso”.

Cuando cunde la desesperación y se espera de los científicos más de lo que éstos pueden dar, Klein advierte que “nuestra prisa por conocer crea una demanda de conclusiones, de certezas, que los científicos no pueden satisfacer, ya que, precisamente, las están buscando. Por lo tanto, se encuentran mediáticamente abrumados por aquellos que afirman urbi et orbi de conclusiones simples y claras, ¡oh!, mucho más agradables para nuestros oídos que sus discursos todavía vacilantes, a veces torpes y a menudo llenos de condicional”.

El filósofo de la ciencia llamó la atención acerca de los enfrentamientos entre legos y científicos, porque es una falsedad “el uso de argumentos de sentido común para desafiar los resultados de la ciencia, como si la ciencia fuera una opinión entre muchas. Considero que todas las personas tienen derecho a hacer preguntas, hacerse preguntas, expresar opiniones. Pero tener una opinión no es lo mismo que saber la verdad”.

Finalmente, Klein consideró que “para intentar mejorar la situación, los científicos debemos explicar mejor cómo, durante la historia de las ideas, cierto conocimiento científico se convirtió en tal. Esta es la única forma de evitar que Nietzsche tenga demasiada razón cuando sostuvo que ‘el gusto por lo real desaparecerá ya que garantiza menos placer; la ilusión, el error, la quimera volverá a ganar paso a paso, porque se apega al placer’”.

 

 

Finalmente, Klein consideró que “para intentar mejorar la situación, los científicos debemos explicar mejor cómo, durante la historia de las ideas, cierto conocimiento científico se convirtió en tal. Esta es la única forma de evitar que Nietzsche tenga demasiada razón cuando sostuvo que ‘el gusto por lo real desaparecerá ya que garantiza menos placer; la ilusión, el error, la quimera volverá a ganar paso a paso, porque se apega al placer’”.

 

Friedrich Nietzche, el filósofo dionisíaco

Y la cita a Nietzche llama a Nietzche. Este hombre pleno de contradicciones, pergeñó el concepto del superhombre (el ubermensch, el hombre maduro, que combate la moral planteada por la religión y practica una moral surgida desde lo más profundo de las personas); planteó, además, la contradicción entre lo dionisíaco y lo apólico (la embriaguez y la armonía; o el progreso y el desorden; o la claridad y la emoción) y decretó un día que Dios ha muerto.

Paradójicamente el que murió y en muy malas condiciones, fue el propio Nietzche, olvidado por muchos y vilipendiado por algunos de quienes lo conocieron, un filósofo alemán que pocas veces respondió a las expectativas que albergaban sobre él muchos de sus seguidores, pero que fue la inspiración de Heidegger, Foucault, Derrida y Deleuze, entre tantos filósofos que dejaron su sello en el Siglo 20.

Entre muchos de sus revolucionarios conceptos, figura el mito del eterno retorno, que cumple dos funciones en su filosofía, según algunos autores. La primera es su amor a la vida. Si bien los cristianos esperan llegar al paraíso, mientras que Platón abogaba por el arribo al mundo de las ideas, Nietzche contrapuso el concepto de que después de morir, el hombre vuelve a la tierra, al mundo que conoció, porque no existe otra cosa. Al proponer la ética, su segunda función, el filósofo sajón planteaba que quien aceptaba el eterno retorno, guardaba una conducta, sostenía una templanza y aceptaba los resultados de sus acciones, porque no aceptaba la necesidad de darle lugar al arrepentimiento.

La puesta en escena del eterno retorno propone un tiempo circular, no desplegado en ciclos. Esto conlleva una reafirmación de la vida y una reapreciación del presente y se condice con el llamamiento de Nietzche a los hombres a desarrollar una convivencia más respetuosa con la Naturaleza, con la moral y con la sabiduría.

La vitalidad de la filosofía nietzcheana puede ser una herramienta para sobrellevar la pandemia. Él huniera planteado que era necesario amarla filosóficamente –es decir, aceptar que su transcurso nos enseñará nuevas formas de construir puentes para superar las acechanzas de la vida- y aun así, ayudarnos para que se vaya de una vez. La enfermedad es parte de la salud y el virus podría enseñar a la Humanidad a mejorar la vida. Ése hubiera sido su legado.

 

Boff: la Tierra está en peligro

El teólogo y filósofo brasileño Leonardo Boff consideró, un poco en clave nietzcheana, que “uno de los efectos positivos de la irrupción de la Covid-19 en nuestras vidas ha sido el descubrimiento del planeta Tierra por toda la humanidad. Nos hemos dado cuenta forzosamente de que existe una íntima conexión entre la vida humana, la naturaleza y el planeta Tierra”.

Luego, el hombre nacido en Concórdia, que fue uno de los pioneros de la Teología de la Liberación, consideró que “el virus no cayó del cielo; vino como contraataque de la Tierra, considerada como un supersistema vivo que siempre crea y se autocrea, y se organiza para mantenerse vivo y producir todo tipo de vida existente en este planeta. Particularmente los quintillones de quintillones de microorganismos que existen en los suelos y en nuestro propio cuerpo, verdadera galaxia (Antônio Nobre) habitada por un número incalculable de virus, bacterias y otros microorganismos”.

Crítico de una polítiva que combatió toda su vida, el exhermano franciscano denunció que “ese sistema de producción y de consumo asalta despiadadamente la naturaleza, saquea sus bienes y servicios y destruye el equilibrio de la Tierra”, en referencia al capitalismo.

En los últimos párrafos de su escrito “Por fin descubrimos el planeta Tierra”, Boff planteó que “descubrimos también que somos aquella parte de la Tierra que piensa, ama y cuida… Por eso, ser humano (homo en latín) viene de humus, tierra fértil, y Adán procede de Adamah, tierra fecunda…

Por eso, asocia los efectos de la pandemia con una toma de conciencia de la Humanidad acerca de los terribles efectos que ya ha sufrido la Tierra a causa del manejo irrespetuoso de que la hicieron objeto los poderes transnacionales.

A partir de ahora nunca ya desaparecerá de nuestra conciencia el hecho de que hemos descubierto la Tierra, nuestro hogar cósmico, y que somos su parte consciente, inteligente y amorosa. Porque somos portadores de estas cualidades, nuestra misión es cuidar de ella como de nuestra Casa Común, y de todos los demás seres que en ella habitan y que tienen el mismo origen que nosotros, y que por tanto son nuestros parientes”.

“Si es así, ¿por qué la hemos maltratado, superexplotado, y por qué estamos destruyendo las bases que sustentan nuestra vida? Si hay una lección que la Madre Tierra a través de la Covid-19 nos quiere transmitir es seguramente ésta:

Tenéis que cambiar vuestra relación con la naturaleza y conmigo, si queréis que yo siga ofreciéndoos todo lo que necesitáis para vivir con una sobriedad compartida, en fraternidad y sororidad universales y con el cuidado amoroso de todos vuestros hermanos y hermanas de la gran Comunidad de la Vida, también hijos e hijas míos bienamados. En el pasado, en tiempos inmemoriales, os di a elegir entre “la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida para que vivas tú y tu descendencia. Esta promesa la mantendré siempre” (Deuteronomio 30,19)”.

“Escojamos la Vida. Es el llamamiento de la Madre Tierra. Es el designio del Creador” convocó el exmonje brasileño, en consonancia con las propuestas del Papa Francisco, de quien es un seguidor consecuente.

 

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